Lleva años, muy bien empleados, Álvaro Torrente, director del ICCMU (Instituto de Ciencias Musicales de la Universidad Complutense), hurgando en las entretelas de la música española del Siglo de Oro, olisqueando en infolios raros, recomponiendo partituras añejas. A través de este CD sale a la luz uno de sus últimos trabajos, el centrado en lo que hoy en día se llaman ‘bailes cantados’, una combinación de música, poesía
y movimiento, frecuentemente acompañada de palabras obscenas, gestos povocativos de las bailarinas, que representaban “con extrema deshonestidad, con meneos y palabras a propósito, los actos
más torpes y sucios que pasan y se hacen en los burdeles”, como, recuerda el propio Torrente, afirmaba un escrito de censura emitido por la Sala de Alcaldes de Madrid en 1583.
Siguiendo las doctas explicaciones del musicólogo entendemos la disposición, sentido y significado de las doce piezas bailables, cantadas con sus letras en muchos casos procaces y descaradas, de autores anónimos o de los mismísimos Cervantes, Quevedo o Lope, analizadas brevemente una por una. Los aires de zarabandas, jácaras, chaconas, folías, seguidillas, polvillos y otros desfilan una vez recompuestos, muchas veces partiendo de la rítmica derivada de la acentuación y longitud de los versos, que mantienen una correlación directa con los compases y frases musicales.
Para hacer llegar al oyente de hoy el sentido de las letras era necesaria una voz que pudiera descender a ras de suelo, de adoptar ese matiz arrabalero, que más tarde recrearían las grandes tonadilleras. Raquel Andueza (Pamplona, 1980), con su timbre solar de soprano ligera, es ideal: se ha identificado plenamente con el sentido de cada uno de los ‘bailes’, que recrea con un acento populachero de lo más convincente, manejando sonidos fijos y abiertos si es necesario y sin olvidar los precisos matices dinámicos. Ha recuperado, luego de un accidente de automóvil y dos años de reposo, estudio y reconversión de su técnica primigenia –que no buscaba el apoyo adecuado del aire– el camino que permite una emisión más natural, flexible, segura y sana. “El sobreesfuerzo –apunta la cantante a El Cultural–, absolutamente peligroso e innecesario, acaba pagándose. Perder la voz fue un regalo, porque ahora mi instrumento es mucho más saludable y puedo jugar muchísimo más con él. Los consejos de las profesoras Lisa Paglin y Marianna Brilla, de New Voice Studio, fueron esenciales para mí”.
Entre calles y tabernas
Está claro que para llegar al excelente resultado que muestra el CD ha sido necesaria la total compenetración entre el musicólogo y la cantante, para la que ha sido un gran orgullo el hecho de que haya sido llamada para la empresa de poner voz a esos bailes perdidos, a los que decidieron dar el prescrito aire callejero, “ya que era la música que cantaba y bailaba todo el mundo en las tabernas y calles, con lo que el resultado es muy poco ‘lírico’. Nos divertimos mucho grabándolo y estoy muy agradecida por poner voz a unos textos maravillosos, sexualmente explícitos y/o poco decorosos, llenos de picaresca y sensualidad”. Todo ello lo aporta sin duda Andueza, que además cuenta con su grupo La Galanía, compuesto por Pablo Prieto (violín), Manuel Vilas (arpa doppia), David Mayoral (percusión), Pierre Pitzl (guitarra barroca) y Jesús Fernández Baena (tiorba), que completan el disco –respaldado con una Beca Leonardo de la Fundación BBVA– con piezas instrumentales: una chacona además de varias folías y pavanas.