Un momento de El alcalde de Zalamea

A Miguel Nieto le costó castigarse duramente el hígado reunir el primer elenco de la representación popular de El alcalde de Zalamea en el pueblo que da nombre a la obra de Calderón. Apellidado, por cierto, De la Serena, como todos los de esa comarca pacense. Al director teatral le había contratado el ayuntamiento por mediación de la Junta de Extremadura para poner en marcha este acontecimiento escénico, que cumple este jueves 25 años. "Iba a los bares buscando a la gente que por su físico y su carácter podía encarnar mejor a los personajes. Al principio casi nadie lo veía claro. Teatro clásico, actuar, recitar en verso... Demasiado complicado todo. Pero a medida que íbamos bebiendo la actitud cambiaba y se mostraban más dispuestos a embarcarse en el proyecto", explica Nieto a El Cultural.



Nieto seleccionó 185 personas. Pero, según el plan que le había marcado el ayuntamiento, el elenco debía quedarse en 25 actores. Así que continuó cribando hasta bajar a esta cifra. Los descartados, sin embargo, se quedaron algo apenados y le propusieron participar, aunque fuera como meras comparsas. Ofrecían sus servicios de balde. Y Nieto no pudo echar por tierra tanta ilusión. Decidió incorporarlos aunque eso supuso que el presupuesto se elevara. "Pedí diez millones de pesetas para hacerlo pero finalmente me dieron ocho. De ese dinero debía sobrar algo para mi remuneración pero, al incluir tantos intérpretes, todo creció y me lo acabé gastando todo". Salió comido por servido. Recuerda incluso que se tuvo poner en contacto con el Festival de Mérida para que le prestaran los focos. Pero todo funcionó y el montaje cuajó, y caló.



Con los años ha seguido creciendo, mucho. Ahora plantan un macroescenario en la plaza de Constitución de casi 100 metros de largo y 50 de profundidad, con 11 espacios escénicos. En las gradas caben cerca de 2000 personas. Y son casi 750 actores los que saltan a la palestra, entre los protagonistas, los niños, los soldados y los extras. A los que hay que sumar otros 50 entre técnicos, iluministas, sastres... "Lo bueno de este Alcalde de Zalamea es que a los caballos no se les escucha en una grabación. Aquí saltan, galopan y relinchan varios de verdad. También burros y rebaños de ovejas". Tampoco se escatiman los pasajes de acción, como la pelea de los tercios con los villanos, que intentan impedir que los primeros liberen a Álvaro de Ataide, retenido por Pedro Crespo para ajusticiarlo por la violación de su hija Isabel. Estas escenas de capa y espada han sido coreografiadas por Jesús Esperanza, que fue entrenador de la selección española de esgrima.







Nieto ahora dispone de 120.000 euros para poner en marcha este mastodóntico engranaje, que concita cada año mayor interés. En cincuenta kilómetros a la redonda hace ya varias semanas que no hay ni un hueco en hoteles, hostales, pensiones, fondas, ventas y establecimientos derivados. Viene gente de toda España y curiosos foráneos enamorados de Calderón, como un profesor indio de hindi que tradujo a esta lengua El alcalde de Zalamea. "Lo que nosotros hacemos es levantar un monumento cada año a Calderón y nuestro Siglo de Oro. Es una fiesta popular en la que la gente disfruta con el teatro y la cultura y en la que no hace falta soltar ni vaquillas, ni toros...", señala Nieto. El objetivo de los organizadores es ahora que estas representaciones se cataloguen como Fiesta de Interés Cultural. Más allá del sello oficial, no hay duda de que lo es.



Los días de función el pueblo se convierte en un trajín incesante de decenas de cómicos interpretando sketches relacionados con la pieza calderoniana. Se apuestan en calles, plazas, rincones... y van preparando el terreno para la representación central, cuyo final tampoco agota la actividad escénica. Esta se traslada al Mesón de Crespo, donde las compañías de la zona siguen haciendo de las suyas hasta bien entrada la madrugada, frascas de vino y viandas de la tierra mediante. Son cuatro jornadas donde el teatro entra en bucle, para regocijo de propios y extraños. El elenco amateur también se nutre de los naturales del pueblo emigrados a las grandes ciudades del país: Madrid, Valencia, Palma, Barcelona, Bilbao... Vuelven y se embuten los ropajes barrocos con naturalidad. "La gente del pueblo lo vive con mucha ilusión. Se entregan", apunta Nieto.



Sólo hay una franja de edad en la que su banderín de enganche teatral no funciona. La que va desde 11-12 años hasta, más o menos, los 30. "No sé muy bien por qué pero me cuesta reclutar jóvenes de esas edades. Supongo que están a otras cosas y no tienen tiempo para el teatro. Aunque hay mucha diferencia entre la respuesta de los jóvenes con estudios y los que no los tienen. Los primeros sí suelen mostrar interés", explica Nieto. Es un problema que se encuentra en todos los pueblos donde ha hecho este tipo de representaciones 'masivas', porque Nieto se ha convertido en una suerte de especialista en esta fórmula, que ha empleado en la Puebla del Río (con un montaje sobre la fundación del municipio por Alfonso X el Sabio), Móstoles (ensalzando su temprana rebelión contra la ocupación francesa), Alba de Torres (reflejando la huella de Santa Teresa de Jesús, que murió allí)...







De todas formas, Nieto decidió desde el principio utilizar una adaptación del texto original firmada por Francisco Brines, que, dice, "es más fácil de asimilar para los actores". El poeta valenciano les dio su consentimiento para utilizarla gratuitamente, algo que no evitó que la SGAE les reclamase una cantidad astronómica hace unos años, abriendo un conflicto que tuvo mucho eco mediático. Se negaron a pagar y al final les dejaron de dar la tabarra. Aparte del permiso de Brines, esgrimieron la norma que faculta a las compañías de aficionados a subir a escena una obra sin pagar más de 90 euros en concepto de royalties.



Nieto, que terminó afincándose en Zalamea y se casó con una de sus mujeres (hoy es su ayudante de dirección), se aparta de Calderón en un detalle clave. El dramaturgo áureo cuenta que el capitán violador es ejecutado en el garrote vil en la casa consistorial. Pero en el pueblo siempre se ha dicho que Crespo le ahorcó de una viga en su casa. "Me debía someter, claro, a esta versión de los hechos sino quería entrar en conflicto con los lugareños". El resultado, en cualquier caso, es el mismo: un hombre que hace valer su honra frente a un rufián rijoso y miserable. Un hombre que impone la ética de la venganza.



@albertoojeda77