Los materiales se enredan en El presente de Antonio Ruz. Foto: Laura Ortega

Tras el éxito de Electra en el BNE, con la que abrió el Festival de Mérida, Antonio Ruz (Premio Nacional de Danza 2018) lleva Presente a los Teatros del Canal con escenografía de Paco Azorín. Un viaje sensorial con los ritmos del cuerpo.

Pulso musical y capacidad para abordar diferentes lenguajes. El jurado del Premio Nacional destacó estas dos cualidades a la hora de reconocer a Antonio Ruz (Córdoba, 1976), junto a Olga Pericet, con el galardón de este año en el apartado de Danza. Puede decirse que en buena medida lo ha conseguido gracias a su trabajo en la Electra que coreografió para el Ballet Nacional de España. La formación liderada por Antonio Najarro la estrenó en diciembre del año pasado en el Teatro de la Zarzuela y abrió el Festival de Mérida. "Electra está todavía muy presente en mi día a día -señala Ruz a El Cultural-. Ha sido un desafío en el que me he dejado la piel durante dos años y que nos ha dado muchas satisfacciones, giras incluidas".



"Hoy sentimos que el tiempo se nos escapa. En la danza cada instante es especial, cada acción muere mientras empieza otra"

Pero donde celebrará el merecido Premio Nacional será en los Teatros del Canal a partir de este viernes, 19, con Presente, un montaje más íntimo e introspecivo en el que, a través del movimiento, realizará una indagación en torno a la volatilidad del tiempo y su carácter efímero: "Llevaba años con ganas de abordar este tema. Después de una propuesta tan teatral como Electra me atraía volver a la abstracción, a los ritmos del cuerpo, al ser humano de nuestro tiempo...". En Presente nos encontramos un taller mutante en continuo proceso de construcción. Ruz se enfrenta a un ritual en permanente cambio.



Sabor a instalación

Sobre el escenario se sucederán imágenes simbólicas creadas por cinco cuerpos (pertenecientes a Victoria Pérez Miranda, Melania Olcina, Maureen López, Indalecio Seura y Alejandro Moya) que se enredarán con materiales escogidos a conciencia. La música, una vez más, será parte esencial de una dramaturgia que terminará convirtiéndose, según el coreógrafo, en un viaje sensorial, casi filosófico: "Existe cierto sabor a instalación con una estética que va de lo psicológico a lo simbólico".







Para estudiar este Presente, Ruz ha investigado en el trabajo del artista húngaro Moholy-Nagy del movimiento Bauhaus y de la pintura metafísica. Junto a Paco Azorín, el coreógrafo ha creado un "espacio mental" que completa con un vestuario con toques orientales (firmado por Anne-Cécile Espinach) y una luz que Olga García ha convertido en "un personaje más".



Ruz cita a Paul Valéry y su Filosofía de la danza para explicar los pilares de este trabajo: "La danza no es más que una forma de tiempo, hecha de energía actual. Bailar es conectarse espiritual y físicamente con el presente, que es algo efímero y a la vez eterno. Cada instante es especial, cada acción muere mientras empieza otra. Hoy en día sentimos que el tiempo se nos escapa de las manos. De esa velocidad y ansiedad habla la obra".



Ruz, que prepara con Alfredo Sanzol una coreografía para una nueva versión de la zarzuela El barberillo de Lavapiés, reconoce haber tenido influencias artísticas de Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola pero muy especilmente de Sasha Waltz, la coreógrafa y bailarina alemana con la que colabora de forma asidua: "Fomentó mi creatividad como bailarín y me sigue apoyando como coreógrafo. El trabajo en los museos, con compositores y orquestas increíbles, las colaboraciones con artistas, el trabajo con el Ballet Mariinski... Ha sido un gran máster".



@ecolote