Entre las habituales propuestas de la Fundación March de Madrid destaca la de recuperar monodramas, melólogos, obras vocales de pequeño formato de las que existen bastantes y curiosos ejemplos, antiguos y modernos. En la temporada que comienza, fiel a su costumbre, le entidad cultural madrileña, con el apoyo incondicional del Teatro de la Zarzuela, una costumbre iniciada por Daniel Bianco y que mantiene la nueva rectora del coliseo, Isamay Benavente, ha programado como excelente inicio de la temporada musical, la ópera de cámara Domitila del compositor brasileño Joao Guilherme Ripper.
Ripper (1959) es una importante personalidad en su país. Discípulo de Henrique Morelenbaum, Ronaldo Miranda y el alemán Helmut Braunlich, es dueño de un lenguaje de carácter ecléctico y sabio que le ha permitido componer una gran variedad de obras en todos los géneros. En el operístico, que es el que nos interesa aquí, tiene en su haber hasta ocho títulos.
Uno de los más notables y exitosos es justamente Domitila, estrenada en Río de Janeiro en 2000. Está inspirada en una historia real acaecida en la década de 1820 y trata de la imposible relación entre el rey Pedro IV de Brasil ya la marquesa Domitila de Castro.
Bajo la apariencia de un monólogo la mujer revive su romance frustrado mientras lee las cartas que le ha dirigido su amante, con lo que se establece un curioso desfile de personajes. Hay una sola protagonista real, Domitila, interpretada por una soprano lírica, que no abandona la escena y que ha de seguir un canto variado, cambiante, colorista, que atraviesa todos los posibles estados anímicos y que permite a Ripper realizar un auténtico ejercicio de ambientación musical con una soltura y una inventiva magníficas.
La obra, de la que se escucha la versión camerística original escrita para piano, clarinete y violonchelo, que dialogan, mecen, acompañan y colorean la línea vocal, sigue un lenguaje que podríamos calificar de ecléctico, que revela la soltura y conocimiento del compositor. En la narración, siempre muy contrastada, hay un poco de todo y estupendamente ensamblado. Se inicia la obra con la exposición de un tema sombrío y largo que enseguida va contorneándose y adquiriendo diversas formas e inflexiones y que sirve de lecho a la entrada de la voz.
Se inicia la lectura de algunas de las cartas. Aparecen jugosos interludios instrumentales, ariosos, recitativos, parlati de diverso cuño. Y aires danzables al hilo de lo que se cuenta. Ritmos indígenas directos e incluso desenfadados. Se repiten figuras breves, se desarrollan ondulaciones. Hay momentos de canto spianato y pasajes meditativos. Instantes de rara exultancia, como aquel en el que Domitila rompe cartas a mansalva mientras se escucha una suerte de danzón.
La música sube de intensidad en el más extenso monólogo de la ópera, coronado por una marcheta rítmica y casi guerrera. La voz se eleva hacia el sobreagudo en ruidosas exclamaciones. El cierre es lento, lírico, dolorido, pausado, reflexivo, manso. Un acorde prolongado en pianísimo cierra una narración que requiere, como antes se ha dicho, una sólida voz de soprano lírica que posea un buen legato y adecuada extensión para subir y bajar.
En esta ocasión será la portuguesa Ana Quintans la protagonista de una acción que va a desarrollarse de acuerdo con la interesante y metafórica propuesta escénica de la veterana soprano y gran personalidad teatral que es Nicola Beller Carbone, que representa el yugo que Domitila y el rey soportan atrapado entre cuerdas, "como si fueran un único personaje con distintas apariencias que lucha consigo mismo para encontrar el equilibrio en medio de las ataduras que condicionan su existencia".
Tres excelentes instrumentistas, el pianista Borja Mariño, que a su vez es el director musical, la clarinetista Irene Martínez Navarro y el chelista Esteban Jiménez, son el soporte de la voz. Demos por último los nombres principales del resto del equipo: Carmen Castañón, escenógrafa; Pier Paolo Alvaro, diseño de vestuario; Pedro Chamizo, diseño de iluminación, y Eduardo Aguirre de Cárcer, asistente de dirección.