El Palacio de la Ópera de La Coruña y el Auditorio de Galicia de Santiago de Compostela fueron los escenarios, en enero de 2018, de esta actuación del venezolano Pacho Flores (San Cristóbal, 1981), acompañado de su compatriota, el director tan musical y vigoroso Manuel Henández Silva, al mando de una bien atemperada y atenta Real Filharmonia de Galicia. No es raro que los asistentes a esas sesiones disfrutaran de lo lindo pues el programa ofrecido poseía indudables atractivos y daba lugar al lucimiento espectacular del solista, que manejó para la ocasión un corno da caccia, una corneta, un flugelhorn (o fliscorno) y una trompeta en sus versiones de cuatro válvulas.
El interés principal creemos que se centraba en la interpretación de una composición salida de la inspiración del propio trompetista: Cantos y revueltas, una fantasía concertante para trompeta, cuatro venezolano y orquesta de cuerda (a la se suman ocasionalmente unas maracas, manejadas en este caso por el director). Nos encontramos, como dice Hernández-Silva, ante una composición “que bien podría considerarse una rapsodia venezolana, con un guiño al Caribe, desde donde nos llegaron ritmos y danzas que hoy asumimos como propios. Se trata de un tributo al más puro mestizaje”.
“Sobre la base de las diversas variantes del típico joropo venezolano –aclara el propio Flores–, se adaptan estilizados cantos heredados de los cabestreros españoles, que llegaban a entonar el propio nombre de la vaca. Con ellos seguí el consejo de mi padre, que me hizo amar la música popular. Para mí fue una gran complicación llevar estos sones a la orquesta sinfónica”. Palabras que demuestran una rara habilidad, la que le ha permitido incluso construir en la parte intermedia de la obra una fuga a cuatro voces. Y que deja un ancho campo a la intervención, en buena medida fantasiosa, del cuatro, esa especie de guitarrilla de cuatro órdenes (de ahí el nombre), de tan peculiar afinación, que da a los pentagramas un sabor tan especial y que propicia el lucimiento del cuatrista León Rondón, que se marca una extensa cadencia de esas que levantan del asiento y nos hacen bailar sin remedio trasladándonos a ese abigarrado mundo de la parranda, el galerón, la jota, el merengue, la fulía, la tonada, el ritmo orquídea y, por supuesto, el mencionado y emblemático joropo de arpa.
Se reúnen en la obra “un poquito de jazz, un poquito de salsa y nuestro famoso pajarillo, otro joropo, como una pequeña representación de nuestra idiosincrasia venezolana”, apunta el trompetista, que se brinda a sí mismo una participación espectacular, traducida a través del fliscorno, la corneta y la trompeta propiamente dicha, que es la solista también de la animada pieza de Heraclio Fernández, El diablo suelto. Para el Invierno porteño de Piazzolla, Flores emplea el fliscorno, lo que otorga un aire especialmente nostálgico a la página. En la transcripción del aria de Bachiana brasileira nº 5 usa la corneta. Y aparece, como algo exótico, el corno da caccia en el Concierto del checo Johann Baptist Georg Neruda, obra académica, amable, sin especial relieve, en donde quizá echamos de menos algo más de chispa ejecutora.
El CD viene acompañado de un DVD en el que se incluye el concierto y un breve reportaje realizado en el Auditorio de Galicia. Con la impecable asistencia técnica de Pablo Barreiro en el sonido y de Antonio Cid en el vídeo.