Vasily Petrenko. Foto: Mark McNulty

El director ruso afronta un 2019 plagado de retos con sus orquestas, la Filarmónica de Liverpool y la Joven Orquesta de la Unión Europea. Aunque el más llamativo es el centenario de la Filarmónica de Oslo, con la que girará por España estos días junto al pianista Simon Trpceski. Hablamos con él en el Konserthus noruego.

Las dotes de comunicador son un requisito extra que cualquier director hoy debe asumir. Bernstein, tan locuaz y desenfadado en su apostolado musical, es el gran modelo, que ha tenido continuadores de tanta altura como Simon Rattle, otro habilidoso divulgador de los arcanos de la clásica. Vasily Petrenko (San Petersburgo, 1976) se maneja con mucha soltura también en ese registro. Hay que ver cómo atrapa y sostiene la atención del Konserthus de Oslo con su speech sobre la intrincada composición del Concierto para piano y orquesta n° 1 de Brahms. Durante un cuarto de hora desgrana sus pormenores técnicos, endulzando la disertación con detalles paramusicales como el presunto affaire entre Brahms y la mujer de Schumann, Clara, crucial influencia en esta pieza. Tras la introducción, la acomete con la Filarmónica de la capital noruega, de la que es titular desde 2013 (también lo es de la Real Filarmónica de Liverpool y de la Joven Orquesta de la Unión Europea, EUYO). Con la agrupación escandinava está de celebración: cumple 100 años. La efeméride la festejarán con una gira por Inglaterra y otra por España. Aquí tocan el 29 en Barcelona (BCN Clàssics), los días 30 y 31 en Madrid (Ibermúsica) y el 1 de febrero en Zaragoza. En su camerino del Konserthus charla con El Cultural de los programas de esta tournée, de los contrastes entre su labor en Oslo y Liverpool y de sus esperanzas socialmente transformadoras al frente de la EUYO.



Pregunta. Por España ‘pasearán' no sólo el Concierto para piano y orquesta n°1 de Brahms sino también el n°2. ¿Hasta qué punto acuñaron un nuevo paradigma para esta forma?

Respuesta. Lo hizo especialmente con el primero, al que dedicó cuatro o cinco años, un periodo muy turbulento en su vida. Fue la época en que conoció a Schumann, y éste le bendijo como el sucesor de Beethoven, una declaración que supuso una tremenda presión para él. Schumann murió en la fase de composición y Brahms fue testigo directo de toda su decadencia. Ese dolor se filtra en la obra. Brahms se puso a escribir una sinfonía, en la línea de la Novena de Beethoven (lo prueba su tonalidad: Re menor), seguramente condicionado por el vaticinio de Schumann... Pero duda. La cambia primero por una sonata para dos pianos y finalmente por un concierto para piano. Toda la obra tiene un aire camerístico, y eso es lo que marca una nueva pauta. El segundo es curioso por los múltiples diálogos del pianista con otros solistas, especialmente el corno, los timbales… Sigue siendo camerístico, a pesar de emplear una gran orquesta. Es un rasgo único suyo.



P. En su visita no faltará música escandinava, representada por la Quinta de Sibelius, una obra en la que se reafirmó en su clasicismo frente a las experimentaciones de sus coetáneos: Debussy, Stravinski, Schoenberg…. ¿Cómo valora esta actitud a contracorriente?

R. Sibelius es un compositor clasicista pero también único. Su manera de componer es muy particular. Alteraba, por ejemplo, el orden de los elementos de la forma sonata. Además, su orquestación suele mostrar una clara economía de medios. Tampoco presenta contrastes bruscos. Sus partituras son claras y precisas siempre. Su lenguaje armónico es posromántico. Y se aparta de Beethoven en que cada instrumento toca pocas notas. Es interesante también la discrepancia que tuvo con Mahler. Este consideraba que una sinfonía debía reflejar el mundo entero. Sibelius decía que no, que debía ser un reflejo del interior del alma humana. El suyo es un caso raro porque con treinta y pocos años tenía la vida resuelta: el Estado finlandés le concedió una pensión vitalicia al considerarle ya una gloria nacional. Quizá por eso dejó de componer y empezó a viajar y a beber.



A los políticos hay que hacerles saber que la cultura es un patrimonio eterno que trasciende sus mandatos "

P. Sus conciertos en España se enmarcan en la celebración del centenario de la Filarmónica de Oslo. ¿Cuáles son sus principales virtudes?

R. Su sonido es típico del norte de Europa, con una sección de cuerdas muy clara y directa. El metal, aunque es potente, no es muy fuerte. Además, la orquesta refleja también esa pasión noruega por la naturaleza. Y aunque el tópico diría que es un conjunto frío, su sonido transmite mucha pasión. Y tiene un largo pasado a su espalda, en el que sobresalen figuras como Mariss Jansons.



Jansons es precisamente uno de los mentores que le ahormaron. "De él aprendí el respeto máximo a cada orquesta y cada músico, porque el director no es capaz de tocar ningún instrumento como ellos, ni de lejos", señala Petrenko, que habla en un español de una fluidez muy espontánea, valiosa adquisición de sus años como Principal Director Invitado de la Sinfónica de Castilla y León. Tampoco olvida el gran consejo de Solti: "No permitas nunca que la música deje de ser un hobby en tu vida". Ni la estabilidad de Termirkanov ni la simplicidad de Esa-Pekka Salonen.



