Javier Gomá, en un descanso de los ensayos de 'El peligro de las buenas compañías' . Foto: Sara Fernández

Javier Gomá, en un descanso de los ensayos de 'El peligro de las buenas compañías' . Foto: Sara Fernández

Escenarios

Javier Gomá se ríe del 'drama' de los 50 en Madrid

Vuelve, tras 'Inconsolable', con 'El peligro de las buenas compañías', segunda parada de su trilogía 'Un hombre de cincuenta años'

18 marzo, 2022 02:25

Un concepto sencillo con bifurcaciones filosóficas, la ejemplaridad, y una edad, los cincuenta años, punto de encuentro de un singular y fértil cruce de caminos, componen la encrucijada en la que nos sitúa Javier Gomá (Bilbao, 1965) en sus últimas entregas editoriales. No vamos a decir, como cuenta la leyenda que le ocurrió al bluesman Robert Johnson, que de este cruce de caminos haya surgido un pacto con el diablo –con la creación, con el arte– pero sí una progresiva inclinación a otros modos de contar ese pensamiento, urgente y necesario, que emana de su Tetralogía de la ejemplaridad, reunida en 2014 por Taurus y formada por Imitación y experiencia (Premio Nacional de Ensayo 2004), Aquiles en el gineceo, Ejemplaridad pública y Necesario pero imposible.

Hijo, Tristán, Jerjes

Consciente del poder del teatro y de su potencial para transmitir los grandes problemas del ser humano, espoleado y guiado con determinación por su profundo conocimiento de la tradición clásica, Gomá, filósofo, ensayista y director de la Fundación Juan March, decidió inocular sus dos conceptos fundacionales en Inconsolable, un “monólogo dramático” escrito en 2016 con motivo de la muerte de su padre, que Ernesto Caballero (con el que puso en pie la obra En el lugar del otro en 2020) llevó al Teatro María Guerrero un año después. No le bastó. La comedia Quiero cansarme contigo o el peligro de las buenas compañías (2017) y Las lágrimas de Jerjes (2018-2019) completaron una trilogía escénica en la que los protagonistas (Hijo, Tristán y Jerjes) comparten el “sucio secreto” del oficio de vivir. Cumpliendo con el rigor cronológico, pero también empujado por unas irrefrenables ganas de “cambiar de registro”, Gomá lleva este 18 de marzo al Victoria la comedia El peligro de las buenas compañías, título dirigido por Juan Carlos Rubio con el que se consolida como indiscutible autor teatral y, de paso, como un prometedor letrista de las canciones compuestas por Julio Awad.

“El buen ejemplo genera mala conciencia y explica por qué la buena gente suele morir de forma violenta”. Javier Gomá

Temas, digámoslo de una vez, que interpretarán Fernando Cayo, Carmen Conesa, Ernesto Arias y Miriam Montilla. “Me han dicho que soy el primer autor de la historia completamente colmado con lo que el director y los actores han hecho con la obra. Es verdad. ¡Son buenísimos! En la sala he apreciado el hechizo mágico que logran suscitar los actores y actrices, las risas, el pensamiento y las emociones que se producen, lo que me hace pensar con mucho optimismo en el estreno”, señala a El Cultural sin poder reprimir un entusiasmo.

El peligro de las buenas compañías cuenta la historia de dos parejas formadas por las hermanas Lola y Julia y sus respectivos maridos, Tristán y Félix. Un enredo, un engaño y una situación de crisis (de matrimonio, de edad, de salud...) mueven los hilos de unos personajes que nos recordarán las tramas clásicas gracias a sus equívocos, a sus confusiones, a sus divertidas suplantaciones de personalidad y a sus golpes de efecto, subrayados cada uno de ellos por numerosas canciones y varias partituras de piano.

Tristán, alter ego del autor, llega a decir en un momento de la obra: “Algunos disertan sobre la teoría de la ejemplaridad desde una cómoda poltrona. Escriben libros y, bueno, no hacen daño porque nadie los lee. Pero cometer la majadería de llevar la teoría a la vida práctica como haces tú [a Félix], hombre, eso no se le ocurre a nadie con dos dedos de frente”.

Ernesto Arias, Miriam Montilla, Fernando Cayo y Carmen Conesa en una imagen promocional de 'El peligro de las malas compañías'. Foto: David Ruano

Ernesto Arias, Miriam Montilla, Fernando Cayo y Carmen Conesa en una imagen promocional de 'El peligro de las malas compañías'. Foto: David Ruano

Así es como Gomá echa toda la carne en el asador en esta comedia. Dejando rastros más o menos evidentes de su peripecia existencial y creativa: “En esta obra soy yo en todo. Como persona y como autor. Cuenta cómo el buen ejemplo genera mala conciencia y explica por qué la buena gente a lo largo de la historia suele morir de forma violenta, porque la bondad suscita odio. En mi Tetralogía había discurrido ampliamente sobre lo que allí llamaba la “ejemplaridad conflictiva”. Sin llegar a la muerte ni al odio, la comedia plantea el sufrimiento que la virtud maciza y auténtica de un cuñado produce en el protagonista como consecuencia de las comparaciones frecuentes que hacen sus mujeres”.

