El compositor Antón García Abril, uno de los autores más destacados de la música contemporánea, ha fallecido en Madrid a los 87 años de edad. Creador de relevancia mayúscula para la cultura española, su larga trayectoria profesional incluye la composición de obras para orquesta, cantatas, conciertos, música de cámara y más de 200 bandas sonoras para cine y televisión.
Nació en Teruel, el 19 de mayo de 1933. Allí cursó sus estudios primarios en el Colegio de la Salle mientras aprendía solfeo de manos de su padre, miembro de la banda municipal. Él le inculcó su pasión por esa música, la única que había en la pequeña ciudad de provincias. Le introdujo en la formación y allí descubrió García Abril el entusiasmo que le provocaba escuchar los sonidos de los instrumentos musicales. Poco después le compraron un piano. Nacía en ese momento una vocación musical que se materializaría con sus primeros estudios de forma reglada fuera de su ciudad natal, en el Conservatorio de Valencia, pensionado por la Diputación de Teruel. Allí, junto a los maestros Sosa, Gomá y Palau, obtuvo las máximas calificaciones y el premio fin de carrera en las asignaturas de Armonía y Piano. Y de Valencia a Madrid, al Real Conservatorio de Música de Madrid, donde finalizó los estudios oficiales con los maestros Calés y Julio Gómez.
Por aquellos años España, en plena postguerra, carecía de las estructuras de formación óptimas para un joven brillante como García Abril. A unas instituciones musicales precarias se sumaba la ausencia de los más ilustres representantes culturales de la llamada Generación del 27, la mayoría en el exilio. García Abril pronto comprendió que el perfeccionamiento de sus estudios debía llevarse a cabo en el extranjero. Quizás por el idioma o por la afinidad cultural, el país elegido fue Italia. En la academia Chigiana de Siena, y durante tres años, perfeccionó las materias de Composición, Dirección y Música Cinematográfica junto a los maestros Vito Frazzi, Paul Von Kempen y Francesco Lavagnino. La inquietud y las ansias de formación llevaron a García Abril, en 1964, a estudiar Nuevas Técnicas en la Composición en la Academia Santa Cecilia de Roma junto a Gofreddo Petrasi bajo el auspicio de la Fundación Juan March.
Entre medias, en 1957, creó, junto a sus colegas, todos ellos nacidos en torno a 1930, Cristóbal Halffter, Luis de Pablo y Alberto Blancafort, el grupo “Nueva Música” impulsado por Ramón Barce y bajo el padrinazgo del crítico Enrique Franco. Una iniciativa que respondía a la conciencia responsable de una nueva generación de músicos dispuestos a recorrer rápidamente todo el camino que el resto de Europa había adelantado en los años cincuenta y sesenta. Sin embargo, un año más tarde el Grupo se disolvería por las muy diferentes personalidades creativas de sus componentes que tomarían diversos caminos expresivos. Su labor docente se había iniciado ya, en 1957, al ingresar en el Real Conservatorio de Madrid para impartir clases de Solfeo y Teoría de la Música. Veinte años más tarde, en 1974, ganaría por oposición la cátedra de Composición y Formas Musicales en la misma institución musical.
La obra de García Abril es muy extensa, abarcando la mayoría de las formas musicales. Comprende composiciones para orquesta como Cadencias obra para violín y orquesta, Concierto para piano (1964–1994), o Tres poéticas de la mar (1995) -sobre textos de Lorca, Alberti y Cernuda para conmemorar el 250 aniversario de la creación de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando- y cantatas y canciones como el ciclo de Canciones de Valldemosa (1974), la cantata–divertimento Alegrías (1979), Doce canciones asturianas (1985), Canciones Xacobeas (1993) y, por encargo del Festival Internacional de Música Contemporánea de Alicante, Cantos de Pleamar (1993), obra que inauguró el Auditorio de Zaragoza.