De las tinieblas a la luz

Pero la experiencia que más le marcó fue un contraste extremo. Cuenta que con sólo 6 o 7 años fue a uno de los conciertos de Mravinsky en San Petersburgo y que sintió una profunda conmoción ante tanto tenebrismo y gravedad. Aquel horror se lo sacudió poco después Bernstein y la Filarmónica de Nueva York, a los que vio también en su ciudad natal, en una de sus primeras visitas a la Unión Soviética. "Aquello era puro juego, puro gozo, pura diversión".



P. ¿Fue difícil crear una personalidad artística propia bajo la férula de todos estos tótems?

R. Yo soy politeísta, rezo a varios dioses. Y cojo de cada uno de ellos lo que me funciona. Pero sin copiar, haciéndolo propio.



P. Es el director titular también de la Filarmónica de Liverpool. ¿Cómo distribuye su tiempo y sus esfuerzos entre ambas formaciones?

R. Casi al 50%. Les dedico a cada una entre 12 y 14 semanas, más las giras.



P. ¿Y el trabajo que desarrolla en ambas es muy diferente?

R. Sí, lo es, pero a la vez es complementario. El repertorio cambia un poco porque en cada país hay unos compositores más populares que otros. Pero en ambas intento transmitir el deseo de mejorar cada día y de sentir la música como un arte vivo, que progresa y que tiene mucho futuro. Su gran belleza es que una partitura nunca suena igual en dos conciertos. Es siempre única. La diferencia sustancial es la estructura y la mentalidad. En Inglaterra todo es mucho más rápido. Creo que las orquestas inglesas son las más trabajadoras de todo el mundo. Aquí en Noruega el funcionamiento diario es más rígido, sobre todo el tema de la fechas y el poder que tienen los músicos para elegir el repertorio. Es un reflejo del sistema de gobierno de Noruega, considerado como una de las versiones más logradas de la democracia.



Otra de sus altas responsabilidades es la titularidad de la EUYO, que hace un par de años estuvo a punto de ser desmantelada por las carestías presupuestarias, hasta que Rattle y otras prominentes figuras pusieron el grito en el cielo, alentando campañas de protesta que consiguieron su salvación. "Ahora está en un buen momento. Los problemas financieros ya no son acuciantes. Están surgiendo muchos contratos, no sólo dentro de la Unión Europea. Vamos a ir Ammán, a China, Estados Unidos… Aunque ahora tenemos que cambiar de sede por el Brexit: de Londres nos trasladamos a Ferrara, la ciudad de Abbado", explica Petrenko sin apresurarse, a pesar de que uno de sus asistentes entra en el camerino y le indica que ya va siendo hora de saltar al escenario. "Es una organización que es un ejemplo para Europa: el de trabajar juntos para alcanzar objetivos comunes. Y haciéndolo con placer y pasión".



P. ¿Y qué va a pasar con los músicos británicos que forman parte de ella?

R. Se ha acordado que en los próximos tres o cuatro años tras el Brexit se excluya el acceso de nuevos músicos británicos pero los que ya están dentro se quedan. Lo que pase después está en el aire.



P. En noviembre la dirigió en un concierto conmemorativo del centenario del fin de la Primera Guerra Mundial, delante de 60 jefes de Estado, incluidos Macron, Trump, Putin, Merkel… ¿Cómo fue la experiencia?

R. Muy emocionante por el mensaje de paz que se transmitió. También fue interesante hablar en la distancia corta con todos estos gobernantes. Ahí da la impresión de estar ante personas normales. Son más agradables que en televisión y su tono resulta más personal. Es importante hacerles saber la importancia de la cultura como instrumento para entender mejor el mundo y que sepan que es un patrimonio que trasciende sus mandatos. Ellos se van, el arte, por el contrario, es eterno. [Petrenko, sintomáticamente, salta al inglés cuando la conversación cruzó el umbral de la política, buscando una mayor exactitud en sus declaraciones].



P. ¿Habló con Putin? ¿Qué piensa de su gestión al frente de su país?

R. Sí, sí, hablé con él. Yo valoro que su gobierno actual preste mucha atención a la cultura. Se está apoyando y promocionando de nuevo. Me recuerda a Churchill cuando el parlamento le propuso recortes a la cultura basándose en la necesidad de volcarse en el gasto militar y vino a decir: "¿Quitarle el presupuesto a la cultura? Entonces ¿para qué luchamos?".



P. ¿En qué medida la música puede mejorar su entorno?

R. En las jóvenes generaciones puede ser muy influyente. Lo he comprobado en proyectos sociales que hemos desarrollado en Liverpool y aquí en Oslo. Por ejemplo, reduce notablemente la delincuencia y las tensiones sociales. En el mundo de hoy hay grandes dificultades para entender al otro, al diferente, porque hay mucha gente encasillada por fuertes prejuicios. Contra eso, la música y el arte son muy eficaces, no tengo ninguna duda.



@albertoojeda77