No cabe duda de que uno de los platos más apetitosos de la programación, siempre bien orientada, del Teatro de la Zarzuela, es la insólita ópera, nada frecuentada entre nosotros, Marianela, de Jaime Pahissa, basada en la novela de Benito Pérez Galdós. El escritor, practicante del teclado y crítico musical, no creía demasiado en la ópera española, aunque no veía con malos ojos el que alguna de sus obras sirviera de base literaria. Marianela es un ejemplo. Se tiene constancia de que Pedro Miguel Marqués, autor de la zarzuela El anillo de hierro, llegó a poner música a la novela con el título de Magdalena. Aunque la obra se estrenó en 1890, la partitura se ha perdido. Chapí, el insistente navarro Arturo Lapuerta, Amadeo Vives, Guillermo Fernández Shaw, Valle Inclán, los hermanos Álvarez Quintero, entre otros, estuvieron de una u otra forma metidos en un proyecto que, en vida de Galdós, solo tomó forma en el teatro de la mano de Margarita Xirgu de acuerdo con la adaptación de los Quintero.
A la postre, su dimensión operística, sobre el sustrato literario de los dos hermanos, acabaría por otorgársela Jaime Pahissa tres años después de la muerte del escritor. En 1984/85 el compositor puertorriqueño Manuel B. González trasladó la acción a su país y la vistió, bajo el título de Nela. Pedro Schlueter da cuenta en su estudio en torno a las relaciones del escritor con la música de otra partitura nonata en torno a Marianela: la compuesta por Jesús Romo, con el título Marianela o Tu lazarillo, en 1984, una copia que duerme el sueño de los justos en la Casa-Museo Galdós en Las Palmas.
La partitura de Pahissa sigue un planteamiento en el que el curso melódico, el equilibrio de la frase, la diafanidad de la estructura priman sobre todo lo demás y sobre las tesis más atrevidas que el compositor había mantenido años atrás. El musicólogo Emilio Casares recuerda estas palabras del crítico de La Veu de Catalunya sobre la obra: “Apasionada y viva, franca de expresión y libre de preocupaciones. Una ópera sentimental, melódica, brillante y asimilable”. Claro que lo más sorprendente es el juicio del propio autor: “De las óperas españolas, solo las mías poseen todas las condiciones propias de las obras del teatro lírico universal”.
Tenemos ahora la posibilidad de comprobar si esas apreciaciones eran justas, escuchando la versión concertante que se nos ofrece en el teatro madrileño este viernes 27 y el 29 y en las que incorpora el papel principal la soprano lírica guatemalteca, premio Operalia, Adriana González, a quien vimos la temporada pasada en el Real cantando Giannetta de L’Elisir d’amore. Apreciamos su calidad tímbrica y su desenvoltura. La cortejan dos sólidos pilares, el tenor Alejandro Roy, firme, consistente, y el barítono Luis Cansino, siempre eficiente y expresivo. Interviene asimismo el vigoroso bajo cantante Simón Orfila. En el foso el flexible y respetuoso Óliver Díaz, uno de los maestros que mejor saben ‘respirar’ con las voces.