“Todo reclamo es bienvenido”, dice con una medio sonrisa Tomás Marco en un aparte de los ensayos de Policías y ladrones, la que puede calificarse como su zarzuela maldita. El aura que ha envuelto este trabajo es la que puede ayudar ahora a hacerla más atractiva para el público. No en vano, debería haberse estrenado en 2016, pero la marcha de Paolo Pinamonti, anterior director de la Zarzuela e impulsor del proyecto, truncó aquel primer intento. Luego, la segunda tentativa, en 2020, fue derribada por la Covid. Los hados parecían haberse confabulado contra Marco, Álvaro del Amo (autor del libreto) y Pinamonti.
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El primero había sido ‘fichado’ por los segundos. Pinamonti le preguntó a Del Amo si tras reescribir tres zarzuelas seminales para el espectáculo Los fundadores se atrevía a elaborar un texto de nuevo cuño con vistas a engrosar el repertorio con un título que se sumara a nuestro copioso legado lírico. Del Amo recogió el guante. Y pidió como aliado para la incierta aventura a Tomás Marco, que debía ocuparse de la música. “Siempre me han picado los retos así que dije sí desde el principio”, apunta el compositor.
Cuando ambos se pusieron manos a la obra, en las portadas de los periódicos estaba cada día Bárcenas. O sea, la España de la corrupción política. Y por ahí tiraron, con pretensión costumbrista y paródica, entroncando así con el espíritu de otras muchas piezas precedentes que conectaban la actualidad mediática con el argumento artístico: Pan y toros, Gigantes y cabezudos, La Gran Vía…
“Hemos hecho una farsa sin la gravedad de la crítica demoledora, con ligereza y suspense”, explica Tomás Marco
“Hemos hecho una farsa sin la gravedad de una crítica demoledora, con la ligereza de un argumento cuya intriga incorpora la tensión del suspense en un despliegue de tipos, figuras, lances hipotéticos y absurdos inverosímiles”, explica Marco, que, de paso, reconoce que por momentos sintió cierta desesperación al ver que, en dos ocasiones, todo el trabajo se iba al garete.
Con Policías y ladrones ofrecen al respetable, en clave humorística, un escarnio de esos poderosos que los gobiernan y, por añadidura, desvían parte del erario público hacia sus bolsillos. Al menos, el pueblo llano ve así ajusticiados en las tablas a esos políticos venales que muchas veces se van de rositas en la realidad.
Del Amo y Marco fueron armando partitura y libreto en un toma y daca simultáneo. El objetivo todo el tiempo fue conjugar los patrones clásicos de la zarzuela con una imagen actual del género. Marco, en el capítulo musical, alternó pasajes tonales, atonales, modales e incluso microtonales y bruitistas. Algunos de estos códigos no son familiares en el ámbito de la zarzuela pero los ha intentado integrar de manera armónica, para que sean “digeribles”.
Por otro lado, quería que el canto sonase natural y expresivo, para que en él la dramaturgia encontrarse un refuerzo de credibilidad, “al contrario de lo que es hoy muy habitual: someter lo canoro a lo instrumental, de modo que una soprano entona exactamente igual un ‘buenos días’ que un ‘me estoy muriendo’”. Buscaban pues insuflar verismo. Algo que le compete también a Carme Portaceli, la responsable de cuajar la puesta en escena, que ha apostado por la limpieza y la funcionalidad. José Ramón Encinar, por su parte, guiará a la Orcam en el foso del coliseo madrileño. Ambos dirigirán un elenco conformado por César San Martín, Miguel Ángel Arias, Alba Chantar, César Arrieta y María Hinojosa.