No hay duda de que uno de los títulos más representativos del Rossini serio es Semiramide, melodrama trágico estrenado en el Teatro de la Fenice de Venecia en 1823, un buen ejemplo de barroquismo vocal en busca de una asimilación al ambiente oriental en que se desenvuelve la complicadísima trama. Narra, entre otras cosas, el amor que siente la reina de Babilonia por el capitán Arsace (quien, curiosamente, cosas de la ópera, resulta ser su hijo), enamorado a su vez de Azema, objeto asimismo de los deseos del príncipe Assur. Sobre el plúmbeo libreto de Gaetano Rossi el compositor acertó a sintetizar las audacias formales de obras precedentes de signo serio. Y algo curioso: diez años después de Tancredi, Rossini vuelve al mismo escenario y al mismo autor en el que se inspira la historia, Voltaire, al mismo libretista y a las mismas formas puras, pero enriquecidas por el tiempo.
Se ha señalado con razón un muy grave defecto argumental que lastra en buena medida la acción dramática: la intriga secundaria sitúa en escena a tres rivales amorosos que ansían unirse a un personaje prácticamente ausente, Azema, que sólo tiene unas líneas de recitativo. Algo que ya se daba en Voltaire, pero que aquí se agrava al privar a la joven de la menor actividad teatral y al introducir a un nuevo personaje como el de Idreno, lo que venía motivado por la necesidad de ocupar al tenor de la compañía. Así que el verdadero drama se vive entre las tres figuras básicas: Semiramide, Arsace y Assur, que se explayan en tres magníficos dúos.
Aunque uno de los números más afamados y difundidos es la bellísima y original aria Bel raggio lusinghier, que comienza pomposamente con una cavatina a piacere, seguida de un Andante grazioso y la cabaletta Dolce pensiero, de corte más clásico. También lo es el aria Ah¡ quel giorno ognor rammento, donde Arsace canta a la tierra y a su amor a lo largo de una hábil exposición que juega con tres temas. Idreno es irrelevante dramáticamente, pero tiene dos arias de bigote. Ah dov'è, dov'è il cimento es la primera y sirve de presentación del personaje en la escena 4 del acto I. Su disposición es bastante simple, ya que se compone únicamente de un cantabile y una cabaletta; o sea que no consta de tiempos intermedios, escena o tempo di mezzo.
Esta gran ópera seria podrá contemplarse en el Euskalduna bilbaíno los días 16, 19, 22 y 25 de este mes con un reparto de interés: Silvia Dalla Beneta (Semiramide), soprano dramática de agilidad que intervino en Il Corsaro de la ABAO en 2010; Daniela Barcellona (Arsace), mezzo robusta y ágil, veterana en estas lides; Simón Orfila (Assur), bajo-barítono recio y contundente, de extensión adecuada; y José Luis Sola (Idreno), tenor lírico-ligero de soleada emisión y seguros agudos. Tratarán de emular, lo que no es fácil, a los históricos y grandiosos creadores: Isabella Colbran, Rosa Mariani, Filippo Galli y John Sinclair. En el foso, junto a la Sinfónica de Bilbao, el joven maestro Alessandro Vitiello. La producción es la muy reconocida del histórico Luca Ronconi, de-saparecido en 2015. Elimina de un plumazo el cartón piedra para descubrir, con un rico juego de símbolos, los entresijos psicológicos y buscar lo esencial. El coro se sitúa al lado de la orquesta.