Cecilia Bartoli. Foto: Uli Weber
El ciclo Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo se viste de gala este lunes con ocasión de la visita, para un concierto en verdad extraordinario, de la archifamosa mezzosoprano italiana Cecila Bartoli, desde hace años empresaria de ella misma y planificadora de todas sus actividades, frecuentemente abiertas a permanentes recuperaciones musicológicas de otros tiempos o a la reedición de obras ya conocidas. Sucede ahora con La cenerentola de Rossini, ópera que ha resucitado en busca de antiguas esencias, un proyecto nacido en 2016 gracias a su impulso y al apoyo de la Ópera de Montecarlo.Lo que partía de otra iniciativa: la creación de una orquesta barroca, bautizada como Les Musiciens du Prince. Con ellos ha realizado la cantante varias giras. Y con ellos viene a Madrid y Barcelona (el jueves, en el Palau de la Música) para ofrecer, en versión semiescenificada, esa jugosa obra del Cisne de Pesaro, un prodigio, según Alberto Zedda, autor de la moderna revisión de la partitura, que sigue y encumbra las pautas del mejor Rossini: cadencias perfectas, sencillos intervalos diatónicos, diseños rítmicos evidentes, breves y repetitivos, escalas, arpegios, grupetos, apoyaturas, trinos... y los inevitables y característicos crescendi. En realidad, toda la parafernalia vocal e instrumental propia y acostumbrada del compositor.
Será de nuevo una gozada ver desenvolverse a la cantante en este terreno que tan bien conoce y en el que se evidencian sus principales virtudes. Lo fundamental en ella es, qué duda cabe, más que el timbre vocal, el de una mezzo lírica o aguda de tinte más bien oscuro, o que el volumen, más bien corto, el arte para controlar el aire y administrarlo con una sabiduría singular. Lo que equivale a decir que trabaja impecablemente uno de los resortes esenciales del arte de cantar, el músculo básico, el diafragma.
Bartoli trae a un reparto muy profesional, especialista en el métier, encabezado por el ya consagrado Dandini del veterano Alessandro Corbelli, un barítono bufo de amplio espectro, un continuador de técnicas, efectos y expresiones del gran Sergio Bruscantini. Otro experto, de carrera inagotable, que mantiene la voz milagrosamente en su sitio, será Don Magnifico, el padrastro. Don Ramiro estará en la voz del joven tenor uruguayo Edgardo Rocha, lírico-ligero claro, de amplia extensión y agudo fácil. Al frente de todos y del Coro masculino de la Ópera de Montecarlo Gianluca Capuano.