Lluís Homar y Albert Prat en Cyrano

El actor Lluís Homar protagoniza esta versión del clásico de Edmond Rostand, dirigida por Pau Miró, que bucea en la dualidad entre fragilidad y fortaleza del narigudo personaje, perfecto reflejo de todos nosotros y nuestra sociedad.

Fue en 2014 con Terra baixa, en la que interpretaba todos los papeles de la obra de Àngel Guimerà, cuando Lluís Homar regresó definitivamente a las tablas tras una época en la que primaron los sets de cine y televisión. Con esa obra el actor puso en pie toda una declaración de intenciones, un postulado ético y estético que se resume en "hacer un teatro de excelencia para el gran público". Fue entonces, estando de gira con este montaje por varias localidades catalanas, cuando empezó a tomar forma su Cyrano, el famoso narigudo al que da vida esta noche en el festival Temporada Alta. "Había terminado la función, el público estaba en pie, todo el mundo entusiasmado, la gente sentía como suyo lo que habíamos hecho, así que me fui al camerino y me dije que a eso teníamos que darle continuidad. ¿Qué viene después? Y ya pensé Cyrano", recuerda Homar, para quien la famosa y multiadaptada obra de Edmond Rostand "tiene ese toque de teatro popular. Me gustan estos títulos que convocan al público, que este ya conoce y sabe por qué le emocionan".



En esta nueva aventura escénica el actor está arropado de nuevo por el mismo equipo de entonces, encabezado por el director Pau Miró, y completado por Albert Arribas, que ha actualizado el clásico, las canciones de Silvia Pérez Cruz, y otros cuatro actores, Joan Anguera, Aina Sánchez, Albert Prat y Àlex Batllori. Además de adecuar a la actualidad el lenguaje del texto del siglo XIX, Miró insiste en su intención de explorar la contemporaneidad del clásico, de bucear en los aspectos más oscuros del drama de Rostand. "Ahondamos en los personajes hasta ver que están construidos con más de una pieza, que no son monocromos, sino que tienen sus contradicciones, sus claroscuros. Incidir en todo eso nos acerca mucho a nosotros, a nuestras propias contradicciones actuales, explica el director.



¿Nariz o máscara?

En este sentido, la obra nos muestra un Cyrano que trasciende al clásico espadachín y poeta valiente y vitalista, para centrarse en el interior del personaje, en la vulnerabilidad y fragilidad que nacen de su incapacidad para aceptarse a sí mismo, reflejada en su grotesca y prominente nariz. "Esa vulnerabilidad de Cyrano es lo que lo hace contemporáneo", opina Miró. "La máscara de protección que tiene es esa personalidad tan arrolladora, ese orgullo, esa figura de héroe. Pero la hipótesis es, ¿y si todo esto es un muro para proteger a un ser extremadamente sensible y vulnerable? ¿Y si hay una herida ahí detrás que le duele mucho y tiene que construir todo este personaje para proteger su individualidad?", se pregunta el director.



En la contraposición de esa dualidad reside la clave del montaje, lo que hace que la humanidad de Cyrano apele a cada espectador. "El personaje funciona como paradigma de lo que hacemos todos en la vida, que nunca es fácil para nadie", asegura Homar. "Siempre tenemos que construir un personaje para manejarnos, y muchas veces estos personajes son unos bloques de cemento que esconden una fragilidad, una herida, una baja autoestima..." Para el actor, Cyrano y su nariz son el ejemplo de que cuando no nos aceptamos "debemos construir un personaje brillante, poderoso, implacable, y a todos nos gusta ver lo que hay detrás de las grietas".







Roxane, heroína con matices

Pero más allá del propio Cyrano, la obra profundiza del mismo modo en todos los personajes, entre los que destaca la amada, Roxane, que rompe definitivamente con esa superficialidad del ser amado que sufren muchas veces las mujeres en el teatro. "El personaje rompe mucho los estereotipos que tenemos incluso hoy en día sobre la belleza femenina, que aquí incluye muchas más cosas, como la audacia, el coraje, la inteligencia, la exigencia intelectual...", valora Miró. "Hay muchas cualidades de Roxane que son importantes, no solo es un rostro bonito, es una belleza más compleja, con muchos matices, una heroína". Por su parte, Homar coincide en que "Roxane es, además del desencadenante de la trama, porque todos estamos enamorados de ella, una mujer excepcional. Siempre ha habido grandes autores que han reconocido el valor de la mujer por más que durante siglos haya sido vilipendiada, y aquí tenemos una mujer inteligente, exigente, valiente...".



Y el personaje de Roxane es clave además porque como explica el actor, "el gran antídoto de la obra es el amor, el amor en un sentido amplio, el amor hacia uno mismo y el amor hacia el otro. Ése es el elixir que al final acaba conformando a Cyrano consigo mismo y permite que enfrente de la muerte, acepte plenamente su propia nariz y el particular amor que ha vivido". Para Homar, este es el mensaje que transmite la obra, que sirve para decirle al espectador "que acepte su nariz, los defectos que tenga, porque al final, como decía nuestro amigo Walter Vidarte: 'Soy lo mejor que tengo, a pesar de mí mismo'".



Aceptar nuestra nariz interior

"Todos llevamos una nariz puesta y hacemos esfuerzos por esconderla, incluso de nosotros mismos, pero en el fondo esa lucha contra nosotros mismos es compartida. De alguna manera, esa narizota exagerada y grotesca es una manera de señalar con una lupa algo que todos llevamos en nuestro interior", incide Miró, para quien la obra entronca muy bien con la actualidad en otro aspecto, el de luchar contra la superficialidad que caracteriza nuestro día a día. "Establece una crítica al no tener tiempo para mirar las cosas con detenimiento y observarlas, descubrirlas, saborearlas... para no ver que hay algo más allá del primer vistazo, de la vorágine en la que vivimos".



"Me gusta siempre pensar que detrás de estos grandes textos hay profundidad, que no es casual que el gran público los haga suyos", reitera Homar. En este caso, el actor destaca el hecho de zambullirse en el alma de estos personajes tratando de trascender la parte más festiva que pueda tener la obra para llegar a su alma y ver su fragilidad, "que es nuestra fragilidad. Esto ya es para mí una actitud de vida. Casi siempre miramos hacia fuera y tenemos los grandes conflictos hacia fuera, pero muchas veces eso encierra lo que no queremos, que es lo que más cuesta, mirar hacia dentro", reflexiona. De esto Cyrano es una gran muestra. "Hay una parte de él que es capaz de pelearse con cien hombres al mismo tiempo y vencerlos, batirse a muerte… pero en el momento en que se encuentra con la mujer a la que ama no sabe ni poner tres palabras una detrás de otra. ¿Qué encierra esto? Muchas veces huimos de esa parte, y si todos hiciésemos ese trabajo un poco más introspectivo de conocer, de comprender, creo que el mundo sería mejor", sentencia.