En Granada este año se dan cita numerosas luminarias de la interpretación musical. Toca ahora glosar y contrastar la personalidad de tres pianistas bien distintos, la española Judith Jáuregui (día 10 de julio), el ruso Daniil Trifonov (11) y el ruso-alemán Igor Levit (13).
La pianista donostiarra, sin prisa pero sin pausa, va asentándose merced a un laborioso estudio, a una puesta en valor de unas condiciones naturales que han ido acreciendo y ayudando a destapar una sensibilidad y un talento que aflora sin esfuerzo aparente. No cabe duda de que una de las mejores cualidades de la artista es el trabajo aplicado a unas pautas musicales estrictas, en busca de una depuración y de un estilo que va encontrando de manera paulatina gracias también al encaje con un tipo de repertorio con el que conecta de forma natural y con el que mantiene una afinidad innegable.
Sin hacer quiebros, sin buscar subterfugio en un pianismo oscuro, es capaz de bañar de luz y de expresarse con garbo. Observábamos en ella un enfoque muy libre, aireado, impulsado por una digitación nítida y muy medida y una animación propia de su juventud, pero traspasada de una cierta mirada reflexiva, traducida en un acertado control de intensidades y en una coloración todavía un tanto pálida, pero muy prometedora.
En Granada tocará junto al Cuarteto Mandelring en un programa dominado por el Quinteto op. 57 (1940) de Shostakóvich, de quien se tocarán asimismo Aforismos op. 13 (1927) y el famoso Cuarteto nº 8 en Do menor op. 110 (1960). Valdrá la pena degustarlo interpretado por músicos inspirados y bien avenidos, con dosobras maestras incuestionables como son el Cuarteto y el Quinteto. No dudamos de que la flexibilidad de Jáuregui logrará la compenetración ideal con sus compañeros.
Trifonov (1991) como Levit (1987) actúan en solitario. Tanto uno como otro nacieron, curiosamente, en la misma localidad, Gorki (hoy Nizhni, Nóvgorod). El primero se remanga para enfrentarse a un programa de altos vuelos y muy variado que comienza con el Álbum para la juventud op. 39 de Chaikovski, sigue con la compleja e inspiradísima Fantasía en Do mayor op. 17 de Schumann, continúa con otra fantasía, esta en Do menor, de Mozart, una maravilla de concentración, y el dificilísimo Gaspard de la nuit de Ravel (su tercer movimiento, Scarbo, es una prueba de fuego para cualquier pianista) y concluye, por si faltaba poco, con la Sonata para piano nº 5 en Fa sostenido menor op. 53 de Scriabin.
Recordemos que canceló su anunciado recital del pasado año. Al fin debuta con este programa dominado por la idea de fantasía y adornado por un virtuosismo cenital en el que podrá demostrar sus valores, sus cualidades de pianista demoledor y personal, imaginativo, de insólitas propuestas. Posee un sentido especial de la construcción de la frase, una diferenciación de ataques y un criterio musical de altos vuelos. Dedos ágiles los suyos, seguros y precisos, capacidad para acentuar con firmeza y exactitud, y
de expansionarse en súbitos arrebatos. Su sonido tiene carne y apreciable densidad.
Son virtudes que se revelaron hace unos años con la interpretación de esa obra misteriosa y especulativa de Bach llamada El arte de la fuga. Es sorprendente su empleo virtuoso del pedal, que acentúa, refuerza, impulsa y facilita las articulaciones. Es a partir de ese juego que el pianista alcanza notables estratos expresivos sin forzar fraseos ni ataques, pero abriendo un muy amplio abanico de intensidades, desarrollando unas dinámicas espectaculares, sin perder en ningún momento la lógica expositiva.
Jáuregui baña todo de luz. Trifonov posee un sentido especial de la frase. Levit es eficaz y virtuoso.
Al tercero en discordia, Levit, ya tuvimos ocasión de verlo y escucharlo en el festival en un programa Beethoven, y en Madrid, en un recital variado y original para la Fundación Scherzo. Es aún más sorprendente que Trifonov, aunque igualmente virtuoso y eficaz, pero de ímpetu más contenido. Es de los que, a partir de tempi sorprendentes y fraseos incisivos, nos va convenciendo poco a poco, incluso en el curso de una misma obra. Como la imponente Sonata en Si menor de Liszt, de la que hizo una creación absolutamente original en aquel concierto madrileño.
Es curioso que en sus interpretaciones a veces, inesperadamente, elimina el pedal, como sucedió al inicio de la segunda mitad de la citada sonata. Peculiar manera la suya de buscar efectos contrastantes de extrema aquilatación agógica que pudieran parecer excesivamente caprichosos. Claro que en la interpretación de una par titura, un libro abierto que presenta mil posibilidades, eso siempre es difícil de concretar.
Podremos comprobar todas esas características en Granada, en la que, junto a la sonata lisztiana, se programa, curiosamente, la Fantasía en Do mayor de Schumann, que aparece también en el programa de Trifonov. Buen momento para establecer comparaciones casi de un día para otro. Además, se nos ofrecerá una nueva Fantasía, la compuesta sobre el Peter Grimes de Britten por Ronald Stevenson, y la célebre Liebestod de Tristán e Isolda de Wagner, pero no en el arreglo de Liszt, sino del extinto pianista húngaro Zoltan Kocsis.