Hasta el 17 de agosto de 1959 el jazz seguía siendo sólo jazz. Sí, jazz, con todos sus tópicos: la música de bohemios trajeados y trasnochados que hacían música a partir del blues, del bebop y del swing en clubes subterráneos donde las densas nubes del humo del tabaco apenas les permitía reconocer sus rostros. Porque, hasta ese día, el jazz no había cautivado a la burguesía de las grandes ciudades, como lo haría a partir de que Miles Davis lanzara Kind of Blue (1959): el álbum que buena parte de la crítica musical considera como el más influyente en la historia de este género.
Esta producción marcó un antes y un después en el mundo sonoro. Fue una especie de White Album, de The Beatles, o de La Leyenda del Tiempo, de Camarón, pero en el jazz. Y está considerada como una de las grandes obras musicales del siglo XX. Pero antes de que viera la luz, Miles Davis ya estaba encumbrado como uno de los principales jazzmen del momento, gracias a álbumes como Milestones (1958), o The Birth of the Cool (1954). Entonces, ¿qué había en Kind of Blue que hizo que la refinada élite que disfrutaba –esencialmente– de la música clásica se interesara por lo que aquellos rebeldes –de mayoría afroamericana– tocaban? La respuesta, en gran medida, está en Blue in Green: la balada que “blanqueó” al jazz.
Y es que tanto esta pieza como el álbum entero (grabado el 2 de marzo y el 22 de abril de 1959) fueron el resultado de una búsqueda exhaustiva, que duró más de una década, en la que Miles trabajó arduamente hasta encontrar su identidad musical. Porque 14 años antes su sonido era diametralmente otro. En 1945 –con 18 años de edad– tocaba en el quinteto de Charlie Parker de una manera “nerviosa” (más apegado a la escuela de Dizzy Gillespie), como así lo apunta Joachim E. Berendt, autor de El Jazz. De nueva Orleans a los años ochenta (Fondo de Cultura Económica). Después fue alcanzando el equilibrio; llegó al cool. Y luego al hard bop. Ya para entonces sonaba, en palabras del mismo Berendt, como algo entre "el luto y la resignación", pese a que lo que tocase fuese “agradable… afable”.
Y, finalmente, en aquel 1959 icónico para el jazz consolidó su interés en el jazz modal (vertiente que consiste principalmente en escalas musicales y un tono dominante, que muchos críticos consideran nacida a partir de Kind of Blue), momento que puede definirse como ese gran y deseado abrazo entre la sencillez y la complejidad. Y lo logró, apostando por alejarse de la estridencia y de aquel "nerviosismo", y acercándose a un sonido más suave y a composiciones con pocos acordes (aunque posteriormente retomase –hasta en tres ocasiones, a lo largo de su carrera– la vía de la agresividad y de lo arrebatador). Y el resultado que obtuvo fue el álbum que –hasta hoy– ha sido el más laureado en la historia del jazz. Y para muestra de ello está Blue in Green: una efigie a la suavidad sonora, en la que se aprecia –sin lugar a dudas, y en su máxima expresión– la profundidad que puede alcanzar la sencillez.
Una experiencia más que una balada
Como una "experiencia que va más allá del jazz”, o una “meditación”, más que una canción, es como la define el afamado escritor y crítico estadounidense, Ted Gioia, en su libro El canon del jazz (Turner Noema). Y como una suerte de música "ambient". Para él, esta atípica balada de diez compases (un cambio drástico en los estándares del jazz), sin un acorde dominante (algo que desafiaba la línea de los otros temas del álbum), y que engañaba inicialmente al oído regresando siempre al inicio, parecía una "alucinación auditiva". En pocas palabras, una "fluida ensoñación musical". Algo que fascinó, en vísperas de los míticos años sesenta, tanto a jazzistas veteranos como a amateurs. No sorprende entonces que la haya incluido en el libro antes mencionado, que no es otra cosa que su famosa lista de los 250 temas imprescindibles de este género.
Por otra parte, para el pianista argentino –radicado en Madrid– Federico Lechner (con quien Enrique Morente grabó en 2011 su último tema, Ángel Caído), es una canción que "ofrece un respiro" después de So What y de Freddie Freeloader (los temas iniciales del disco). "Blue in Green abre un nuevo mundo armónico, y aporta un plano de calma", cuenta a El Cultural este virtuoso que no pocas veces lo ha incorporado a su repertorio.
Si bien Gioia elevaba a este tema al grado de "meditación", Lechner lo equipara con un mantra. Pero no es sólo eso lo que destaca de Blue in Green, sino el hecho de haber acercado el jazz a un público que, tal vez, renegaba de todo lo que muchos jazzmen (como Charlie Parker) representaban en aquel entonces (bohemia nocturna y arrabalera, marginalidad…). "De alguna manera (Blue in Green) 'blanqueó' el jazz. Como también la misma presencia de Bill Evans en ese grupo (el único de los músicos no afroamericano en aquella histórica grabación era Evans)", dice. Para el argentino, este tema sacó al jazz de las raíces del blues, de sus bases, y lo acercó más al mundo impresionista, a la clásica (que era la escuela y línea musical de Evans). "Me imagino a un neoyorquino burgués, a quien el jazz le pudiese haber parecido ruidoso e incomprensible, diciendo: ¡qué fino!, ¡qué delicado!", añade.
