La palabra “stomp” nos remite a un tipo de tema musical, con ritmo trepidante, cuyo compás se acentúa golpeando el suelo con el pie. Su popularidad se debe al jazz tradicional y la época en la que el swing hacía furor. Mas, hoy cuando hablamos de STOMP nos referimos a un fenómeno escénico que surgió a finales del siglo XX y, aún por estos días, sigue siendo considerado un fenómeno de la escena.
Casi tres décadas después de creada, esta compañía inclasificable continúa haciendo arte callejero de exquisita factura con todo aquello que no imaginamos ver en un escenario: escobas, arena, recogedores, contenedores de basura, palos, carros de la compra, cacerolas varias, mecheros, ¿sigo?, periódicos, bolsas, maletas de viaje, bidones, cubos, tubos flexibles, fregaderos, agua y ya paro, pero ellos siguen.
Creando situaciones hilarantes, estos magníficos artistas convierten los ruidos callejeros en excelsa sinfonía. Para STOMP todo genera sonidos y todos los sonidos pueden ser armónicos. Pero no siempre estamos frente a una estridencia gestionada, también está el sonido sutil que deviene coreografía sonora-visual donde la sincronía no deja lugar para la improvisación y el ensayo de cada detalle cristaliza en original y hasta sublime creación.
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Por momentos, las palmas planas, huecas, sabias llenan el espacio circundante. En otros, son los chasquidos los responsables de generar una atmósfera sonora hipnotizante que da paso a las más increíbles acrobacias que, además, se acompaña de rupturas para suavizar la tensión coreográfica.
Una especial mención debo hacer al número donde, mecheros en manos, generan música y efectos dignos de un sincronizado sistema electrónico de esos que muchas veces fallan en plena función. Aquí, sin electricidad ni artificios, nada quiebra la perfección de un pasaje impecable.
También destaco la agudeza con que convierten el burdo hecho de rasgar un periódico en música apropiada para situaciones escénicas, o la genial secuencia donde tres “stompnes” crean un tema digno de grabación con todo aquello que van encontrando en el interior de una bolsa de basura.
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Formando parte del Festival Internacional de Artes Escénicas, el Espacio Ibercaja de Delicias de la capital española ha acertado en programar hasta el 21 de mayo -con funciones de miércoles a domingos-, el regreso a los escenarios madrileños de este legendario show donde unos renovados artistas callejeros combinan percusión, humor, danza y música.
Pensado para todo tipo de público, más que un espectáculo me aventuro a clasificarlo como una experiencia única y perdurable; quizá también como un terremoto sonoro o incluso como un huracán de sensaciones. Sea lo que sea, hay que verlo… las clasificaciones poco importan cuando el arte es mayúsculo.