Martha Graham y sus pies descalzos. Con los ojos oscuros, las cejas altas y los labios pintados, su figura aparecía enmarcada en vestidos trapezoidales que mostraban a la mujer como una criatura poderosa y, también con frecuencia en sus obras, atormentada.
Su solo Lamentation con música del húngaro Zoltán Kodály fue estrenado en Nueva York en el invierno de 1930 y desde entonces se ha convertido en símbolo de todo lo que la coreógrafa norteamericana significó para la historia de la danza tanto en lo técnico como en su abstracción dramática.
Son poco más de siete minutos en los que la bailarina apenas se mueve de la silla en la que aparece sentada, sola en el centro del escenario, llevando al límite el enorme vestido tubular de punto en el que se retuerce y que ella misma también diseñó. Martha Graham institucionalizó el uso de las llamadas 'contracciones' en la danza moderna; sus clases, hoy impartidas por un enorme séquito de seguidores, ofrecían un amplio abanico de posibilidades para usar la respiración, lo que propició un torso enormemente expresivo. Todo eso consigue Graham en Lamentation, incluso dentro de su vestido color morado que sólo nos deja ver su rostro, manos y pies. Son en realidad las líneas diagonales -que ella dibuja con su cuerpo y el tejido- las protagonistas de la coreografía.
Contaba la coreógrafa cómo, tras una de sus primeras interpretaciones de esta pieza en Brooklyn, recibió la visita en su camerino de una mujer cuyos ojos mostraban que había estado llorando. Cuando le dio las gracias por su interpretación y se marchó, Graham averiguó que la mujer había perdido recientemente a su hijo de nueve años, al que había visto ser atropellado por un camión. La impresión había bloqueado sus lágrimas hasta entonces, pero Lamentation le había permitido admitir su desgracia y por fin llorar su dolor.