Dice Sergio Peris-Mencheta que de las cuatros versiones de Incendios que ha visto, las escénicas de Oriol Broggi, Mario Gas y el propio Wajdi Mouawad, y la cinematográfica de Denis Villeneuve (nominada al Óscar), la que más le ha gustado ha sido la primera. Por eso, cuando Broggi, apasionado de Mouawad, montó Cielos en el Teatre La Biblioteca de Barcelona en 2014, fue corriendo a verla. “Entonces ya pensé que quería hacerla en el futuro yo también. Me apetecía plantearla de manera diferente”, explica a El Cultural el siempre sorprendente director.
Aquel deseo difuso empezó a tomar forma cuando Juan Mayorga, actual director de La Abadía, le abrió las puertas de ‘su’ teatro. Le pidió que le hiciera alguna propuesta concreta. Y el artífice de abracadabrantes montajes como La cocina (Arnold Wesker) o Lehman Brothers (Stefano Massini) consideró que era el momento de jugársela con la última pieza de la tetralogía La sangre de las promesas, a la que pertenece también Incendios, amén de Litoral y Bosques.
“Es una rara avis dentro del ciclo. Aunque mantiene el tema central, la maldición de la violencia transmitida de generación en generación, Mouawad se sale del mundo árabe (nos sitúa en el ámbito occidental) y la poesía aquí está mucho más dosificada. Aparte, es una obra que leída puede resultar farragosa, con largas parrafadas científicas, pero, luego, en escena, con algo de imaginación, funciona mucho mejor de lo que cabe pensar. Es muy cinematográfica”, apunta.
“Cielos es una rara avis en el ciclo. Mouawad se sale del mundo árabe y la poesía está mucho más dosificada”, afirma Peris-Mencheta
Mouawad nos adentra en un edificio apartado en un bosque. Dentro, unos científicos e investigadores intentan desencriptar la amenaza de un ataque terrorista inminente que pretende ensangrentar la navidad. Allí encerrado, este grupo se afana por dar con las claves del potencial ataque. Hay dos líneas de investigación abiertas. Una apunta al islamismo; otra, al anarquismo. Existen discrepancias sobre cuál es la correcta. Mouawad, al inicio, utiliza el truco de guion de la llegada de un miembro nuevo al equipo para poder presentar a los demás.
Este sustituye al anterior criptoanalista, que se ha suicidado. Son tipos que conviven de manera muy estrecha pero que se tratan de usted. Sin embargo, el pacto tácito de ‘aquí estamos para trabajar’ se resquebraja, lo cual hace que vayamos conociendo el trasfondo emocional de todos ellos.
Peris-Mencheta, que suele llevar su teatro al lenguaje cinematográfico, dice que aquí esa tendencia se acentúa todavía más. Menciona las películas Déjà vu de Tony Scott y Enemigo invisible de Gavin Hood como referentes. Ambas reflejan investigaciones que requieren encierro e inteligencia. Él enclaustra a los personajes, encarnados por Marta Belmonte, Jorge Kent, Álvaro Monje, Pedro Rubio y Javier Tolosa, en un espacio claustrofóbico de tres alturas, que el espectador ve como si fuera un corte en el subsuelo que muestra una suerte de ‘hormiguero’.
Abajo, un nicho donde duermen como en uno de esos hoteles japoneses donde casi no te puedes poner de pie. En medio, la sala de ensayos y el laboratorio. Y arriba, el jardín, “donde salen a fumar y traslucen más su intimidad”.