Cuarteto Casals. Foto: Josep Molina

La música en los últimos 20 años

Recordar la situación de la música en España en 1998 y compararla con la de 2018 arroja un revelador contraste, sobre todo en el género de cámara, donde nuestro país se ha homologado con históricas potencias europeas. Dos cuartetos de cuerda, el Quiroga y el Casals, que también acaba de cumplir 20 años, son los máximos representantes de este hito.

¡Qué distinto el panorama de la música en España en 1998, cuando nació El Cultural, del de 2018! ¡Qué dos fotografías tan contrastantes! El cambio en el terreno orquestal, en el de la música antigua, en el de la contemporánea, por no hablar del de la enseñanza, ha sido enorme. Se resume, fácilmente, en una frase: en materia de música, España ha salido definitivamente del estado de postración en el que llevaba siglos instalada. Hoy es un país europeo como casi cualquier otro, lo que ya es muchísimo decir.



El cambio afecta a todo, pero donde el contraste es tal vez más intenso es en la música de cámara. La situación camerística española era tan triste como lo venía siendo desde siempre. Salvo por el sorprendente hecho de que de España (de Cádiz) le hubiera llegado a Joseph Haydn un encargo camerístico (Las siete palabras), el género seguía pareciendo inaccesible a los oídos españoles. El único signo de esperanza era que, en 1998, llevaba ya cinco años en marcha el Liceo de Cámara, un ciclo de conciertos que había puesto en marcha la Fundación Caja Madrid y que, a base de invitar repetidamente durante varias temporadas a los mejores cuartetos de cuerda del momento, acabaría consiguiendo crear un público abundante, fiel y entendido. El Liceo de Cámara logró ponerse a la cabeza de Europa, que es como decir, del mundo, en su campo. Hoy continúa vivo bajo el paraguas del Centro Nacional de Difusión Musical y con una indicación de actualidad (XXI) añadida a su nombre.



Paralelamente a este florecimiento de la recepción, la cámara española experimentó en esta misma época un extraordinario desarrollo en el campo de la interpretación. Cuartetos de cuerda españoles ha habido unos cuantos a lo largo de los años, el Cuarteto Francés, el Renaixement de Eduardo Toldrá, la Agrupación Nacional de Música de Cámara, el Cassadó, el Arcana y otros tantos, algunos de ellos verdaderamente heroicos, pero ninguno había alcanzado el punto de maduración artística que les permitiera presentarse, digamos por ejemplo, en Londres, Viena o París, tocando Schubert, Haydn o Beethoven con éxito.



Cuarteto Quiroga. Foto: Igor.Cat

Eso es, precisamente, lo que empezó a suceder hace 20 años, cuando salieron a la palestra dos cuartetos españoles, primero el Casals y poco después el Quiroga, que están hoy recorriendo triunfantes los teatros del mundo. El Cuarteto Casals acaba de celebrar su 20 aniversario. La importancia de este cambio en el panorama camerístico español es imposible de exagerar. Para muchos, entre los que me cuento, no hay un género musical más importante en casi todos los sentidos, ni más exigente, que el de la música de cámara. Que España haya sacado la nariz del agua en este aspecto es un síntoma de lo que ha hecho también en muchos otros. En este mismo tiempo ha ocurrido otro cambio parecido, que fue provocado por idéntico agente cultural, tristemente desaparecido: la Fundación Caja Madrid, cuyo programa musical lideraba entonces Antonio Moral. Me refiero al Ciclo de Lied, que en estos dos decenios largos ha traído a España a todos los cantantes, casi sin excepción, que han tenido algo que decir en el género de la canción de concierto alemana, que es, al igual que el de cámara, una joya de la cultura occidental.



La melodía integradora

¿Y la tercera foto? En 2028, cuando El Cultural cumpla 30 años, todo rozagante y vigoroso, estoy seguro, el asunto que nos tocará analizar por encima de otros será el del alcance de la música. Adónde llega, a quién, para qué, de qué manera, con qué efecto. En esa tercera foto no miraremos otra cosa. La música, toda ella, tiene un potencial de transformación personal y social como casi ninguna otra actividad humana. Nada nos mueve tanto como la música; la cuestión es hacia dónde.



El gran desafío actual de teatros, conservatorios, orquestas y grupos es acercar la música a la gente"

Sacerdotes de todas las religiones han usado la música para poner a los oyentes mirando hacia sus respectivos dioses. Oficiales de recluta de todos los ejércitos la han usado para arrancar a los jóvenes de sus familias y hacerles caminar, sonrientes y cantarines, hacia los campos de la muerte y, metidos ya en la batalla, la música de pífanos, tambores y gaitas, por no sé qué extraño poder, les ha impedido desertar ante las bayonetas enemigas.



Pero ese mismo encantamiento puede tener también efectos admirables. Me contaba ayer mismo el director de la Escuela de Música de Leipzig que sus conciudadanos están asustados por la llegada de inmigrantes, que no hablan el idioma y no comparten sus valores. Pero él tiene en la escuela una proporción mucho mayor de extranjeros que vienen de lugares como China, Corea o Japón y culturas bastante más lejanas que, sin embargo, se sientan juntos a tocar Mozart o Beethoven sin el menor problema. "Ahí hay algo que la escuela puede darle a mi ciudad", decía. No tengo ninguna duda de que la música tiene que ir por ahí. O, dicho de otra manera, más le vale ir por ahí. ¿Qué harán -qué están haciendo ya- las orquestas, los teatros de ópera, los conservatorios, los grupos y los músicos independientes, para acercar la música a la gente? Ningún otro de los desafíos que crean tener es más importante que este.