Por quinta vez en su carrera se encontraba nominado al Premio Valle-Inclán el director y dramaturgo Alfredo Sanzol (Madrid, 1972), y esta vez sí fue la vencida. Ya en la pasada edición se quedó a las puertas, siendo el penúltimo eliminado, pero finalmente esta fue la noche en la que le tocó alzar el galardón de mayor prestigio de las artes escénicas de nuestro país, dotado con 50.000 euros y una escultura de Víctor Ochoa. Tras una reñida ceremonia de entrega, donde los nombres eliminados en cada ronda causaban creciente expectación entre el público asistente, fue al filo de las doce de la noche cuando el jurista y dramaturgo Antonio Garrigues Walker despejó la incógnita del vencedor, y el autor y director del Teatro de la Ciudad recibió el reconocimiento por su obra La ternura, una comedia romántica honda, irracional e inconsciente salpicada de referencias shakesperianas, que pudo verse en La Abadía y supuso el acontecimiento teatral del pasado 2017.
"La idea de poner en marcha La ternura surge de la necesidad de poner el acento sobre una parte de la historia de la comedia", explica un emocionado y nervioso Sanzol, que no olvidó a nadie en su discurso, ni a familiares ni a compañeros, pero que tuvo una dedicatoria especial para Andrés Lima, su compañero en el Teatro de la Ciudad e instigador de esta revisión shakesperiana. "Pensamos que la comedia shakesperiana, por sus características, funda de alguna manera la comedia moderna, y consideramos oportuno poner el foco sobre ella. Elegí estudiarla y empaparme de la atmosfera de estas comedias para luego hacer la mía propia".
Sin entrar en detalles de la trama, pues la obra será repuesta en La Abadía a partir del 7 de junio, La ternura puede definirse como un desternillante repaso de las comedias del bardo inglés muy libremente hilvanadas y trufadas con guiños locales y disparatados, gags, cambios de identidad, entradas, salidas, carreras... Sanzol planteó el montaje como un juego en el que los personajes se mueven por su necesidad de ese afecto que da título a la obra. Y es que además de humor, la historia tiene moralejas. Primero la necesidad de arriesgarse para amar de veras. Y segundo, un alegato en favor del entendimiento entre los dos sexos. "Tiene algo de parodia, quería reírme de aquellos que ven el mundo dividido por sexos, porque yo nunca he entendido esa división", dice rotundo. "No veo cuál puede ser la razón de esa separación existente que denuncia mi obra, que aboga por una visión unitaria y holística del ser humano".
Pero ya sea trabajando la comedia, haciendo versiones de clásicos como Edipo Rey o en sus profundas estampas biográficas, dedicadas a dos traumas recientes, la ruptura con su pareja en La respiración, ganadora del Premio Nacional de Literatura Dramática en 2017, y la muerte de su padre en La calma mágica, Sanzol tiene una conexión especial con el público que el propio director no sabe, ni quiere, explicarse. "La razón por la que conecto es un misterio, ninguno de mis compañeros la conocemos. Los dramaturgos intentamos dar forma a las cosas que no se ven, a lo que la sociedad puede estar sintiendo pero no acaba de definir. A través de los personajes y las historias damos forma a los conflictos que está viviendo la sociedad". Su nueva aproximación a esta realidad ya tiene nombre y fecha. El 17 de mayo el director estrena en el Teatro Kamikaze La valentía, una obra donde vuelve a escarbar en sus episodios biográficos más profundos, en este caso, un cisma familiar provocado por la venta de la casa tradicional que Sanzol define como "una comedia de enredo sobre tres peculiares parejas de hermanos en la que se ponen en juego valores esenciales de las relaciones de familia".
La cena de esta duodécima edición tuvo lugar, como cada año, en el Teatro Real y, siguiendo las leyes que dicta el sistema Goncourt, la actriz Celia Freijeiro anunciaba los nombres de los candidatos que se iban cayendo de la lista hasta quedar frente a frente el propio Sanzol y la actriz Irene Escolar, experta en estas lides (ya fue finalista hace dos años junto a la postre vencedora Aitana Sánchez-Gijón), nominada por su papel el Vania, obra estrella de la noche con tres integrantes en la lista. Tras las primeras rondas, en las que se fueron tachando los nombres de Denise Despeyroux, directora y autora de Un tercer lugar; José Luis Gómez, actor y director de Celestina; Pablo Messiez, director de He nacido para verte sonreír; Luis Luque, director de La cantante calva; Natalia Millán, actriz de Billy Elliot; Andrés Lima, director de Las brujas de Salem y Àlex Rigola, director de Vania, el panorama se fue despejando. La siguiente eliminatoria descartó a Israel Elejalde, que presentaba su tercera nominación consecutiva por su trabajo actoral en Ensayo, y a María Hervás protagonista de Iphigenia en Vallecas; con lo que el cerco se fue estrechando hasta quedar una terna compuesta por los dos nombres arriba citados y el de Luis Bermejo, que estrenaba palmarés por su espectacular encarnación de la evolución de emociones radicales en Vania. Pero finalmente la estatuilla cayó en manos de Sanzol, que en esta ocasión presentaba una sólida candidatura que ya sonaba fuerte desde el principio de la noche.
El nombre de uno de los puntales del Teatro de la Ciudad se suma a la nómina de los ganadores en las anteriores ediciones, formada por Juan Echanove, Angélica Liddell, Juan Mayorga, Nuria Espert, Francisco Nieva, Carmen Machi, Miguel del Arco, Carlos Hipólito, Concha Velasco, Aitana Sánchez-Gijón y Ernesto Caballero.
Como viene siendo habitual año tras año, el evento reunió a numerosas personalidades del mundo de la cultura, la política y la empresa, destacando por supuesto nombres del teatro como Núria Espert, Paloma Pedrero, Juan Mayorga, Clara Sanchis, Carlota Ferrer, José Sacristán, Paco Bezerra, Borja Ortiz de Gondra, Ernesto Caballero y Blanca Marsillach , entre otros. De la política acudieron Luis Cueto, coordinador general de Alcaldía del Ayuntamiento de Madrid, Jaime de los Santos, Consejero de Cultura de la Comunidad de Madrid, y Pablo Casado, vicesecretario general de Comunicación del PP. También asistieron el filósofo Javier Gomá, el director de cine Manuel Gutiérrez Aragón, la escritora Carmen Posadas, la cantante Julia de Castro y los actores Fernando Tejero y Amaia Salamanca. Recibieron a los invitados, el presidente de El Cultural Luis María Anson, el presidente de Unidad Editorial, Antonio Fernández-Galiano, el director del diario El Mundo, Francisco Rosell y Blanca Berasátegui, directora de El Cultural.
Presidido por el jurista y dramaturgo Antonio Garrigues Walker, el jurado de esta edición del Premio Valle-Inclán ha estado formado por el académico de la RAE y presidente de El Cultural, Luis María Anson; el redactor jefe de Cultura de El Mundo, Manuel Llorente; el subdirector de programación cultural de la Comunidad de Madrid, Ruperto Merino; el abogado y periodista José María García-Luján; la periodista de RNE, Paloma Zuriaga; los productores de teatro Mariano Torralba y Robert Muro; la periodista colaboradora de El Cultural y editora, Liz Perales; el crítico y poeta Jaime Siles y el profesor Eduardo Pérez Rasilla y el crítico Javier Villán.