Messiez, la palabra musical del teatro
El autor y director argentino estrena en el Kamikaze Las canciones, obra con guiños a Chéjov que reivindica el poder catártico de la música
29 agosto, 2019 09:04El Teatro Kamikaze arranca la temporada este jueves con un potente reclamo: Pablo Messiez. El autor y director argentino es uno de los nombres más sugerentes de la escena española en los últimos años. Su aproximación poética y musical al ‘hecho teatral’ le ha valido un amplio seguimiento y el elogio crítico. Ahora llega a la sala ‘resucitada’ por Del Arco y sus socios kamikazes con Las canciones, que presenta evidente conexiones con La otra mujer (un concierto), obra que también lució en el viejo Pavón (en su ambigú concretamente) hermanando a Nina Simone con la Nina de La gaviota de Chejov. El protagonismo de la música y los guiños a al autor ruso son los principales rasgos en común. Aunque Messiez confiesa a El Cultural que el origen de este trabajo está en otro título suyo. “En un momento de El temps que estiguem junts, que lamentablemente no pudimos traer a Madrid, había un momento en que los personajes dedicaban a escuchar”.
Escuchar es la acción primordial de Las canciones. Unas hermanas que acaban de perder al padre se encierran en una especie de caja negra (ideada por Alejandro Andújar) para poner discos y testar las emociones que estos les generan en un trance tan duro. Suena a lo largo de la función un variado karaoke: desde temas de Violeta Parra a los de algunos popes de la chanson française (Brel, Dalida, Barbara…), pasando por Enrique Morente y Cecilia Bartoli. “La verdad es que si me hubieran dicho antes de hacer la obra que estas serían las canciones que quedarían, me hubiera sorprendido. No están ni Björk, ni Mina, ni Tita Merello, ni Lou Reed… Pero es que en los ensayos te das cuenta de lo que realmente necesitas. Ojalá al final de la función la gente salga con ganas de ir a reencontrarse con sus canciones. Las letras aparecerán en sobretítulos en un montaje cuyo elenco componen Javier Ballesteros, Carlota Gaviño, Rebeca Hernando, José Juan Rodríguez, Íñigo Rodríguez-Claro, Joan Solé y Mikele Urroz . “Así que quien quiera cantar, que cante”, apunta Messiez con talante abierto a la espontaneidad. Aunque esos sobretítulos están sobre todo para traducir al español los textos de esas composiciones, que se integran en los propios diálogos, con lo que resulta fundamental que el público entienda lo que dicen”.
Las hermanas, trasunto de las tres famosas de Chéjov (aparecen también varadas en un doliente limbo), intentan explicarse su trauma mediante el mensaje profundo de la música. El objetivo es, en definitiva, entender la vida a través de la música. Un método habitualmente practicado por el propio Messiez, que confiesa que la banda sonora resultante, tras dolorosas renuncias, sigue teniendo mucha significación biográfica. “Supongo que más incluso de la que sé a conciencia. Las buenas canciones tienen ese poder de intepelarnos. En Muda, el primer texto que estrené en Madrid, la protagonista decía que sentía que todas las canciones le hablaban a ella. Uno se siente un poco parte de la canción. Como si la escucha habilitara un nuevo sentido que nos incluye”, explica el director de La piedra oscura, título que le valió un Max en 2016.
Recuerda Messiez que se pasó buena parte de su adolescencia enganchado primero a un walkman y luego a un discman. “Siempre me sorprendía el efecto de las canciones según iba caminando y mirando las cosas y la gente. El ritmo cardíaco cambiaba, la respiración y hasta el sentido de lo que estaba viendo según sonara un tema u otro”. Pero en relación a ese potencial catártico, Messiez no pone al teatro por detrás de la música: “Hay algo profundamente misterioso en la música y sus efectos. Y su poder transformador quizá sea el más potente. Pero yo recuerdo haber salido de obras con el mismo estado con el que se sale de un gran concierto. ¡El teatro no debe olvidar que también es música!”, exclama ultraconvencido tal advertencia, que suena a lema. A su juicio, olvidar la musicalidad que subyace en cada palabra tiene efectos terribles. Enuncia, a modo de ejemplo, tres: “Hablar de más, escribir teatro como si fuera narrativa y quitarle al lenguaje parte de su poder”.
Donde la palabra también propende a pervertirse, señala, es en las redes sociales. Lo dice a cuento de una frase de Pessoa que trae a colación Olga en la obra: “Las opiniones son una grosería. Incluso las malas”. Messiez piensa en la hiperconexión digital de la sociedad contemporánea y reincide con Pessoa: “Ver es necesario, opinar no”. “Es una frase pertinente en estos tiempos en que vivimos atrapados en redes. Ya bastante opinión hay en la mirada como para regodearnos en adjetivarlo todo, para bien o para mal”. Esa voracidad opinativa acaba convertida en un zumbido ensordecedor que impide la escucha, edificante ejercicio que se reivindica en Las canciones.
También se ensalza, como dijimos, a Chéjov. La obra practica un juego de espejos con Las tres hermanas: encontramos un padre muerto, una familia encerrada en un hábitat del que desean huir y la visita de unos personajes vinculados al mundo del progenitor. Pero los guiños también se extienden a Ivanov y Tío Vania. “Releí toda su obra para escribirla”. En ese proceso, una frase de Olga en Las tres hermanas le iluminó particularmente: “La música suena con tanta alegría que parece que pronto sabremos para qué vivimos, para qué sufrimos”.