“La bailarina música, la bailarina artista, la bailarina increíble” la llamó Teresa Berganza, y Dulce María Loynaz dijo de ella: “es de veras una luz que se mueve. Ella es leve, ondulosa, casi traslúcida”. Hoy, a sus 98 años, ha fallecido la bailarina, coreógrafa y maestra de la danza Alicia Alonso, la Prima Ballerina Assoluta de Cuba y del mundo.
Fundadora del American Ballet Theater, Alicia triunfa en los escenarios interpretando las obras más importantes del repertorio clásico y romántico. Su relación directa con grandes personalidades de la danza como George Balanchine, Mijail Fokine, Jerome Robbins o Leonide Massine, entre otros, enriquecen su trabajo coreográfico dejando su huella en la pureza plástica y en la impresión más completa de unidad y orden sobre las puntas, expresión de su sello personal como bailarina sobre los escenarios de toda Europa y América.
Esos primeros años de búsquedas y aciertos avivaron en Alicia la necesidad de reedificar los pilares de la danza, evolucionar hacia el contrapunto, el delicado virtuosismo que comprendía la técnica como un medio para alcanzar la excelencia, pero nunca el fin. En 1948 lo irreal se convertiría en realidad efectiva, Alicia, junto a Fernando y Alberto Alonso, funda una de las escuelas coreográficas más importantes del mundo en una pequeña isla del caribe: el Ballet Nacional de Cuba (BNC), cuna de su metodología, de su legado académico y artístico.
Ejemplo de tenacidad, tuvo que superar una ceguera casi total, lo que no le impidió bailar e interpretar grandes personajes del repertorio histórico: Giselle, El lago de los cisnes, La bella durmiente, Carmen, Coppelia..., Alicia hablaba de confrontaciones artísticas con sus personajes, la búsqueda de una técnica perfecta que no impidiese una depurada interpretación romántica o una libertad real y auténtica en el hecho mismo de bailar, más allá de la convención y la pantomima. Sus numerosas versiones sobre los clásicos, sus creaciones originales, demostraron al mundo que la obra coreográfica no es capaz de existir artísticamente fuera de su ejecución, la voluntad y la conciencia del bailarín conforman la esfera vivencial del personaje y su partitura dramática.
A sus casi cien años, Alicia seguía amando su trabajo; poder transmitir a sus bailarines el poso de técnica y sabiduría adquirido durante toda una carrera comprometida con la danza, ese fue su propósito hasta el último día. Disfrutaba del magisterio, bailaba y educaba mostrando con generosidad sus secretos más valiosos, verla bailar era un acto épico, un poema escénico. La danza siempre fue un territorio comprometido para ella, la base de su personalidad artística, envuelta en una rica y compleja amalgama que combinaba la precisión histórica de la escena con su particular sello de cubanía.
Doctora Honoris Causa por la Universidad de La Habana, creadora de la Fundación de la Danza que lleva su nombre, y el Instituto Superior de la Danza Alicia Alonso adscrito a la Universidad Rey Juan Carlos, medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid, embajadora Mundial de la Danza y titular de la cátedra Iberoamericana de la Danza, otorgada por la UNESCO, poseedora del grado de oficial de la Legión de Honor de Francia, casi trescientos premios, condecoraciones y reconocimientos dentro y fuera de su país, elogian una vida dedicada por entero a la danza.
Nos deja huérfanos un hito de la cultura del siglo XX, un ejemplo de resistencia y tenacidad para todos los que admiramos la danza y su misterio. Solo nos queda preservar su encomiable herencia para las generaciones futuras. Si como dijo Alejo Carpentier los mundos nuevos deben ser vividos antes de ser explicados, es necesario, ahora, más que nunca, que su contribución al arte de la danza perdure para siempre.
Liuba Cid es Académica de las Artes Escénicas de España
y profesora de Artes Escénicas del Instituto Universitario de Danza “Alicia Alonso”