Jordi Casanovas. Foto: David Ruano

En mitad de la polvareda levantada por el caso, Jordi Casanovas estrena el próximo viernes 25 en el Teatro Palacio Valdés de Avilés Jauría, una dramaturgia armada con los interrogatorios del mediático juicio. María Hervás encarna a la víctima en un montaje dirigido por Miguel del Arco. Desembarcará en el Kamikaze el 6 de marzo.

Jordi Casanovas (Villafranca del Panadés, 1978) es un autor poliédrico pero la línea de trabajo que más proyección pública le ha procurado es la documental. Ruz-Bárcenas fue un fenómeno popular que acabó en la gran pantalla tras su éxito en los teatros. Jauría pertenece a esta categoría. Y tiene toda la pinta de que va a movilizar de nuevo al público y a alimentar el debate. Se trata de su inmersión en uno de los casos más controvertidos de los últimos años en España: el de la Manada. Casanovas, que habla con El Cultural por teléfono desde su casa en Gerona, construye una dramaturgia a partir de las transcripciones de los interrogatorios. En el montaje armado por Miguel del Arco sobre su texto, María Hervás interpreta a la víctima. Dos nombres que acentúan el interés de un proyecto que subirá a escena por primera vez el próximo viernes 25 en Avilés y que, a partir del 6 de marzo, podrá verse en el Kamikaze.



Pregunta. ¿Qué fue lo que le empujó a escribirla?

Respuesta. Que estamos ante un caso que supone un cambio de paradigma. En él sale a relucir la educación sexual de algunos hombres y la vulnerabilidad de las mujeres en ciertas instancias judiciales. Es muy llamativo que los miembros de La Manada estuvieran convencidos de no haber hecho nada malo. Por el contrario, la víctima se sentía culpable por lo que había pasado e incluso por haberlo denunciado. Eso está cambiando.



P. Al sumergirse en el caso, ¿encontró algún detalle que le chocase?

R. Sí, muchas pequeñas cosas que parecen insignificantes pero que tienen segundos significados muy esclarecedores.



La jauría es una ficción documental porque he elegido lo que quería destacar, pero todas las palabras están sacadas de la realidad, sin añadidos"

P. ¿Por ejemplo?

R. Pues cuando les detienen en Pamplona y ellos se sorprenden muchísimo porque no tienen conciencia de haber vulnerado ninguna ley. Incluso dicen que tienen vídeos para probar que no han hecho nada. También es significativo cómo se despiden de ella, sin decir ni adiós, y eso que se supone que han tenido relaciones sexuales consentidas con ella. Revela el código moral que manejan.



P. Los jueces que vieron ese vídeo sacaron conclusiones muy dispares. Unos apreciaron sometimiento y otro simplemente jolgorio. ¿Cómo se lo explica?



R. Porque serán personas con escala de valores muy distintas. Hubo un tiempo en que la esclavitud era vista como algo normal. Casi nadie cuestionaba sacar un látigo y azotar a los trabajadores. Luego surgió un debate con opiniones encontradas y hoy la vemos como algo abominable. Yo espero que dentro de unos años ocurra algo así con hechos como estos.



P. En su obra se refleja cómo en algunos momentos los interrogatorios deben suspenderse por el ruido de las manifestaciones en la calle. ¿Cómo pudo afectar esa repercusión social en los jueces?

R. No lo sé, no puedo entrar en su psique, pero para mí era importante mostrar esa repercusión, y que se estaba produciendo simultáneamente a la instrucción del caso, sobre todo por si la obra la veía gente de fuera de España. Eso revela el cambio de paradigma del que hablaba.



P. Usted "fragmenta, reordena y reduce" los testimonios vertidos por los protagonistas en sede judicial. ¿No teme introducir un sesgo en el contenido factual de lo acontecido?

R. Sí, por eso siempre insisto en que es una ficción documental. Un autor deber tomar decisiones sobre qué destaca más o menos. Es lo mismo que hace un periodista, por otra parte. Pero esas decisiones, tomadas en el ámbito teatral, literario o cinematográfico, convierten estos trabajos necesariamente en ficción. Eso sí, yo me baso estrictamente en palabras sacadas de la realidad, no hay añadidos. No quiero hacer un juicio paralelo sino plantear preguntas que abran un debate más complejo y profundo que el que se pueda establecer a partir de los titulares más impactantes que ha generado. Por ejemplo, mostrando simultáneamente los testimonios de la víctima y los denunciados y ver cómo van divergiendo progresivamente.



La potencia de la palabra

Montaje con los protagonistas de La jauría. Foto: Vanessa Rábade

P. Al principio, en una acotación, advierte que no deben utilizarse audiovisuales en la puesta en escena. ¿Por qué?

R. Porque es algo que aprendí haciendo Ruz-Bárcenas. Entonces nos preguntábamos si podríamos meter imágenes y vídeos para aumentar el impacto pero nos dimos cuenta de que el elemento más potente era la palabra y que utilizar esos recursos traicionaba las reglas de juego que queríamos fijar en nuestra relación con el espectador.



P. En Avilés y a veces en el Kamikaze se verá en programa doble junto a otra obra suya: Port Arthur. ¿Cómo diría que dialogan ambas?

R. La jauría se basa en un caso muy conocido y Port Arthur en otro muy lejano, del que poca gente tendrá referencias en España. Y yo prefiero que el público vaya a verla así, virgen. Está construida también a partir de un interrogatorio, el de dos policías sobre un hombre al que se le acusa de un crimen y dice no recordar nada. Es un thriller apasionante porque no sabemos si este personaje realmente no recuerda, si finge, si es muy inteligente, si está loco... Así que la manera de aproximarse a cada obra será muy diferente. Espero que Jauría, aunque se conozcan lo hechos, atrape igualmente. Confío en que sí, sobre todo basándome en lo que pasó con Ruz-Bárcenas: la gente entonces se sobresaltaba en las butacas.



P. Creo que ahora está escribiendo sobre el crimen de las niñas de Alcácer. ¿Qué preguntas pretende plantear?

R. Me interesan sobre todo sus consecuencias sociales. Forman parte de una de las tramas de una obra que se titula Valenciana y se subtitula La realidad no es suficiente. Reflexiona precisamente sobre las teorías conspiranoicas que afloraron tras el crimen. Hubo una de las familias de las víctimas a la que la versión judicial no le valió. No le parecía que tanta crueldad fuera causada sólo por los dos culpables, uno de los cuales, además, se escapó. Y yo entiendo que no lo puedan aceptar, que sintieran que se estaban volviendo locos. Eso es lo inquietante.



P. ¿Y su proyecto de retratar el pujolismo cómo va?

R. Pues lo tengo en stand by. El tipo de reflexión tan matizada de la política catalana que quiero hacer no encaja con este momento: la situación actual no acepta los matices.



P. Pero ¿cuánto de lo que ocurre hoy viene de lo que se gestó bajo Pujol? R. Precisamente era eso lo que quería analizar. Pero lo que está pasando tiene poco o nada que ver con lo que planteó Pujol. Hay una ruptura tan grande que, como decía, no me permite dialogar con el ahora. Pero lo retomaré, seguro.



@albertoojeda77