De nuevo nos visita Daniel Harding, director británico que mamó en sus comienzos de los pechos de maestros insignes como Simon Rattle y Claudio Abbado; y con gran provecho. Su figura, menuda y aparentemente frágil, despliega una mímica muy sugerente, de gestos claros y precisos, y una vitalidad contagiosa para comunicar sus planteamientos.
A veces sus prospecciones parecen todavía faltas de peso, incluso de contenido, descarnadas de texturas, vivas de tempo. Su colorido es pasajeramente agreste, aunque la base rítmica es sólida. En todo caso, el transcurso del tiempo va limando asperezas, asentando criterios, dotando a la corta y nerviosa batuta de una proyección de mayores alcances y, siempre, procurando que las líneas maestras de cada partitura acaben siendo bien aireadas y transparentes.
En esta nueva singladura en nuestro país, de la mano de Ibermúsica, Harding podrá mostrar su actual grado de madurez en dos sinfonías monumentales: la Nº 6, Pastoral, de Beethoven, y la Nº 9, última e incompleta, de Mahler. La diafanidad de la primera, sus apuntes ecológicos, y la complejidad de la segunda, de un contrapuntismo diabólico y de una demoledora y nihilista expresividad, no son nada fáciles de conseguir. Algo que esperamos que prospere por cuanto a sus órdenes estará la fabulosa Orquesta del Concertgebouw.
Antes de la Pastoral se escuchará, el 1 de noviembre, en el Auditorio Nacional, el Concierto para violín de Brahms, del que será solista el siempre sugerente Leonidas Kavakos. La obra mahleriana, al día siguiente, vendrá precedida de una composición del joven neerlandés Rick van Veldhuizen, Mais le corps taché d'ombres, título muy sugerente que casa perfectamente con la obra base. Fue un encargo de la propia Concertgebouw.