Detrás de Rigoberta Bandini está Paula Ribó (Barcelona, 1990), actriz de doblaje, directora teatral y escritora que un día decidió dar salida a las canciones que llevaba un tiempo haciendo en su cuarto. Las dos primeras, Too Many Drugs y In Spain We Call It Soledad mezclaban inglés y español, terrenalidad y espiritualidad, baile electrónico y canción clásica. Un equilibrio que encontró su espacio en el universo pandémico y que la ha situado como una de las mejores voces para contar este 2021 que arranca extraño. Ahora lanza un nuevo ‘single’, Perra, que presentará en directo este sábado junto con el resto de su repertorio en el Teatro Reina Victoria, dentro del ciclo Madrid Brillante.
De los anteriores temas, In Spain We Call It Soledad ha conseguido trascender los límites musicales para entrar a formar parte de los códigos posmodernos de las redes sociales y el ‘meme’. Un viaje desde la amargura interna hasta Mónica Naranjo que Bandini ve que tiene “algo de ‘souvenir’, un poco Bienvenido Mister Marshall, esta parte española. Me mola jugar a eso porque creo que es algo que nos une a todos”.
“No tenía ni idea de que eso podía pasar con algo que sacaba yo en mi casa y que tampoco tenía mucho más recorrido”, dice sobre la buena acogida de su música. “Vamos, que estoy flipando en todos los niveles. Que haya salido en 2020 también me ha favorecido, porque la gente ha abrazado mi música como si fuera un miembro de su familia”.
“Siempre he compuesto”, apunta Bandini-Ribó, “pero Rigoberta nació en 2019, cuando de repente me encontré con un grupo de canciones que necesitaba que la gente las escuchara porque ya no quería que estuvieran en mi cuarto. Dije: ‘Voy a hacer un single’. Y salió justo una semana antes de que nos confinaran. Era Too Many Drugs y empezó a funcionar bien. Y aquí estamos”.
No hace ni un año de aquello, pero como la percepción del tiempo se nos ha averiado a todos un poco, sus composiciones han quedado suspendidas en un curioso limbo. Es el caso de Too Many Drugs, que es algo así como un coro celestial de MDMA. “Quería la típica canción que suena por la calle y hace que te sientas poderoso”, dice. “Y entonces meto ahí el Gigi D'Agostino, que es lo que me mola”. La mención al autor de L'amour toujours, himno ‘eurodance’ del cambio de siglo, no es gratuita. “A mí la tralla me ha conectado siempre con algo de arriba, no necesito un arpa. La música nos vincula con Dios o como lo que quieras llamarle”, proclama.
Esta necesidad de ritmos a 130 bpm es, según ella, algo innato. “Al final nos recuerda el latido del corazón, qué es lo que oíamos cuando estábamos en la barriga de nuestra madre. Siempre me ha parecido algo muy espiritual. Lo he sentido en discotecas o en lugares donde mucha gente baila a la vez con música electrónica”.
Hablar de espíritu “con una canción que aparentemente no tiene nada de espiritual” es buscado, añade. “Porque para mí hay mucho espíritu en ese baile. Incluso, al final la canción se ‘encutrece’ en el mejor de los sentidos. No es que el reggaetón sea cutre, sino que hablo de algo más callejero. Porque el espíritu también está en eso. Es que no hay reglas para el espíritu”.
Otra lectura estaría en la letra: “Ni quería hacer apología de las drogas ni decir ‘esto está mal’. Realmente tengo el corazón dividido, porque me he drogado mucho en mi vida y he conectado con cosas muy arriba gracias a la droga. Pero también he visto una normalización de la droga en mi entorno que no me mola. Al final, es toxicidad para nuestro cuerpo y eso también nos genera barreras”. De ahí el enfoque: “Hablar de ello, pero hacer un canto a la libertad. Porque todo está bien”.
“Esa canción justamente la compuse en un momento de cambio, después de un viaje de LSD en el que dije: ‘Ya’”, recuerda Rigoberta-Paula. “También lo hice para darle un poco de luz a ese tema. Porque muchas veces llega a ser el típico momento en que estás a las 11 de la mañana, en un ‘after’, con toda esa masa gris que te entra por el cuerpo. Así que era un poco un homenaje a mí y a todos mis colegas, que muchas veces buscamos un himno que nos iluminara un poco. Incluso para el confinamiento”. De ahí también el juego de contrastes: “El menos es más para mí. Pero, curiosamente, al final mis canciones se vuelven muy barrocas”.
Ribó, que ha doblado a las protagonistas de largometrajes de animación como Brave o las dos entregas de Trolls, es consciente de la importancia del elemento humano en una época de ‘autotune’ y distorsión. “La voz es mi instrumento desde que tengo 7 años, que empecé a hacer películas. Me ha dado la vida y me ha dado de comer, es mi herramienta de trabajo. Pero también lo veo como algo muy de mamífero, que nos conecta entre humanos”.
Y no sólo eso: “Haber hecho teatro y haberme lanzado a escribir me da la confianza de que he visto que lo que mejor funciona es lo que hago desde mi verdad, con la máxima honestidad”. Por eso su enfoque (desde lo personal y cotidiano hasta a lo universal y extraordinario) aguanta el tipo. “Veo el mundo desde mi microuniverso: Al final soy una persona española, que ha nacido en Barcelona, del Mediterráneo, y que estoy marcada por todos esos referentes”.
Rigoberta Bandini es también la historia de una maternidad. A mediados de 2020 Ribó dio a luz, por lo que buena parte del proceso se produjo estando ella embarazada. Al poco de nacer su hijo publicó una versión de Cuando tú nazcas, de Mocedades, que a su vez es una versión del cuarto movimiento de la 7ª Sinfonía de Beethoven.
“Mi pareja, Esteban [Navarro, del dúo cómico Vengamonjas], me ayuda mucho, es como el ‘Rigoberto’. Él es muy iluminado y un día se levantó y me dijo: ‘Tienes que hacer una versión’, así que nos pusimos a escuchar discos de mis padres y la encontramos”. Detrás de ello hay “una reivindicación inconsciente”, porque no pretende llamar la atención sobre nada de manera voluntaria. “Pero, como mujer, al final parece que cuando pares se acaba tu vida laboral. Y esto era una nana electrónica hecha por una pava que ha sido madre que reflexiona sobre la universalidad de los miedos que se tienen cuando tu hijo nace. Y más en un ‘universo covid’ en que piensas qué mundo le estás dejando”.
“Me quedé embarazada cuando llevaba seis meses con mi pareja”, recuerda sobre aquel momento. “Siempre había querido ser madre, pero estaba ‘cagada’ porque Rigoberta estaba en el cajón. Y te meten tantos miedos -siendo hombre o mujer, pero más como mujer- de que se acaba la vida, que me alegra mucho que esto esté funcionando. Ojalá haya chicas de generaciones más jóvenes a la mía que vean que se puede, que puedes tener un hijo y seguir. Sin ser Beyoncé, como una persona normal. A mí me ha faltado ese referente y creo que abre un poco de camino. Yo, al menos, en su momento pensé que por mis cojones le voy a demostrar al mundo que puedo levantar todas estas cosas”.