“Para nosotros, los pianistas, es de Evans”
A pesar de que la polémica que existe por la autoría de este tema, entre Miles Davis y Bill Evans, éste último, el pianista de aquella épica formación, fue el único de los dos que la mantuvo durante décadas en su repertorio. Y existen impecables muestras de ello, como las incluidas en Portrait in Jazz (1960), o en la versión de Blue in Green: Concert in Canada (1974). "Miles, en cambio, nunca volvería a llevarla al estudio", asegura Gioia.
Miles Davis, desde luego, conocía tan bien el blues como la música clásica. Ambos estilos los había estudiado desde pequeño, igual que su padre, y sus ancestros (desde la abolición de la esclavitud en EEUU), como así lo relata Ian Carr, en Miles Davis. La biografía definitiva (Global Rhythm). Y sí, el gran genio del jazz conocía muy bien la música que escuchaban y tocaban los blancos acaudalados de la época. Pero de acuerdo con Gioia, Evans aseguraba que él era el autor de la mayor parte compositiva de la obra, "por más que se apoyase en los dos acordes, Sol menor y La aumentado, con los que el trompetista (Miles Davis) le había pedido que construyese una pieza", como sostiene en El canon del jazz.
Aun así, la autoría sigue siendo un tema polémico, pero "para nosotros (los pianistas) no hay duda, es de Evans”, sentencia Lechner, nuevamente entre risas.
Por otra parte, ¿el acercamiento del jazz a un público más aburguesado, de la mano de Blue in Green, habrá sido una casualidad o es que había una intención de ello? Aún no existe una respuesta exacta. Y tal vez no la haya. Pero para el compositor argentino este tema sí que representa un gran cambio en el mundo jazzístico, ya que a finales de los cincuenta se estaba saliendo del bebop, "la antítesis de Blue in Green”, y de una época sonora caracterizada por el "sálvese quien pueda", como él mismo la define.
Por lo tanto, antes de esta pieza el jazz era sólo eso: simplemente jazz. Con todos los tópicos que le dieron vida. Con una imagen, tal vez más cercana a la locura y a la confusión temporal que emanaba Johnny Carter (personaje basado en la historia de Charlie Parker) en El perseguidor, de Cortázar. Y no fue sino hasta ese 17 de agosto de 1959 cuando el mundo descubrió que en el piano de Bill Evans el jazz no era simplemente jazz, sino música en plenitud o, como bien sostiene Ted Gioia en su lista de los 250 temas imprescindibles, "una experiencia que va más allá del jazz".
La grabación original, en primera persona
"Blue in Green es la miniatura tranquila dentro de un álbum de meditaciones más extensas, cinco minutos y medio de solos relajados y susurrantes sobre una secuencia circular de acordes", así la define el periodista musical, Ashley Kahn, en su libro Miles Davis y Kind of Blue. La creación de una obra maestra. Unas páginas imprescindibles para conocer hasta el más íntimo e ínfimo detalle sobre la grabación del álbum.
Esa publicación –que cuenta con un prólogo escrito por Jimmy Cobb, baterista de aquella formación– comienza con el relato del propio Kahn sobre aquella fría mañana de diciembre de 1999 cuando entró a los estudios de Sony Music para escuchar los másters completos y originales de las grabaciones de Kind of Blue. "Para un fan del jazz como yo la ocasión me producía una extraña sensación de evento único e histórico, como si fuera a asistir a la exhumación de una tumba egipcia", confiesa el autor.
Kahn no escatima en detalles sobre las grabaciones y las tomas de cada uno de los temas. Sobre la de Blue in Green añade una cita del mismo Miles: "Puedes decir dónde empieza, pero no dónde acaba… Me gusta este suspense. No sólo suena bien, sino que además es imprevisible…".
Pero también hace un repaso sobre la vida y personalidad de los músicos (una de las más interesantes es cuando describe las grandes diferencias en la formación musical entre Bill Evans y Miles, algo que más allá de contrastar causaba una fascinante armonía y complementación sonora), y, como era de esperarse, también aborda la polémica en la autoría de Blue in Green. "Amigos, miembros de la banda y críticos próximos a Evans han hablado del resentimiento que expresaba cuando salía el tema. En la biografía de Pettinger un colega recuerda que Evans le contó lo siguiente: el pianista había reclamado a Davis compartir royalties por las importantes ventas del disco, y Davis le pagó un único cheque de veinticinco dólares", revela Kahn.
Tal es el detalle con el que cuenta cada uno de los momentos de aquellas grabaciones, que incluso menciona que en la cuarta toma (que parecía ser la final) de Blue in Green, un ruido extraño (como de un cable viejo o una conexión floja) interrumpe la grabación. Davis hace una broma, y la quinta toma resulta la definitiva. "La introducción es ligera y etérea, tal como se concibió originalmente, y crea un paisaje de paz y tranquilidad para que el grupo entre en él", opina Khan.
Finalmente, el autor invita a leer su obra como una "guía de audición" o como una forma para comprender que todo lo que sucedió dentro de las sesiones de grabación de Kind of Blue fue más que detalles prescindibles al momento de crear un álbum de cinco tracks.