"I am a dangerous man with some money in my pocket", canta Bruno Mars en "24K Magic", canción que abre y titula su último disco, ganador del Grammy a la mejor grabación y mejor disco del año, como el single "That's What I Like" se llevó el premio a la mejor canción. A sus 32 años, este hawaiano con el pelo afro que gasta gafas de aviador a lo Michael Jackson, se ha coronado como máxima estrella de la música estadounidense en un año en el que todo el mundo pensaba que el duelo se libraba entre Kendrick Lamar y Jay-Z. Un duelo, por cierto, en el que salió ganando el rapero de Los Ángeles, que ganó al marido de Beyoncé en todas las categorías en las que competían (salvo aquellas en que se llevó el gato al agua Mars, claro está), como mejor álbum de rap del año, que fue para el último trabajo del MC de Compton, DAMN, mientras Jay-Z se fue de vacío.
Las quinielas apuntaban a que sería la gran noche de Kendrick Lamar. Fue él quien abrió la ceremonia con un impactante número en el que aparecían sobre el escenario bailarines con capuchas como en el vídeo de "Humble" para hacer una metáfora de la América militarizada y represiva de Trump. Y al final del número apareció U2 mientras el rapero anunciaba que todo lo que íbamos a ver sería una sátira. Aunque sin duda el rapero es el favorito de los críticos, es posible que fuera demasiado esperar que unos premios tan populares como los Grammy fueran a premiar un trabajo con alto contenido político como el suyo en vez de ensalzar a un artista popular y light como Mars, que con 24K Magic entrega una disfrutable y bailable ración de funk muy parecida a lo mismo que ya ganó en 2016 con "Uptown Funk", cuando Mars se llevó también el Grammy a la mejor grabación del año con su trabajo firmado con Mark Ronson, productor de Amy Winehouse.
La decadencia del pop parece imparable (por cierto, ¿dónde estaba Lorde?). A los Grammny lo que les gusta es un R&B tirando a descafeinado como el de la canadiense Alessia Cara, ganadora del premio a la mejor artista debutante del año con un disco como Know-It-All, en el que hay destellos de emoción pero también rutinarias fórmulas que parecen pensadas para clases de pilates. Cara superó a nuevas sensaciones como los raperos Lil Uzi Vert, cuyo trap ofrece un acerado retrato de los barrios conflictivos, o SZA, que ha sorprendido a todos con un disco de soul y spoken word que asombra por su sinceridad y crudeza. Y ahí está en la categoría de mejor artista pop del año un cantante tan aburrido como el archifamoso y popular Ed Sheeran, rey de la canción ñoña que ha arrasado estos últimos meses con "Shape of You".
Y mientras los Grammy se decantaban por una solución conservadora en cada uno de sus apartados, la política no tenía más remedio que aparecer con la polémica entre el presidente de Estados Unidos y el rapero Jay-Z, saldada, al menos en los Granmmy, de forma favorable al músico de Nueva York, a quien Kendrick Lamar proclamó como siguiente presidente de Estados Unidos. Jay-Z había criticado a Trump por sus insultos racistas y el presidente le respondió que nadie ha hecho más por el desempleo de los negros. Mientras, en Twitter, la consigna "Jay-Z for president" arrasaba y en el escenario aparecía ¡Hillary Clinton!, que incluso leyó fragmentos de Fuego y furia, la obra antiTrump que arrasa en las librerías. Nikki Haley, representante de Estados Unidos en la ONU, se quejaba amargamente en las redes sociales.
Hay que celebrar algunos aciertos, como darle el premio al mejor disco de baile a Tonite, de LCD Soundsystem, o reconocer como mejor álbum de rock al último y sensacional trabajo de The War on Drugs, A Deeper Understanding, sin olvidar el premio para The National como mejor disco alternativo. Queda claro que más allá de la música de fiesta mayor de Bruno Mars, la música americana está viviendo un momento de esplendor. Una pena que los Grammy sigan sin dar el premio a mejor grabación o disco del año a un álbum de hip hop.
@juansarda
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