Vuelve a la temporada de La Filarmónica el ateniense Teodor Currentzis (Atenas, 1972), uno de los directores más efervescentes, de más franca proyección y en buena medida más atrabiliarios de los últimos decenios.
Esta vez regresa al mando de la Orquesta de su creación, musicAeterna, nacida en Novosibirsk, donde el director era titular de la Ópera y del Ballet, en el año 2004. Se podrá ver en acción a director y conjunto a lo largo de este mes de mayo en diversas plazas españolas: Auditorio de Zaragoza (día 12), Palau de la Música Catalana (14), Auditorio Nacional de Madrid (17 y 18)…
Va a pasear dos muy interesantes programas en los que planea la idea de la muerte. El primero alberga Metamorfosis de Richard Strauss y la Sinfonía nº 6, Patética, de Chaikovski. Aquella es una composición de vejez, de vuelta, un tanto desencantada, de todo.
El anciano compositor depositó su sabiduría en unos pentagramas reconcentrados para orquesta de cuerdas en los que trabaja con extrema habilidad armónica, como sedimento de fondo, el tema de la Marcha fúnebre de la Sinfonía Heroica de Beethoven. Obra tensa, resumidora y lapidaria. La sinfonía es una monumental peroración de signo en cierto modo autobiográfico en la que se dan cita obsesiones, recuerdos bailables, marchas exultantes y pesimistas elongaciones. El cuarto movimiento es un oscuro adiós que acaba sumergiéndose en la nada.
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Algo que se dibuja desde el principio en la Sinfonía nº 9 de Mahler, que ocupa la totalidad del segundo programa. Obra que, a través de un complicado, cambiante y en ocasiones exultante devenir, va disolviéndose paulatinamente a partir de un inmenso primer movimiento en el que la tonalidad no llega a asentarse en un recorrido que nos mantiene en vilo y que, tras los dos movimientos intermedios, un ländler y un corrosivo scherzo, nos lleva a un andante conclusivo que se baña resignadamente en una muerte anunciada. Aquí está en buena medida el germen de los descubrimientos llevados a cabo por Schönberg y su escuela vienesa.
Los modos directoriales de Currentzis, de gesto amplio, variado, un tanto aparatoso, podrán ser revisados de nuevo en el desarrollo y planificación de partituras tan relevantes. Es un músico muy pagado de sí mismo y que tiene las cosas muy claras, aunque en permanente actitud de descubrir nuevos territorios.
No se pone límites y busca en todo momento sensaciones que abran puertas. A veces sus tempi son discutibles, lo mismo que sus contrastadas dinámicas y su administración de acentos. Es en todo caso un artista que no deja indiferente, aunque quepa la posibilidad de que el fraseo pueda parecernos excesivamente elongado.
La verdad es que su habilidad constructiva y su personal concepto de los pentagramas otorgaron relieve a la estupenda Sinfonía nº 5 de Shostakóvich ofrecida, en una lectura de alto voltaje, en su visita anterior, al frente de la SWR de Stuttgart. MusicAeterna es un conjunto de otra pasta y de otra sonoridad, equilibrado, flexible y preciso, que sigue los mandatos de la flamígera batuta ciegamente