"Me tengo que retrotraer a muchos años atrás. Yo era un adolescente de unos 17 cuando conocí a León Felipe en Buenos Aires”, recuerda, nostálgico, el actor Héctor Alterio (Buenos Aires, 1929), que asistió en los años 40 a alguno de los recitales que el poeta ofrecía con asiduidad en la capital argentina, a donde viajaba desde su exilio mexicano. “Quedé prendado de él, que era una persona muy afable y atractiva en su manera de expresarse, de sus poemas y sus versos... Pero era joven, rápidamente me embarqué en el teatro, fue pasando la vida y durante un tiempo muy largo no supe nada de él”, reconoce. Sin embargo, esa pasión juvenil por el poeta caminante no cayó en saco roto, sino que quedó firmemente anclada en su mente y su recuerdo, hasta el punto de que muchos años después, “ya en España, un amigo me lo hizo escuchar y ahí volví a retomar mi antiguo interés por León Felipe”.
Un interés que ha trascendido lo personal hasta cristalizar en Como hace 3.000 años, un emotivo recital, que llega el próximo martes al Teatro Bellas Artes de Madrid, donde el veterano actor desgrana la “poesía rebelde y contradictoria, llena de metáforas certeras y críticas del zamorano”. Todo ello acompañado por el guitarrista José Luis Merlín, que arropa los versos recitados por la poderosa voz de Alterio con composiciones propias y de maestros como Joaquín Turina, Joaquín Rodrigo, Ástor Piazzolla o Francisco Tárrega.
“Comenzamos hace unos 20 años, al principio un poco improvisadamente, tentando, eligiendo poemas y probando las músicas”, explica Alterio. “Hoy ya es un espectáculo rodado, que disfruto plenamente y que conecta de forma excepcional con el público. Los silencios que se producen, las risas que provocan algunas de las expresiones o ironías de León Felipe, y el cálido y apoteósico aplauso, son lo que realmente nos da la seguridad de que estamos en el buen camino”.
Como aquella primera vez…
"León Felipe es una figura bastante olvidada y escondida en España, un poeta con un halo maldito"
No deja de ser curioso, señala el actor, que fuera precisamente en España donde se vino a reencontrar con los versos del poeta, pues a su juicio, “obviando quizá ciertos actos del aniversario del año pasado (cuando se conmemoraron los 50 años de su muerte), León Felipe parece una figura bastante olvidada y escondida en España, un poeta con un halo maldito. Desde luego, son escasas las reacciones a favor que despierta comparado con otros poetas de parejo talento como Juan Ramón o Lorca”, abunda. Nada que ver con el recuerdo que León Felipe ha dejado en México, país al que emigró primero en los años 20 y tras la Guerra Civil ya de forma definitiva. “En México lo idolatran, tienen una veneración enorme por él y lo consideran suyo. Allí hay un interés de propiedad en con respecto a León Felipe que aquí directamente no existe”.
“Creo que soy el más torpe y el más ciego de todos los poetas españoles, pero me salva el poder responder de todos mis versos con mi sangre”, decía León Felipe, siempre excesivo pero lleno de fuerza y emoción si uno acepta dejarse llevar por su ritmo, seguir las reglas de su juego. “Me sedujo su aura, la rebeldía que le llevó al exilio, la originalidad con la que encara sus versos y su lenguaje particular. Es muy cáustico por un lado, y muy sincero por otro, su poesía está sembrada de todas sus contradicciones”, defiende Alterio. “Su atractivo nace de toda esa incoherencia ideológica, planteada desde un tenaz compromiso humano, de la libertad absoluta y la precisión de sus metáforas, de una puntería certera y maravillosa. Cada vez que lo recito, tengo la impresión de hacerlo por primera vez”.
Como aquella primera vez en que escuchó sus versos saliendo de los propios labios del poeta, que ha sido versionado musicalmente por artistas como Joan Manuel Serrat o Paco Ibáñez, cuyas interpretaciones no convencen al actor. “No me terminaron de gustar, incluso no me gusta cómo se recita él mismo en las grabaciones que han quedado”, afirma Alterio, que siente pudor al decir esto, pues no se considera “mejor que León Felipe, sino que soy un actor y quiero interpretar a mí manera”, explica. “Lo que estoy leyendo me llena de tal manera que yo lo trasmito tal como lo siento. El poema está interpretado por un actor que trata de emitir un concepto hecho por otro, que es León Felipe y así surge lo que yo considero la verdad, que el público se crea lo que estoy diciendo”.