También se desempeñó en el ballet –como La gitanilla (1996), con dirección de Miguel Narros, para el Ballet Nacional–, en la música de cámara para teatro –la tragicomedia musical Don Juan, Calígula, El gran teatro del mundo, Los intereses creados, Mariana Pineda, Luces de Bohemia, Tirano Banderas, La Celestina o Rosita la soltera–, en la música coral –Cantar de Soledades, realizada sobre un texto de Antonio Machado, cuya complejidad motivó el que en el verano de 1990 una veintena de corales retiraran su participación del Certamen de Habaneras de Torrevieja, Salmo a la alegría para el siglo XXI (1990), con textos de Alberti, o Lurkantak (1997), en el centenario del Orfeón Donostiarra– o himnos –el de la Comunidad Autónoma de Aragón, la Universidad madrileña Carlos III (1999), o la Ceremonia de entrega de los Premios Goya (1992)–.
Un capítulo aparte merece su prolífica labor compositiva para cine y televisión. Entre las series televisivas de las que es responsable de la partitura figuran El hombre y la tierra, Fortunata y Jacinta, Ramón y Cajal, Anillos de oro o Segunda enseñanza. Mientras que más de 160 bandas sonoras para cine llevan su firma (Los santos inocentes, El crimen de Cuenca, Sor Citroën, Vente a Alemania, Pepe o La ciudad no es para mí, entre otras). Casi todo su trabajo para el cine lo realizó entre 1965 y 1985 y para películas de Sáenz de Heredida, Luis Lucía, Forqué, Camus, Escrivá, Mariano Ozores, Pedro Masó, Fernando Fernán Gómez o Pilar Miró.
Su ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando se produjo en 1983, con el discurso "Defensa de la melodía". Para la inauguración del Teatro Real, en principio prevista para 1992, creo la versión operística de la obra de Valle Inclán Divinas Palabras, de cuyos textos fue responsable Francisco Nieva. La obra se estrenó finalmente el 18 de octubre de 1997, una semana después de su puesta de largo con Falla, bajo la dirección de Ros Marbá y con la participación de Plácido Domingo. Fue la primera ópera que se estrenó en el Real y su presupuesto fue de 272 millones de pesetas, el más elevado de esa primera temporada. Domingo calificó su ópera -la primera que se estrenaba en el recién inaugurado teatro- de “inconmensurable”.
"Hubo un tiempo en que lo que sonaba a España era eliminado del mapa", explicaba en una entrevista en El Cultural en 2011. Nunca he compuesto a la manera nacionalista, pero sí he recurrido a las fuentes de la tradición. Creo que la creación debe expresarse desde la individualidad pero a través de procesos fluyentes de nuestra propia historia cultural.
Ha recibido diversos premios y condecoraciones nacionales y extranjeras, entre los que figuran el Nacional de Música en 1956 con su Ciclo de canciones infantiles, el Nacional de Teatro a la mejor obra lírica por Un millón de rosas, en 1971; el premio de composición convocado por el Ministerio de Cultura en homenaje a Andrés Segovia, por su obra Evocaciones. En abril de 1997 consiguió unos de los I Premios de la Música, el dedicado al mejor autor de música clásica. En abril de 1983 fue nombrado hijo predilecto de su ciudad natal, Teruel. Coincidiendo con la entrega de su ópera Divinas Palabras y su 70 cumpleaños recibió en 1993 varios homenajes. éste es también un año de premios: el Nacional de Música, así como el III Premio de la Fundación Guerrero de Música, el más importante en su género. Con motivo del Centenario del cine en España, en octubre de 1996 le fue entregada una de las medallas conmemorativas de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas. En diciembre de 1998 el Consejo de Ministros le concedió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.
En mayo de 2018 celebró su 85 cumpleaños con la publicación de un nuevo disco y un concierto que tuvo lugar en la Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando en Madrid, de la que era miembro desde 1982. Un emotivo acto en el que estuvo rodeado de familiares, amigos y compositores compañeros de profesión. Gran humanista. A lo largo de su vida destacó por su personalidad cercana y amable, siempre dispuesto para todos aquellos que se acercaban a él o a su trabajo. Su familia, junto con la música, fueron el centro de su vida.