Eric Jiménez

El batería de Los Planetas (que actúan el 7 de diciembre en el WiZinc Center de Madrid) y Lagartija Nick publica sus memorias, Cuatro millones de golpes, una crónica descarnada de las últimas cuatro décadas de la música independiente.

Eric Jiménez (Granada, 1967) es historia viva de la música en nuestra país. A los 13 años ingresó como batería en el grupo granaino de punk KGB y desde entonces, viviendo siempre en el alambre, no ha parado de devolver los golpes que le daba la vida a la batería. A los 16 años se casó y poco después formó junto a Antonio Arias Lagartija Nick. Ambos trabajarían codo con codo con Enrique Morente para alumbrar ese disco imposible, oscuro y ya legendario que es Omega. Después ingresaría en la orquesta química de Los Planetas, la banda más importante de la historia del indie español. Jota, el cantante del grupo, cristalizaría su fama de crápula en los versos más coreados de la canción más famosa de la banda, Un buen día ("He estado con Eric hasta las 6 / Y nos hemos metido 4 millones de rayas"). En total, cuatro décadas marcando el ritmo de un montón de bandas desde el fondo del escenario que ahora quedan recogidas en sus memorias, Cuatro millones de golpes (Plaza & Janés). El 7 de diciembre actuará con Los Planetas en el WiZinc Center.



Pregunta.- ¿No es habitual que el batería del grupo escriba unas memorias?

Respuesta.- Hay muchos tipos de batería. Algunos marcan el ritmo y otros hablan con el instrumento. El lenguaje es la actitud y yo siempre me he apoyado en ella. Hay baterías en España que tocan mil veces mejor que yo y que tienen mejor técnica, pero yo siempre he tenido actitud. Además he sido polémico, prácticamente desde que mataron a Lorca estoy grabando discos y me he encargado de la promoción de muchos de ellos. Ya son varias las generaciones que me ven tocando la batería en varios grupos y como siempre he sido muy bocazas pues no he pasado desapercibido.



P.- Sin embargo los primeros pasos en la percusión no los dio en una banda, ¿no?

R.- Los di en la OJE, la Organización Juvenil Española de la Falange, ya que era la única manera que encontré de tener un tambor. En mi calle lo más interesante que pasaba era el camión de la basura y cuando vi a estos frikis con boina pues me llamaron la atención. Hoy en día supongo que un chaval se puede fijar en la batería en un videoclip, pero nosotros teníamos una televisión en color sepia, que era el mismo color de aquella España. Solo los muy pudientes o falangistas, o los de la banda del ejército, podían permitirse tambores, pero al final de poco me sirvió porque acabé convertido en la mascota, como si fuera la cabra de la Legión.



P.- Y poco después, a los 13 años, se zambulle de cabeza en el punk.

R.- Pasé directamente al polo opuesto. En aquel momento no había nada mejor que el punk porque ni siquiera te hacía falta tocar bien. Me di cuenta que tenía facilidad para el instrumento y este acabó convirtiéndose con el paso del tiempo en mi zona de confort. Con la batería me siento realmente protegido. Es el lenguaje que mejor manejo.



P.- En el libro escribe que todos los golpes que ha recibido en la vida los ha devuelto a la batería.

R.- La batería ha sido mi ansiolítico, lo que me ha permitido sentirme aceptado y querido por mucha gente durante muchos años. Tuve una infancia y una adolescencia bastante dura, y eso provocó que al principio tocara con rabia y muy rápido. Luego al tiempo que descubría la importancia del amor y la sensibilidad he ido desarrollando otras texturas. Pero siempre salgo a tocar la batería como si fuera la última vez que lo hiciera.



P.- ¿Cómo era aquella escena punk en la que se movían TNT, KGB, 091…?

R.- Era una escena punk entrañable. Los que formábamos parte de aquello queríamos decir: "aquí estoy yo, quiero ser diferente, quiero disfrutar a tope". No tenía el peso social que podía tener el punk en Inglaterra, pero por otro lado todas estas etiquetas son diseños tanto de la prensa como de algunos pensadores, como es el caso de Malcolm McLaren con el punk. Y luego la industria se pone las botas a costa de toda esa juventud a la que ha encasillado en una etiqueta. Sin embargo, como en España siempre hemos tenido un gran complejo de inferioridad, acabamos superando a los punks londinense en los años 80. Si a lo mejor Sid Vicious se metía un pico en Inglaterra pues un chaval de pueblo de la Alpujarra granadina mataba un cerdo a cabezazos pensando que lo que hacía él era un beso de Frozen comparado a lo que había allí. Pero es que veníamos de esa España de color sepia y era maravilloso ver que como se abrían las fronteras, que había colores, que había crestas, tribus urbanas y ganas de libertad.



P.- ¿Se ha perdido esa inocencia en la industria musical?

R.- En realidad, se ha retroalimentado. Hoy ya todo es punk, ya todo es indie, y lo peor es que hay buen rollo. El buen rollo es una mierda. Yo no concibo a un punki dándole un beso a un hippy. Me parece que hay que defender la zona y no es que quiera incitar la violencia, pero tampoco el buen rollo. Y ahora todo el mundo es flamenquito-indie-punk-folk y todos lo celebran. Pero para celebrar está la familia.