Otra prueba de estas señales que el autor nos deja en El peligro de las buenas compañías aparece de la mano de su propia experiencia familiar. Gomá, nos desvela, se casó con la mayor de cuatro hermanas. “Al principio, estando yo solo, todo iba bien, era valorado por mis suegros y sus otras tres hijas, pero cuando se fueron casando con el paso del tiempo con individuos realmente extraordinarios, no aparentemente perfectos, sino auténticamente buenos, virtuosos y divertidos, me generó grandes problemas”. No faltarán, pues, pistas para “leer” entre las tablas a un autor que muestra al público la dimensión de sus cicatrices, esta vez con humor, sí, pero sin rebajar la munición filosófica con la que detona siempre su verdad: “Le contaré algo personal. Hasta los cincuenta siempre tuve la impresión de que era, en lo más íntimo, una prolongación prorrogada y educada de mi adolescencia. Cuando cumplí cincuenta y poco después murió mi padre, sentí por primera vez que había roto con mi adolescencia, que se había deshecho el nudo, que ahora navegaba solo”.

Esta corriente cargada de gravedad existencial que en el fondo circula siempre por el interior de toda buena comedia es una de las especialidades de Juan Carlos Rubio, director del montaje y auténtico colono en estos momentos de la cartelera madrileña con obras como Histrión (Teatro Quique San Francisco) y En tierra extraña (Marquina). También él se encuentra en la cincuentena, por lo que ha vivido la puesta en escena de esta “elegante fábula” con la misma intensidad que su autor: “Es un momento clave en nuestra vida. Muy a menudo nuestros padres han muerto y los hijos, frente a esa terrible visión, nos enfrentamos al fin de nuestra propia existencia. Y eso nos lleva a tomar todo tipo de decisiones (algunas acertadas y otras no)”.

Un desdoblamiento que funciona

Para el director, los grandes autores han usado la comedia para tocar asuntos muy serios: “Gomá es muy astuto y sabe cómo sacarle partido en su divertida dramaturgia a temas que ya abordó con maestría en sus ensayos. La comedia te desarma, te pilla desprevenido. Es un desdoblamiento que funciona desde siglos”.

El montaje, producido por Lantia Escénica, empresa privada dirigida por Ernesto Caballero e integrada en el grupo Focus, aterriza con fuerza en el circuito comercial, otra de las experiencias a las que se ha enfrentado Gomá, que se encuentra trabajando en una “versión moderna” de Edipo en Colono: “Siempre he sido un filósofo con una obra extensa pero no exactamente comercial. Ser comercial por algún tiempo me parece de lo más excitante”.

Rubio, más acostumbrado a este circuito y a este teatro (recientemente lo pisó con Desmontando a Séneca), solo distingue entre teatro bueno y teatro malo. “Lo demás –sentencia– son etiquetas”. Esa es la medida real de una obra en la que escucharemos, de nuevo en boca de Tristán, ideas como estas: “Llamadme iluso, llamadme ingenuo. No me importa. Al revés, cada vez estoy más convencido de que la Inteligencia está sobrevalorada y de que sólo funciona correctamente cuando se inclina ante la Ingenuidad, fuente de la verdadera sabiduría del corazón”. Rastros, pistas, de una encrucijada. Palabra de autor. Palabra de filósofo.

Tres obras, una edición

“Qué ocurre en el entorno de los cincuenta? Que uno ha visto algo. ¿El qué? Una tragedia de Eurípides, Hipólito, ilustrará la respuesta”. Esta es una de las muchas preguntas que se hace Javier Gomá en el prólogo a Un hombre de cincuenta años, la nueva edición de Galaxia Gutenberg de su trilogía teatral formada por el monólogo dramático Inconsolable, la comedia moral Quiero cansarme contigo o el peligro de las buenas compañías y la tragedia Las lágrimas de Jerjes, esta última, aún por estrenar, ambientada en la Atenas clásica durante la noche del estreno de Los persas de Esquilo. Todos los protagonistas de las tres obras están bajo la influencia de los 50 años: “Quien cumple cincuenta cruza una raya preñada de un acentuado simbolismo que ha sido destacado con frecuencia en la historia de nuestra cultura”, señala Gomá, que no reúne las tres obras por “capricho compilatorio” sino porque sus protagonistas comparten elementos dramáticos. Este título, con ecos de Balzac, no es el único de Gomá editado en este sello. Dignidad, la imagen de tu vida, Filosofía mundana e Ingenuidad aprendida también forman parte de su catálogo.