Tras La historia del soldado a cargo de La Fura, llega a Peralada La traviata de Verdi en una nueva propuesta firmada por el activo, ubicuo y fantasioso Paco Azorín que hace ya mucho que soltó amarras de su inicial oficio de escenógrafo y se ha entregado con fruición al de director de escena, para el que tampoco le faltan imaginación y recursos. La última demostración la tuvimos semanas atrás en el Teatro Romano de Mérida, en donde levantó una monumental producción de Sansón y Dalila de Saint-Saëns.
Revisada hace escasas semanas su Tosca en el Liceo, el regista se embebe ahora en la ardua problemática de Violetta Valery, a la que quiere dar un sesgo actual a través de una mirada que resalta los valores del feminismo. Bajo el título de una de las famosas cabalettas de Verdi, Sempre libera, en la que Violetta proclama su rabiosa independencia y su libertad y reafirma su personalidad como mujer, quiere otorgar a la infeliz protagonista una dimensión representativa de una manera de pensar y de ser. “El empoderamiento de la mujer a principios del siglo XXI nos ha permitido ver el mundo con otros ojos, con una visión mucho más abierta, global e integradora”, dice Azorín.
La voz de Bakanova se adapta bien al carácter de la mujer sufriente y decidida. Canta con propiedad y emoción
Piave y Verdi revistieron a la cortesana de unos valores que la convirtieron en uno de los personajes más importantes de su producción, un ser que crece, que se transforma, que evoluciona y que planta cara a una sociedad banal, hueca. A este respecto el dúo que la joven mantiene con Giorgio Germont, padre de su enamorado Alfredo, es revelador y donde se demuestra de manera especial el talento de una actriz-cantante.
Creemos que hay base para que esa entrañable criatura escénica y dramática que es Violetta pueda ser enaltecida y reconocida en el Auditorio Parque del Castillo el próximo 5 de agosto en la carne y la voz de la rusa de 34 años Ekaterina Bakanova, que saltó a la fama en 2015 cuando hubo de sustituir en pocas horas, sobre el escenario del Covent Garden, a la anunciada Sonia Yoncheva precisamente en este complejo papel que requiere, siempre se ha dicho y hay parte de verdad en ello, tres sopranos distintas: una ligera para el primer acto, una lírica para el segundo y una dramática para el tercero. Pero no es estrictamente cierto. Sí se le piden a la cantante agilidades nada fáciles en el final del primer cuadro, precisamente en la citada cabaletta Sempre libera, pero hay que resaltar que la línea de canto es más bien central y que algunos sobreagudos no están escritos.
Evidentemente, una ligera, como todas aquellas ilustres españolas de principios del siglo XX, apellidadas Barrientos, Capsir, De Hidalgo o Galvany, puede reproducir los gorgoritos, pero no otorgar el realce pedido al carácter de la mujer sufriente y decidida. La voz de Bakanova se adapta bastante bien, aunque quizá es en exceso clara, la de una lírica rozando lo lírico-ligero, emitida frontalmente con leves apoyos nasales. Es un instrumento bien educado, homogéneo, plateado, de agudo bien puesto, un poco estridente pasado el si natural. Canta con propiedad y emoción a falta de un mayor y mejor control de dinámicas y colores.
A su lado va a estar el tenor norteamericano René Barbera, galardonado en el concurso Operalia. Lo vemos en exceso ligero, leve, blanquecino para la parte de Alfredo, prevista para una voz de mayor peso lírico, la que puede otorgar al personaje las medias tintas solicitadas. Eso sí: los agudos están asegurados con él. Como está asegurada la parte de Germont padre con el barítono, asimismo estadounidense, Quinn Kelsey, de instrumento compacto y sólido, de estilo no muy refinado, algo que puede ir bien al odioso personaje. Laura Vila y Marta Urbieta cumplirán bien como Flora y Annina. La Orquesta del Liceo y el Coro Intermezzo, dos formaciones competentes, serán, como todos, regidos por la conocedora y ya veterana batuta de Riccardo Frizza.