P.- Los Planetas no tenían el mismo sonido que KGB o Lagartija Nick cuando se incorporó al grupo.

R.- Dentro de Los Planetas había mucho más punk que en la época de TNT. Los Planetas ha sido una banda muy radical, la diferencia es que en vez de llevar cuero llevaban camisas a rayas. El grupo ha vivido estados anímicos parecidos a los de Johnny Thunders y eso no me pasó en mis bandas anteriores.



P.- ¿Cómo fue la grabación de Una semana en el motor de un autobús (1998), considerado uno de los mejores disco españoles de rock y el primero que creó como miembro del grupo?

P.- Los Planetas eran unos chaveas que habían hecho dos discos que habían funcionado muy bien, pero estaban cambiado los componentes, había problemas con las drogas… No se sabía que iba a pasar con ellos y justo en se momento llegue yo, ¡menuda solución! Nos salimos de la sartén y nos metimos en el fuego. A veces los discos cuando hay mucha tensión y los estados anímicos están en el alambre terminan siendo grandes. Es un gran disco, nada acomodado y muy inconsciente. Si hubiéramos sido mayores no creo que lo hubiéramos superado, pero cuando estás experimentado con todo y la vida te importa tres mierdas vives el día a día y sigues creando.



P.- ¿Cuántas veces se ha asomado al abismo por culpa del alcohol y las drogas? R.- Gracias a Dios no soy una persona adictiva, si lo hubiera sido estaría muerto. He tenido problemas en mi vida personal y me protegía convirtiéndome en un personaje cómico y divertido, pero para ello necesitaba consumir alcohol y alguna otra sustancia. Ahora cuando leo el libro me asusto porque parezco un personaje de Trainspotting, pero no fue para tanto. He vivido las décadas de los 80 y 90, los 00 y los 10 y he ido dejando cadáveres bien parecidos a mi paso por sobredosis y excesos. Hay gente que se mete en eso muy de lleno. Yo sin embargo he estado defendiendo directos como los he defendido durante muchos años y con una mentalidad más adictiva quizá no podría haberlo hecho, ni trabajar en mil proyectos. Si no estoy en tres grupos me aburro. Aparte doy clases de batería, tengo el bar en Granada… Lo que pasa es que yo lo cuento y se crea esa leyenda, pero no creo que haya menos droga en el gremio de abogados.



P.- Omega (1996) fue un disco también de mucha tensión y de alguna manera usted fue quien lo propicio…

R.- Según cuentan por ahí lo propiciaron 1500 personas, todos menos los que estuvimos allí. Ahora todo el mundo fue ideólogo de Omega. Yo tuve muy buena relación con Morente. Una noche me lo encontré en un local y me puse a hacer percusiones con unos vasos y me corté los brazos. El riesgo que le ponía a todo el maestro le llevó a colaborar con nosotros tras varias conversaciones con Antonio Arias, que para mí es el gran artífice de todo esto. Yo incluso me cabreé con él porque sentí que estábamos dejando de lado nuestro grupo (Lagartija Nick) y acabe abandonando. Pero él se involucró absolutamente y merece todos los galardones del mundo. Ahora hay muchísima gente que va de ideólogo del disco y que dicen que hablaban con Morente… ¡Pero si nosotros mismos no sabíamos que estábamos haciendo! Warholes morentianos que quieren sus 15 minutos de gloria. No lo digo con rencor, pero si era tan fácil como no hacen ahora algo parecido.



P.- ¿Cómo recuerda a Morente?

R.- Como si fuera un padre. Era una persona que amaba la libertad y la sensibilidad, pero a la vez era un miura. Tenía un par de cojones, le ponía a todo el máximo riesgo, con muchísima inquietud, muchísima curiosidad. Era una enciclopedia del flamenco y de la vida, un gran conversador, muy divertido y didáctico. Era una persona excepcional. Era como la voz de Granada.



P.- ¿Por qué en Granda hay tantos grupos?

R.- Granada era un pueblo en el que empezaron a pasar cosas como Los Ángeles. Antes estaba Fray Leopoldo de Alpandeire y después llegó Miguel Ríos, que era la historia romántica de un chaval que trabajaba en una tienda de discos y acabó triunfando. Las familias se reunían en torno a la radio. La vida en los años 70 era muy perra y proletaria, apenas había clase media, y el sueño de cualquier chaval era acabar saliendo en la tele o en la radio. Además en Granada se vive en la calle y es fácil conectar con la gente y montar proyectos. En los 80 si se te estropeaba un váter no te lo podía arreglar nadie porque todo el mundo era actor, diseñador… No había fontaneros, y los cuatro que quedaron se han forrado. De hecho se puso de moda el cartel de vuelvo en cinco minutos.



P.- En aquella época se juntó con Antonio Arias para crear Lagartija Nick, que acaba de publicar disco.

R.- Ya he perdido la cuenta de los discos que hemos grabado juntos. Crimen, sabotaje y creación es un disco maravilloso y la experiencia de grabarlo ha sido increíble. Ahora somos otra vez la misma formación que al principio y tenemos un conocimiento musical los unos de los otros que hace que salga solo.







@JavierYusteTosi