Anna Jordan. Foto: B.C.

El British Council se ha propuesto paliar un déficit escénico antiguo: el escaso intercambio entre las tablas españolas y británicas. Esta temporada se están volcando en la exhibición del trabajo de los creadores de allí aquí. Más adelante el camino será el inverso. Gracias a este impulso, el Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid y Temporada Alta de Gerona han contado con numerosas aportaciones inglesas: Forced Entertainment, StopGAP dnace, Bertrand Lesca y Nasi Voutsas, Nassim Soleimanpour, la compañía 1927... Aparte de presentar sus montajes, han ofrecido talleres de formación para profesionales del sector sobre el papel social del teatro, su proyección política, la posición del actor en el engranaje escénico... Además, el ciclo Read/Play/Meet/Repeat, organizado en colaboración con Bella Batalla, Esto Podría Ser y el Teatro Kamikaze, convoca cada mes a un dramaturgo británico para trabajar sus textos (la mayoría inéditos en nuestra lengua) con actores y directores españoles. La segunda invitada en visitar nuestro país tras Ché Walker ha sido Anna Jordan, una de las voces que más está haciendo por agrietar la tiranía shakesperiana en las salas de su país con propuestas novedosas y diversas.



Pregunta.- ¿Cuáles son los temas principales que ha abordado durante su taller?

Respuesta.- En el taller hemos trabajado un proceso que suelo llamar escritura libre. Es decir, sin edición. Es una fórmula muy útil cuando estás bajo la presión de plazos de entrega apremiantes, y para vaciar tu mente y poner negro sobre blanco todo lo que sale de ella. Es una manera también de descubrir los temas que te interesan desarrollar. Y hemos trabajado sobre dos obras mías, Freak y Yen, ambas con personajes adolescentes muy potentes que tienen que hacer frente al convulso mundo actual.



P.- Usted originalmente se formó como actriz pero luego decidió convertirse en dramaturga y directora. ¿Qué le empujó a tomar esa decisión?

R.- La verdad es que porque no conseguí que me contrataran apenas como actriz. Era realmente frustrante ir a una audición tras otra y que no te cogieran para el papel. Más todavía porque me había formado en LAMDA, una de las mejores escuelas dramáticas del Reino Unido, pero luego comprobé que eso no era una garantía de nada. Fue al escuchar las historias de unas familias que vivían en una torre abandonada cuando decidí contarlas mediante una dramaturgia, tras una larga investigación. Luego también me animé a dirigir aquel proyecto. Lo disfruté mucho y le cogí el gusto a ese tipo de trabajo, más que a actuar. Ese fue el punto de inflexión.



P.-¿Suele dirigir todas las obras que escribe?

R.- No, hoy ya no. Al principio sí lo hacía, en los tiempos de la autoproducción, cuando todavía no tenía una estrecha relación con los teatros y no recibía encargo. Tenía mi propia compañía. Pensaba que en el futuro también iba a ser así. Pero la cosa ha cambiado y creo que para bien. Es crucial que a tu voz se añada otra diferente que la enriquezca y en la que puedas confiar. La colaboración es la clave para hacer teatro del bueno. Así que ahora evito dirigir mis obras, pero eso no significa que no lo vaya a hacer más adelante.



P.-¿Y no echa de menos el vértigo de subirse a las tablas y actuar?

R.- Diría que no pero, como dije antes respecto a la dirección, no descarto que algún día pueda volver hacerlo. De momento, la escritura me ofrece suficientes estímulos.



P.- Aparte de escribir teatro, también ha escrito el guion de Succession para la HBO. ¿Cambia mucho la manera de escribir? ¿En qué sentido?

R.- Es una interesante cuestión porque sí, es muy diferente. En televisión hay mucha más gente y dinero implicada en los proyectos. Todo el tiempo te tienes que coordinar con el responsable del guion y con el resto del equipo. Otra diferencia es que en televisión no tienes tantas limitaciones como en teatro, y menos trabajando con la HBO. Por eso se puede decir que la historia es lo más importante, por encima de otros condicionantes. Pero escribir en ambos terrenos es un desafío, cada uno con sus características.



P.- En su trayectoria se aprecia una vocación muy marcada de combinar la música y el teatro. ¿Se plantea alguna vez trabajar en el universo lírico?

R.- [Ríe] No, no. Pues la verdad es que he intentado que me guste la ópera pero no lo he conseguido. Ahora estoy muy metida en el mundo de la música clásica pero la ópera, sinceramente, no me atrae.



P.-¿En qué está trabajando en la actualidad?

En una adaptación de Madre coraje de Brecht para el Royal Exchange de Manchester que se estrenará en febrero.



P.- Siente fijación (¿obsesión?) por Chejov. ¿Qué es lo que más le interesa de él?

R.- Él escribió magistralmente sobre nuestra indecisión e incapacidad para dar un golpe de timón en nuestras vidas. Y todos sus personajes siempre me resultan muy auténticos. Supongo que por eso me gusta tanto.



P.-¿Cómo describiría la situación del teatro británico en la actualidad?

R.- Digamos que estamos en fase de cambios. El público demanda cada vez más diversidad. En todos los sentidos: en las historias, en la manera de contarlas, en las personas que las cuentan y en las que las ven. Pienso por ejemplo en Barber Shop Chronicles de Inua Ellams, una obra sobre las historias de negros en una barbería que fue representada en el National Theatre, básicamente para un público blanco. Fue un momento de realización para la comunidad teatral. Porque no se trata sólo de lo que cuentas sino de quien lo recibe. Esa es la manera de cambiar el estado de cosas. Las mujeres, por ejemplo, siguen infrarrepresentadas en la cartelera, en el plano de la escritura y la dirección. Pero, bueno, eso también está empezando a cambiar.



P.- Creo que, de hecho, mucha gente allí está saturada de tanto Shakespeare. ¿Es así?

R.- Sí, a mí personalmente ya me aburre. Por supuesto, no niego su brillantez, pero es que su omnipresencia acaba haciéndolo aburrido.



@albertoojeda77