Alejandro Ruiz-Huerta es el único abogado vivo de los que fueron acribillados en el despacho de Antón Martín en 1977. Durante muchos años ha sufrido la culpa del superviviente, que tan crudamente nos explicaron víctimas del exterminio nazi como Primo Levi. Una manera de purgar o atenuar ese injusto sentimiento es recordar lo que pasó. Él lo ha hecho a través de sus memorias y también ha impulsado Atocha, el revés de la luz, montaje (aparentemente el único sobre estos hechos) que se estrena en el Teatro del Barrio el próximo martes.
La puesta en escena la ha armado Javier Durán, que también firma el texto. Los mimbres de este son las entrevistas con el propio Ruiz-Huerta, y libros como A finales de enero, de Javier Padilla, que reconstruyen minuciosamente el ataque. El planteamiento de partida es sencillo: Ruiz-Huerta frente a su ordenador peleando por reflejar fidedignamente el trauma, tanto el contexto que lo propició como las heridas que no terminan de cicatrizar en su conciencia. Sufre además un bloqueo que le impide evocar los instantes que emplearon los pistoleros de extrema derecha para teñir de sangre el bufete laboralista.
El pasado y el presente se alternan a un ritmo trepidante. También lo íntimo y lo colectivo. “En aquella época eran en realidad dos planos indistinguibles”, apunta Durán a El Cultural. “Una vez que empezaba el compromiso político, se convertía en un modo de vida. En la obra vemos cómo los personajes tejen la mayoría de sus amistades, amores y relaciones en torno al trabajo y a la militancia”. Ese vaivén vital, que se pone en marcha sobre todo en la universidad, se plasma en escena bajo la premisa de la agilidad. “Hay muchos cambios de espacio, de tiempo y de personajes [un total de 21, encarnados por cinco actores], así que he apostado por una escenografía modular que apela a la imaginación del espectador”, continua Durán.
El objetivo es que el ‘espectáculo’ sea un resorte más contra el olvido de aquellos días cruciales en nuestra Transición, cuando el coraje cívico se impuso a los impulsos involucionistas. La reciente liberación de García Juliá, uno de los autores del crimen, planea como una sombra sobre el estreno. “La sensación que deja no es precisamente de que se ha hecho justicia”, lamenta Durán. Pero más allá del varapalo judicial, Atocha, el revés de la luz se abre hueco en la cartelera para conjurar ese miedo habitualmente enunciado en los homenajes a los abogados: “Si el eco de su voz se debilita, pereceremos”.