Incansable curiosidad
"Lo mío es la palabra, sí, pero la palabra oral, interpretada sobre un escenario"
Este intenso contacto poético, no ha supuesto para Alterio la aparición o resurrección de veleidades poéticas, algo que, según afirma entre risas y negando varias veces, “nunca pasó por mi cabeza de ninguna manera, ni siquiera de joven. Yo me conformo con lo que puedo hacer, lo que estoy seguro de que mala o regularmente puedo manejar con mi experiencia. Hago lo que siento que es la interpretación. Lo mío es la palabra, sí, pero la palabra oral, interpretada sobre un escenario”.
Una oralidad que el actor lleva ejerciendo incansable y brillantemente durante más de 70 años, cifra que produce vértigo. “Yo mismo me pregunto cómo se vive eso, no sé cómo responder”, se carcajea Alterio. “El teatro todavía me produce una insaciable curiosidad, y mientras ésta siga viva yo sigo adelante. En el momento en que no esté ahí y ya no me motive subirme a las tablas entonces ya me preocuparía de qué hacer, porque no me imagino una vida sin teatro”, asegura el actor, cuyo último papel más allá de este recital fue en la obra El Padre de Florian Zeller, cuya gira nacional finalizó hace dos años.
Así que los espectadores no perdemos, entonces, la esperanza de nuevo sobre las tablas. “Me han ofrecido varios proyectos desde entonces, algunos que no me interesaron mucho y otros que por razones de fechas no elegí, porque yo estoy muy cómodo con estos recitales, donde sigo interpretando, que es mi trabajo. Incluso salen algunas cosas de cine que podría hacer, pero yo disfruto más el teatro de toda la vida”, asegura.
Vida fugaz
"Únicamente el teatro me provoca una tensión, una alerta permanente. El público me tiene todavía en vilo"
Pero ¿qué tiene el teatro para Héctor Alterio, cómo mantiene su pasión tras siete décadas? “Lo que sucede es esto: Hay un señor desconocido, que no he visto en mi vida ni veré jamás. Ese señor sale de su casa, llega a una taquilla, compra una entrada, paga un dinero del cual yo vivo, se sienta en una butaca, pasivamente, y espera a que lo movilicen. Todo ese recorrido de ese señor que es el público, a mí me tiene en vilo”, relata emocionado el actor. “Me hace pensar que ese señor tiene que ver un estreno, y yo me tengo que olvidar de las doscientas o trescientas veces que dije lo mismo. Ese juego permanente, esa tensión, esa alerta, ese cuidado, es un desafío constante que me provoca únicamente el teatro, que existe solamente en un escenario”.
Sin embargo, echando la vista atrás, Alterio es incapaz de elegir uno de los miles de recuerdos que atesora de su trabajo. Escoge sin embargo, uno personal, uno que le hermana más si cabe con León Felipe, el poeta quebrado, que no es otro que el exilio, que le tocó sufrir en 1974 durante la dictadura argentina. “De lo que no puedo olvidarme es de cuando llegamos a España, en el año 74, cuando mi hijo tenía 4 años. Estábamos en un hostal de la calle Bravo Murillo, y yo le llevaba de la mano por la calle, entonces él me miraba y me decía, ‘Papá, ¿en qué idioma habla esta gente? Yo no los entiendo’, me decía”, recuerda el intérprete nostálgico.
“Pasó la vida tan rápido… Ernesto hoy va a cumplir 50 años y es un actor maravilloso, un hijo que idolatramos mi mujer y yo, junto con Malena, porque nos dan satisfacciones permanentes. Pero esa imagen de Ernesto mirándome desde abajo no se me va nunca y pienso, pero qué rápido paso. Eso junto con tantas otras cosas. La vida es un parpadeo...”, concluye.