Si alguien dice que “quien quiere salvarse huye de mi lado” puede ser Ricardo II o puede ser, sin ánimo de asaltar la afilada actualidad, cualquier otra lucha de poder. Si en su parlamento añade que el tiempo ha podrido su grandeza o que la gloria y el poder pueden ser depuestos pero no su tristeza, de la que se considera dueño y señor, no hablamos de nadie en concreto. Hablamos de la grandeza de Shakespeare. Hablamos “de tumbas, gusanos y epitafios”. Y hablamos de Erresuma, Kingdom, Reino, la nueva entrega teatral de Calixto Bieito (Miranda de Ebro, 1963), una producción del Teatro Arriaga (del que es director artístico) que llega, vertida al castellano, a las Naves del Español el próximo 10 de marzo.
Las tragedias históricas del bardo inglés, inspiradas en las Crónicas del historiador Raphael Holinshed, ya tronaron a principios de año en el escenario bilbaíno pero volverán a hacerlo con la misma intensidad en las tablas madrileñas, donde podrán oírse, de la voz declamatoria de Falstaff (interpretado por José María Pou), palabras tan crudas como: “El honor, ¿qué coño es el honor? El honor, ¿puede unir una pierna rota? No. ¿O un brazo? No. ¿O quitar el dolor de una herida? No. ¿Qué es el honor? Una palabra. ¿Qué hay en la palabra honor? Aire”.
"Shakespeare lo explica todo pero no le digo al público lo que tiene que pensar. Sería un error. No creo en ese tipo de arte". Calixto Bieito
Bieito vuelve a la inmensidad de Shakespeare después de haber realizado versiones muy personales de El rey Lear, Hamlet o Macbeth. Con Erresuma ha trenzado historias y personajes, mezclado violencia y poesía, exhibido amor y odio, en una puesta en escena convertida en un intuitivo menú de grandes momentos de tragedias como Enrique IV o Ricardo III.
Leer a Shakespeare
“Todo obedece a un proceso muy intelectual –explica a El Cultural–. Shakespeare puede ser leído en cualquier época y de cualquier forma. El montaje podría recordar a una sala de museo donde se expone una forma de comportarse, de vivir, donde aparecen diferentes familias reales. Hasta el momento, Shakespeare lo explica todo pero en ningún caso le digo al público qué es lo que tiene que pensar. Sería un error. No creo en ese tipo de arte”.
Hay poco margen para no conducir, consciente o inconscientemente, el pensamiento del respetable cuando oímos, procedente de la sinceridad de Enrique IV (Joseba Apaolaza), que en el que sigue su vocación no hay pecado. “En el Estado ya sabes –dispara el monarca–, es mucho mejor robar que rogar. Allí se lo montan arriba y abajo y se ponen las botas”. Pero hay más. Falstaff vuelve al ataque diciendo que “en el cerebro de este barro compuesto de idiotez, el hombre no es capaz de inventar nada que invite a la risa”.
Completan los personajes de este friso “trágico”, estrenado en Bilbao en euskera y en el que se incluyen fragmentos en inglés, Enrique V (Lander Otaola), Lady Anne (Lucía Astigarraga), Enrique VI (Koldo Olabarri), Margarita D’Anjou (Ylena Baglietto), Juana de Arco (Ainhoa Etxebarria), Ricardo III (Miren Gaztañaga), el Duque de Cambridge (Iñaki Maruri) y Dick The Butcher (Mitxel Santamarina), este último un cínico asesino que realiza trabajos sucios y de exterminio contra los campesinos.
Para el director, todo cuanto surge de las palabras de Shakespeare procede de relatos antiguos e impactan en el espectador con la misma fuerza que las historias que recoge, por ejemplo, la Biblia: “Todos son cuentos, historias salvajes, tiernas... Me pregunto muchas veces qué haríamos sin ellas. ¿Cómo podríamos explicarnos? Utilizar estos relatos, estas narraciones de ciencia ficción, nos ayuda. En las historias de Shakespeare aparecen la corrupción, la madurez, el desasosiego, la reflexión, la ira, la piedad”.
"En las historias de Shakespeare aparecen la corrupción, la madurez, el desasosiego, la reflexión, la ira, la piedad". Calixto Bieito
Quizá por todo eso Ricardo II (Eneko Sagardoy) en un momento del montaje pide un espejo. Quiere leer lo que cuenta su cara: “¿Tantos golpes como ha dado el dolor en esta cara y no la ha herido jamás? Espejo, no me adules, tú me engañas igual que mis adeptos en la prosperidad. ¿Es este el rostro de quien a diario mantenía bajo su techo a diez mil hombres?”.
Infinitas fantasías
Preguntas que no necesitan respuesta. Solo una butaca firme para soportar el peso de estas palabras escritas con la fuerza del relato antiguo y con la terquedad de un comportamiento que se repite una y otra vez en nuestra historia. Por eso llegan hasta hoy sin una sola magulladura.
“Es hermoso que alguien te explique un cuento. Uno lo interpreta y alguien lo volverá a interpretar y así hasta una infinita cadena de fantasías, ilusiones, traumas y sueños que volverán a escribir nuestro imaginario, ahora ya profundamente inmerso en la era digital”, explica Bieito, que reconoce resultarle muy difícil comprender un mundo donde las personas, la política, la cultura y la tecnología están completamente entrelazadas: “No creo que lo logre. Shakepeare lo entendió muy bien. Mientras tanto los círculos de la historia giran y giran. La brutalidad y la angustia acompañan a la humanidad desde los inicios. Pero también la poesía”.
El verso, el poema, es uno de los núcleos centrales de Erresuma, Kingdom, Reino. “Siempre está asociado a algo que es hermoso o que tiende a la melancolía pero abarca muchas cosas. En mi último viaje, fui a la casa de las hermanas Brontë y viví la experiencia de su escritura dura y salvaje. ¿Eso también es poesía, no? Shakespeare se adapta a todos los tiempos porque describe la humanidad y es capaz de penetrar en las personas”.
Tras este montaje a Bieito le espera Wagner en Viena, un Tristán e Isolda que vuelve a conectarle con óperas como Die Soldaten, la obra de Zimmermann que pudo verse en el Teatro Real en 2018.
Probablemente, la última lección nos la dé Ricardo III cuando, desesperado, ofrece una de las transacciones más famosas de la historia del teatro. Pero no viene sola. Atención a sus palabras previas que salpicarán como un ácido nuestras ya temblorosas butacas: "Que no os espanten sueños alocados, conciencia es una palabra de cobardes para inspirar temor entre los fuertes. Os iré matando uno por uno sin sentir la más mínima compasión por vuestras mediocres vidas. ¡Un caballo, un caballo, mi reino por un caballo!"