Un momento de 'La corte de Faraón' de Emilio Sagi. Foto: Daniel Alonso / CDT

Un momento de 'La corte de Faraón' de Emilio Sagi. Foto: Daniel Alonso / CDT

Escenarios

'La corte de Faraón' o cómo trasladar Chueca a las pirámides de Egipto a golpe de opereta

El director musical Carlos Aragón y el director de escena Emilio Sagi nos dan las claves de esta "opereta bíblica" de 1910 que acoge desde hoy el Teatro de la Zarzuela.

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Estrenada en 1910 con libreto de Guillermo Perrín y Miguel de Palacios y música de Vicente Lleó, La corte de Faraón ha pasado a la historia como la única obra de género chico en ser interpretada en el primigenio Teatro Real. Fue por petición de Alfonso XIII, que solicitó que la compañía cruzara la plaza de Ópera desde el Teatro Eslava para hacer una función privada. Unamuno la puso por las nubes, porque molestaba a los conservadores y sobre todo a la Iglesia. Parodiada primero, del gusto de Primo de Rivera después, fue estigmatizada por el régimen franquista en los años cuarenta y llegó a ser reestrenada en la posguerra con otro título para evitar la censura.

Censura con la que ya ajustó cuentas José Luis García Sánchez con su filme homónimo de 1985, una versión cinematográfica maravillosa, pero que nada tiene que ver con esta producción de la opereta íntegra, vista en 2012 en el Teatro Arriaga, el Teatro Campoamor y los Teatros del Canal. Poco antes de su representación en el Teatro de la Zarzuela, su director musical, Carlos Aragón, y su director de escena, Emilio Sagi, adelantan a El Cultural algunas claves de su provocativa apuesta.

La corte de Faraón es una comedia ambientada en Egipto en la que el gran faraón (Luis Cansino/Enric Martínez-Castignani) y su mujer (María Rodríguez) esperan al general Putifar (Ramiro Maturana) para ofrecerle en matrimonio a la bella Lota (interpretada por María Rey-Joly). Una herida de guerra imposibilita al valiente general cumplir con sus deberes maritales, y su intento de ocultarlo deriva en un sinfín de situaciones divertidísimas en las que se ve implicado su esclavo José (Jorge Rodríguez Norton), que atrae a muchas mujeres… y a algún que otro hombre.

Como explica Carlos Aragón, “venimos del reinado de Isabel II, de un siglo XIX reprimido, de la católica España y de pronto aparece esta obra con ese aire de opereta europea, y causa un efecto tremendo. Con los ojos del siglo XXI lo ves hasta naíf, pero estamos hablando de 1910. Ya sea entonces o ahora, un marido impotente que no puede satisfacer a su mujer y que se enamora de un esclavo siempre hace gracia. Es algo muy nuestro, muy latino: reírnos de la desgracia ajena”.

Hasta aquí el meollo de la obra. Luego está cómo se cuente: “Emilio Sagi y el tenor Enrique Viana (que interpreta a Sul) hicieron una revisión del texto, sustituyendo el ripio por un lenguaje más fresco, más cercano y actual. Pero el centro de la obra sigue siendo el marido cornudo, burlado, ese personaje típico de la Commedia dell’Arte que es universal”, resume Aragón. Trasladar con gracia una opereta así requiere destreza.

En esta versión, adelanta, “el grandísimo Enrique Viana, que además vamos a ver como travesti, ha hecho unas letras especiales para los cuplés babilónicos. Algunas letras van a ser un poquito comprometidas, pero en el teatro, y más en una revista como esta, nuestra obligación es estar muy en contacto con la realidad”. Reivindica Sagi que “los textos de las zarzuelas en su mayoría son buenos, pero pueden quedarse obsoletos, hay que retocarlos, recortar cosas, darle al chiste otro color. Y no creo que eso sea un pecado, sino algo muy sano que hace la zarzuela más actual”.

La idea es que “Babilonia en el ideario común es como el barrio de Chueca elevado al cubo”, explica Aragón. Y Emilio Sagi no se queda a la zaga: “Utilizando los mimbres de la actualidad, La corte de Faraón tiene que ser un poco polémica, pero polémica en plan divertido, para que el público se lo pase muy bien. Hay que darle una vuelta para que resulte picante y erótica, pero con ambigüedad, sin caer en lo vulgar. Si en la Biblia la corte de Babilonia es un nido de placeres y de lujos, el regalo que le mande el rey de Babilonia al faraón tiene que ser algo especial… y Sul la babilónica (Enrique Viana) es una señora especial… ¡es un señor!”.

“Hemos dado una vuelta a esta opereta para que resulte picante y erótica, pero sin caer en lo vulgar”. Emilio Sagi

La música es de Vicente Lleó y es un compendio de opereta al estilo europeo de Franz Lehár o Johann Strauss. “Era lo que se hacía en la belle époque, un poco decadente pero con encanto, con números de zarzuela y números de revista. Es una mezcla de todo, que a veces puede salir bien o puede salir mal, pero que en este caso le salió redonda”, subraya Aragón. Añade Sagi que “tiene guiños a compositores de la época, a la grandiosidad de Aida, con valses y hasta un garrotín andaluz”.

Desde el podio la partitura es la que es, pero Aragón la interpreta a su modo: “Subrayo mucho los cambios de tempo, acercándola a una música más ligera y elegante, jugando con los acentos, con las paradas… Quiero hacerla más libre y fresca. También habrá momentos más descarados, en los que la orquesta tome el protagonismo”, promete.

Desde que el faraón pone un pie en el escenario mientras tararea la marcha triunfal de Aida queda claro que con esta opereta el género chico se estaba mofando de la gran ópera. Y al mismo tiempo, aunque pueda verse solo como una parodia, la versión de Sagi tiene su miga: “La comedia, con su ironía, es un instrumento estupendo para hacer pensar. La libertad es la libertad mientras no machaques al de al lado. Si el señor quiere ser una señora, pues ¡que lo sea! ¿A quién hace daño? Normalizar esas cosas en el teatro creo que es muy positivo”.