Brian Friel desvela el engaño
Juan Pastor y la Guindalera llevan a los Teatros del Canal la magia escénica del dramaturgo irlandés con 'El curandero'
24 marzo, 2021 09:21De un intercambio epistolar entre Juan Pastor (alma mater de la Compañía Guindalera) y el dramaturgo irlandés Brian Friel (1929-2015) surgió el montaje de El curandero, una obra que habla en primer término de un sanador con un don especial para tratar a gente desahuciada y de forma metafórica, casi como subtexto, sobre la habilidad del creador para componer y sorprender con “la magia del teatro”.
La dirección de Juan Pastor y la interpretación de Bruno Lastra, María Pastor y Felipe Andrés crean un eficaz dispositivo (que podrá verse en los Teatros del Canal a partir del 24) donde aparecen lugares imaginados y donde la verdad se diluye, subjetiva, en las distintas versiones que ofrecen los personajes. “Todo lo que creemos comprender –matiza Pastor a El Cultural– está tergiversado por la irrealidad de los recuerdos”.
Estamos, según Juan Pastor, "ante una partitura musical de niveles sinfónicos por la variedad de sus matices, necesarios para mantener la atención del espectador”
El teatro de Friel explora el fondo y la forma de la historia pero evitando en todo momento caer en los tópicos de lo experimental. Sin abandonar el rol de narrador, sus recursos estilísticos le han llevado muy lejos a la hora de dar expresión al crecimiento de sus personajes. Friel, autor de éxitos internacionales como Philadelphia Here I Come, Lovers, Living Quaters o Translations, fue un dramaturgo preocupado por el teatro de texto. “Su método puede cambiar en cada obra, pero el punto de partida está enraizado en una realidad naturalista”, añade con conocimiento de causa el director, que ha montado también del mismo autor Molly Sweeney, El juego de Yalta y Bailando en Lughnasa (estrenadas todas en la sala Guindalera).
“En El curandero –añade sobre una puesta en escena que quiere ir más allá de las convenciones tradicionales del diálogo–, Friel nos dice que la fe en lo que no se puede tocar es más valiosa que el conocimiento de lo palpable. Viendo no necesariamente se cree porque la auténtica fe depende de la verdad de lo visible”.
El espectador se enfrentará pues a la historia de Frank Hardy (Bruno Lastra), su mujer Grace (María Pastor) y su representante Teddy (Felipe Andrés) a través de cuatro monólogos. Una destartalada furgoneta les conducirá a pueblos remotos de Inglaterra, Escocia y Gales. Los tres personajes tratarán de convencer al público, mientras se convencen a sí mismos, de que sus vidas han merecido la pena. Y lo hacen de una forma valiente, desnudando sus secretos más íntimos. Pero aunque nos hablan de los mismos hechos y lo hacen siendo totalmente fieles a la verdad, sus versiones se contradicen. No hay razones para aceptar la versión de uno de ellos y rechazar la del resto. Varios sucesos terribles harán desencadenar el trágico final… En este montaje de El curandero que podrá verse en el escenario de la Comunidad de Madrid se ha tenido muy en cuenta, según Pastor, la traducción de Manuel Benito y muy especialmente el trabajo de interpretación: “El actor debe enfrentarse, con una valiente desnudez, a soliloquios maratonianos ante un público que está muy cercano físicamente. Eso impide cualquier refugio o estrategia escénica que pueda amparar un fallo, por mínimo que sea”.
El relato acabará convirtiéndose en una lucha por la naturaleza narrativa a través de la búsqueda de un presente construido con ecos del pasado. De esta pugna prosperará, según el director, una “partitura musical de auténticos niveles sinfónicos por la variedad de sus matices expresivos, tan necesarios para mantener la atención del espectador”.
Pastor, que revitalizará el proyecto Guindalera con montajes ya vistos como La bella de Amherst sobre Emily Dickinson, señala que al final de El curandero el protagonista regresa a su tierra conociendo la fe primitiva de su audiencia, sabiendo que su curación no funcionará y que su castigo será duro: “En la narración de los hechos pasados ante el público se pone de manifiesto la frágil dependencia del poseedor de cualquier don, ya sea espiritual o artístico. Unas veces se verá como un genio y otras como un embaucador”.