Silvia Pérez Cruz. Foto: Cesar Lucadamo

La música se enfrenta cada día a un eterno desafío. A lo largo de la historia, los compositores e intérpretes han comprendido que la renovación de los distintos géneros resulta imprescindible para garantizar su supervivencia. La fórmula es sencilla y compleja al mismo tiempo: se trata de rescatar la tradición y adaptarla al presente para alejarla de la ortodoxia. Precisamente la canción popular, creada y consumida por el pueblo, se ha renovado prácticamente desde su origen, siendo objeto de críticas por parte de los puristas, siempre reacios a la evolución. En España, país de bandos, la música sigue siendo objeto de disputa entre inmovilistas y renovadores. Pero la mujer, siempre en el segundo grupo, lucha cada día por demostrar a los primeros que la música sería insignificante si no atendiera a un proceso de transformación.



Desde los inicios del pasado siglo, la posición social de la mujer, en desventaja aún por la imperante moral retrógrada y machista, no impidió que algunas artistas se rebelaran de la única forma que podían hacerlo. El arte -la canción popular, en este caso- sirvió como expresión a las intérpretes para lanzar un grito de rebeldía contra una sociedad que las reducía a poco más que un objeto, una 'mujer florero'. En la actualidad, artistas como María Rozalén, Silvia Pérez Cruz, Marisa Valle Roso, La Shica o María Rodés han recogido las influencias de la música popular y las han insertado en sus respectivos estilos. Desde las jotas manchegas hasta las tonadas asturianas, pasando por la copla y, por supuesto, por los ritmos latinoamericanos -bolero, tango, lambada, cumbia, bossa, habanera…-, estas compositoras son conscientes del papel fundamental que desempeñó la mujer en la evolución de aquellos ritmos y, cómo no, en la transformación de su tiempo.



De todos los géneros tradicionales arraigados en España, la copla ha sido la expresión popular más importante. Natural de Andalucía, vivió su época dorada a finales de los años 20 y principios de los 30 del pasado siglo. Lamentablemente, todavía hay quien la vincula con el franquismo, una desconsideración injustificada que no se corresponde con la realidad, pues, como argumenta el periodista Fidel Moreno en su libro más reciente, ¿Qué me estás cantando? Memoria de un siglo de canciones (Debate, 2018), "la copla era tan franquista como republicana". Aunque en realidad no era de nadie. El Régimen, que sometió a la copla bajo el estigma de la peineta y el traje de faralaes, se apoderó incluso de la terminología y la convirtió en 'Canción española'. En los años de la Transición, sinónimo cultural de vanguardia, muchos no contemplaron sus posibilidades de renovación y, en nombre del progreso, la arrinconaron.



Gracias a figuras como Lola Flores, que arrastraba la afrenta de haber cantado para el Régimen y sin embargo supo adaptarse a las nuevas fórmulas de comunicación -fue un auténtico fenómeno televisivo en los 80, a pesar de la prensa del corazón-, la copla sobrevivió y hoy goza de un nuevo esplendor.