La neoyorquina puesta en escena de Xavier Albertí

No resulta cómodo ver Islandia, obra de Lluïsa Cunillé que el Centro Dramático Nacional presenta el martes 12 en el María Guerrero, tras su estreno en el Teatro Nacional de Cataluña. Propone al espectador un delicado ejercicio de introspección: volver a los quince años y ver qué queríamos ser entonces para contrastarlo con lo que somos ahora. En la obra ese retorno lo hace un exbanquero islandés de 40 años con cierta comezón en la conciencia por haber sido parte del voraz engranaje financiero que propició la crisis de 2008. De vuelta a su adolescencia, lo encontramos en Nueva York buscando a su madre, de la que no sabe nada desde hace años.



"Cunillé regresa al tema del apocalipsis, entendida esta como el fin de una época y el nacimiento de otra", explica a El Cultural Xavier Albertí, que ha dirigido 27 espectáculos de la esquiva (huye de los focos como de la peste) autora catalana, ganadora del Premio Nacional de Literatura Dramática en 2010. "Para que el tránsito se complete con éxito es necesario encontrar a un hombre puro", añade. Y eso es lo que representa este muchacho errabundo (encarnado por Abel Rodríguez) que deambula por Harlem, el Bronx, Chinatown… "El paradigma de la pureza entronca con el Parsifal wagneriano, con las leyendas artúricas y otras islandesas", advierte Albertí, director del TNC. Pero estas referencias culturalistas no son ni mucho menos las únicas que están en los cimientos del texto. El accidentado itinerario por Nueva York (por estaciones de metro, calles marginales, hospitales, Wall Street…) trasluce pasajes y paisajes de Poeta en Nueva York de Lorca, Manhattan Transfer de John Dos Passos, América de Kafka…



Cunillé ‘reincide' en otra de sus preocupaciones recurrentes: los sufrimientos de las víctimas de las arbitrariedades y la falta de escrúpulos del poder. La crisis se concibe como una usurpación de bienes que van más allá del dinero, adentrándose en el patrimonio ético de cada persona. Cunillé, sin embargo, evita el maniqueísmo. "No señala a los malos y ensalza a los buenos", aclara Albertí, embarcado este año en una intensa tournée de apostolado ‘cunilliense' por Estados Unidos, Italia, Suiza… "Su teatro es siempre ambiguo pero nunca impreciso, que es una diferencia que tomó de Luis Rosales. No da soluciones pero abre espacios de reflexión. No es salvífico pero sí es curativo porque ofrece instrumentos para cultivar el autoconocimiento y para tomar decisiones fundamentadas en él. Es político pero no documental. Y partiendo de la realidad trasciende el realismo".



@albertoojeda77