Han pasado algo más de 16 años desde que la banda madrileña Vetusta Morla irrumpiera en la escena musical con Un día en el mundo (2008), una de las óperas primas más importantes y sorprendentes de la historia del pop español.
Compuesto por una colección de canciones vivas y luminosas, con su ya icónica portada, el disco provocaría un inédito y particular terremoto independiente, abriendo una vía para muchas de las bandas y artistas que vendrían detrás. Desde entonces prácticamente no han parado de hacer cosas, dejando tras su estela una productividad altamente remarcable.
Y es que durante todo este tiempo han acabado editando un total de 13 discos (incluyendo las tres bandas sonoras y los otros tres álbumes grabados en directo) en una prolífica actividad que ha convertido a la banda madrileña en una referencia indiscutible a la hora de confeccionar un discurso musical y escénico de primera línea.
Ahora con el inminente lanzamiento de su nuevo álbum de estudio Figurantes, disponible ya para escuchar, Vetusta Morla vuelve a dar un giro de guion, de esos que tanto les gusta, anunciando la decisión de tomarse un año sabático para descansar, desprenderse de toda la maquinaria inherente que conlleva una banda de sus dimensiones y volver dentro de unos meses con fuerzas renovadas.
"La verdad es que todo lo que hemos hecho en tan poco tiempo, desde luego… ¡Es para reflexionar!", comenta entre risas su vocalista, Pucho, que, café expresso en mano, atiende a El Cultural para relatar el particular proceso que ha rodeado la grabación de su último disco.
Se trata de un LP formado por 11 canciones liberadas de horarios que sirven para hacer una radiografía concreta de una banda que sigue huyendo del ideario convencional predominante en muchas bandas de la escena del rock independiente.
"A lo largo de los discos siempre hay canciones que se acaban quedando fuera porque no acaban de encajar en forma o fondo y que nos gustaban bastante, así que decidimos que era el momento perfecto para recuperarlas y darles una vuelta", explica Pucho. "Además, nunca habíamos trabajado así, componiendo y grabando en medio de una gira como la de Cable a Tierra y nos ha gustado porque cada canción ha tenido un proceso muy diferente".
Un disco que de alguna manera está dedicado a su propio público, quienes acaban siendo los verdaderos figurantes de sus conciertos y fieles espectadores de las composiciones que dan sentido a su carrera.
Y curiosamente, estas mismas canciones fueron estrenadas a hurtadillas, sonando como música de fondo en el WiZink Center, mientras el público accedía a los dos conciertos que dio la banda el pasado mes de diciembre. No mucha gente reparó en ello, claro, aunque "algunos se dieron cuenta de que no eran canciones nuestras que hubiesen escuchado antes e intentaban identificarlas con el Shazam", asegura el vocalista.
"En realidad la idea inicial era parar después de esos conciertos, lanzar el álbum casi por sorpresa y descansar una temporada para tomar aliento tras cuatro años frenéticos", continúa Pucho. "Tras la pandemia hemos lanzado dos bandas sonoras, dos discos de estudio, un directo y un documental en el Wanda Metropolitano de Madrid. El año sabático que vamos a tomar después de la gira nos va a sentar realmente bien".
Lo que está claro es que las composiciones que conforman Figurantes, sin estar ligadas a un concepto, necesitaban de alguna manera un vuelo libre para terminar de crecer. Resumen perfectamente el poso adquirido por la banda durante estos años, siempre en busca de la mejor canción posible.
"El resultado creo que ha sido sorprendente para todos nosotros y yo por mi parte estoy muy contento con mi aportación, ha habido mucho desafío a nivel vocal y creo que es el disco en el que tengo más registros diferentes", apunta el cantante de Vetusta Morla.
Grabado en diferentes estudios de Madrid y con la producción a cargo del ganador de varios Latin Grammy Campi Campón, en los dos singles adelantados, Puentes y Catedrales, lanzados a modo de obsequio primaveral el 21 de marzo, ya se apreciaba el peculiar y diferente espíritu que sobrevuela este álbum.
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Los versos desafiantes de Puentes, "un poema de Juanma que ya estaba incluido en Memoria instantánea", revelan un ejercicio de honestidad en el que a través del potente spoken word de Pucho se acaban enumerando algunas de las distintas claves del manual de resistencia y conexión de una banda que reivindica sin ningún pudor el valor de lo colectivo.
Mientras que en Ay Madrid y su comienzo juguetón al estilo de las canciones más lúdicas de Vampire Weekend se acaba definiendo como una "carta de amor-odio a esta ciudad sin fin que puede llegar a ser agotadora en algunos momentos", tal y como relata el vocalista de la banda.
A lo largo de su carrera, Vetusta Morla ha ido desprendiéndose de cierta épica e intensidad en favor de un enriquecimiento instrumental y un discurso más calmado y preciosista.
"A nosotros desde el principio se nos quedó muy corta la etiqueta indie, siempre hemos querido ampliar nuestros horizontes musicales y creo que en este momento se nos nota más a gusto que nunca", explica Pucho, algo que refrenda la lírica vitalista de La derrota, un medio tiempo (con su hipnótica línea de bajo a lo Radiohead) que acaba derivando hacia una oscura intensidad confirmándose como una de las composiciones más brillantemente atemporales de este álbum.
En cambio, el delirio rítmico y bailongo de Cosas que hacer un domingo por la tarde muestra a los Vetusta Morla más desenfadados y desprejuiciados de toda su carrera. Quizás su figurante más inesperado, tal y como explica Pucho: "En todos nuestros discos siempre suele haber una canción costumbrista y ésta creo que nos ha quedado muy divertida, es de las que me apetece tocar en directo".
La cadencia lenta y pesada de Parece mentira se transforma hacia su mitad final en un dulce y sorprendente vuelo electrónico hasta su explosión final, mientras que Figurantes, la canción que da título al álbum con su vitalismo optimista, parece recordar a una pariente lejana de su famosa Saharabey Road. "Es una composición que ha dado muchas y muchas vueltas, pero finalmente conseguimos darle el punto que necesitaba", dice el cantante.
La progresión de acordes con ecos beatlenianos de La sabana de mis fantasmas acaba combinando perfectamente con la lírica metafórica habitual de la banda de Tres Cantos en una canción que, según Pucho, "también podría ser una especie de pariente lejana de Baldosas Amarillas con su épica colorida".
Y por último, Drones acaba cerrando el álbum de manera suave y etérea, como si fuese la canción que sobrevuela en los créditos finales de una película que lleva muchos años filmándose, certificando el punto y aparte de una historia a la que todavía le quedan varias secuelas por delante.
"Sin duda, una de mis canciones favoritas de este disco, bastante pandémica por cierto, y el lamento final vocal lo ha grabado Guille y me parece que ha quedado brutal", sentencia Pucho. "Al final reconozco que cada canción ha sido una aventura en sí misma y le he cogido mucho cariño a estas canciones. ¡Creo que ni nosotros mismos sabemos cómo lo hemos hecho!"