Un momento de Lokis, de Lukasz Twarkowski. Foto: A. Vasilenko

El Festival de Otoño, que ha recuperado en esta edición su naturaleza original, circunscrita a un lapso de unas pocas semanas, vuelve a encararnos con abyecciones morales indigeribles. En su arranque, Simon Stone nos dejó rumiando de nuevo el parricidio de Medea con su versión de laboratorio y bisturí del mito griego. Y para su despedida, este sábado, Lukasz Twarkowski, aventajado discípulo de Krystian Lupa, nos introduce en la habitación del hotel de Vilna donde se cometió uno de los crímenes más mediáticos de las últimas décadas en Europa: el asesinato de la actriz Marie Trintignant a manos del cantante Bertrand Cantat. La golpeó en la cabeza repetidamente, al parecer envenenado por los celos.



No hacemos un jucio sobre su culpabilidad, sino sobre la imagen del monstruo creada por los medios". Lukasz Twarkowski

Twarkowski desembocó en este trágico suceso mientras preparaba una adaptación teatral de Lokis, la novela fantástica y de terror de Prosper Mérimée, que de hecho da título al espectáculo que presentará en los Teatros del Canal. "Me interesaba la idea de construir en escena un thriller piscológico pero, después de leer el texto varias veces, me di cuenta de que no era suficiente. El bloqueo lo superé porque la trama de Lokis me recordó la historia de Cantat y Trintignant. Él confesó en una entrevista que lo peor de todo fue convertirse en un símbolo de la violencia contra las mujeres. Por supuesto, nosotros no hacemos un juicio sobre su culpabilidad, sino que reflexionamos sobre la imagen creada por los medios de comunicación: la de un monstruo".



La conexión con la novela de Mérimée deriva de que esta presenta a un hombre del que se sospecha que es mitad humano y mitad oso (lokis, por cierto, significa oso en lituano). La asociación con el vocalista galo, sin embargo, tampoco le bastaba a Twarkowski, que al final acudió a una tercera fuente para redondear su obra. En concreto, a otra vida extrema, la de Vitas Luckus, fotógrafo asediado por la KGB, hecho que le llevó a la paranoia y el alcoholismo. Al final acabó matando a uno de sus agentes que había irrumpido en su domicilio para interrogarle y luego se suicidó tirándose por el balcón. Sus fotografías, crudas y salvajes, son un referente visual en Lituania. Twarkowski incorpora su peripecia en un falso documental que bebe en la teoría de la cultura del simulacro de Jean Braudillard.