Un ensayo de Nippon-Koku.
La Compañía Nacional de Danza y La Veronal estrenan mañana en las Naves del Español la última creación de Marcos Morau, Premio Nacional de Danza del pasado año.
La forma de reflejar sobre el escenario este complejo mundo de reacciones está basada en una estudiada iconografía que el equipo de La Veronal ha materializado en los movimientos de los bailarines de la CND. "Imaginemos a un grupo de altos cargos de algún ejército en un lugar extraño -explica el coreógrafo-, supuestamente poderoso pero sin nadie a quien dirigirse o mandar. Ni soldados, ni civiles, ni rehenes, ni siervos. Aislados de cualquier idea de civilización estos dirigentes anónimos están fuera de juego, fuera de la idea de batalla. Todo resulta ahora inútil porque la supuesta guerra, que nunca llega a verse, debería ser la acción más real". Directa o indirectamente, uno de los creadores que ha inspirado este nuevo estreno de la Compañía Nacional de Danza, patrocinada por la Fundación Loewe, es el escritor Yukio Mishima. "Su figura emblemática -precisa Morau- y su estrecha relación con las ideas de fascismo y belleza ayudan a entender que tal vez no exista mucha diferencia entre nosotros y ese grupo bélico imaginariamente neutralizado. Tal vez todos esperamos inquietos en un último mundo, como en un último cuartel abandonado".
Sin ser un trabajo documental, Nippon-Koku camina en torno a la idea de sociedad para poner en duda lo que somos, el lugar en el que nos encontramos y la naturaleza que mueve nuestro actos dentro del juego social del que somos cómplices. "Siendo nosotros mismos, sin saberlo, responsables del devenir de los acontecimientos", sentencia el director. Además del japonés Mishima, la obra que podremos ver mañana en el Matadero de Madrid se deja influir también por el Decálogo del cineasta polaco Krzysztof Kieslowski, un proyecto que La Veronal acaricia desde hace años y que se propone realizar piezas que tengan un país o ciudad como punto de partida creando así sinergias entre danza y geografía. "La acción es tan irreal como una alucinación que acontece en un estado de escepticismo", termina Morau.