El Gran Teatre del Liceu de Barcelona no ha querido desaprovechar la oportunidad de presentar en estas fechas El cascanueces, una pieza típicamente navideña que ha demostrado su capacidad para captar nuevos públicos para la danza. El Ballet del Théatre du Capitole de Toulouse que dirige Kader Belarbi (Grenoble, 1962) trae a Barcelona la versión de esta obra que, con coreografía de su director, interpreta con éxito desde 2017. Belarbi no se aleja de Chaikovski, pero tampoco renuncia con su versión a acercarse a algunos mitos de su infancia.
Con una trayectoria como coreógrafo iniciada en 1987, Belarbi ha puesto en pie para la compañía sus personales lecturas de ballets de repertorio como El corsario (2013), Giselle (2015) o Don Quijote (2017), desvelando una familiaridad con los clásicos que muestra su profundo conocimiento del repertorio tradicional y sus preferencias estéticas fundidas con la danza de este siglo. Formado en la Escuela del Ballet de la Ópera de París, Belarbi ingresó allí como bailarín y fue ascendido al rango de Étoile en 1989, el mismo año que recibía el Premio Nijinsky. Ha sido galardonado como Oficial de las Artes y las Letras o Caballero de la Legión de Honor, entre otras distinciones. Desde 2012 dirige el Ballet du Capitole, compañía para la que ha creado más de cuarenta ballets.
“El ballet El cascanueces se ha convertido en un clásico de las fiestas. No conozco ninguna otra producción escénica que represente tan bien el mundo onírico de los niños y su fascinación”, explica Kader Belarbi a El Cultural. Por esa razón, añade, “desde su estreno y especialmente desde finales del siglo XX, han proliferado las adaptaciones”. Él ha creado una obra “para mayores y pequeños en la que todos pueden proyectar sus miedos, fantasías y maravillas”. Tratando de escapar de posteriores versiones azucaradas del cuento, Belarbi ha acudido a los orígenes de esta obra: “Chaikovsky –indica– compuso la música en 1892 para la adaptación de Alexandre Dumas (padre) del cuento de E.T.A. Hoffman El cascanueces y el rey de los ratones. La música es poderosa y realmente cuenta una historia, y el ballet que inspiró ha ayudado a que el cuento original perdure”. Con libreto de Vsevolozhsky (Director de los Teatros Imperiales de Rusia) y el coreógrafo Marius Petipa, fueron finalmente Chaikovski y Lev Ivanov –asistente de Petipa, que tuvo que retirarse del proyecto por enfermedad– quienes dieron forma final al ballet original que, en sus múltiples recreaciones, se mantiene como favorito del público. La obra que ofrece el Ballet du Capitole marca distancias con otras versiones –por ejemplo, situando el primer acto en un internado en el que apenas permanecen un grupo de huérfanos con Drosselmeyer durante navidad– y ofrece un cuento de hadas que se apoya de forma notoria en la estética bidimensional del cine de George Méliès y sus personajes con chistera y guardapolvos.
Belarbi, que se reconoce a sí mismo como un “apasionado de la pintura”, suele dibujar bocetos durante el proceso de creación de sus obras, proponiendo así una “representación pictórica del espacio escénico”, como nos explica. “Espontáneamente sugerí al escenógrafo Antoine Fontaine que trabajara sobre el espíritu de Méliès. Trucos sencillos como el pop-up que, al abrirse, desencadena la presentación de un objeto tridimensional, el decorado móvil pintado en trampantojo, cosas que aparecen y desaparecen, atrezo o escenografía que se encoje o agranda… En definitiva: magia teatral para un mundo ilusorio y de cuento”. Junto a Philippe Guillotel, diseñador de vestuario, idearon “accesorios y prótesis que de alguna manera ‘perturban’ los cuerpos de los bailarines y revelan trajes fantasmagóricos”. La paleta de iluminación de Hervé Gary, añade Belarbi satisfecho, “va de lo oscuro a lo maravilloso. El trabajo de luz del realismo del internado en tonos grises contrasta con los colores del viaje de cuento en el segundo acto”.
Pregunta. ¿En qué medida el lenguaje del ballet es importante en su forma de crear?
Respuesta. Una vez creada la coreografía, ayudo al bailarín a convertirse en dueño y no en inquilino de sus gesto e intenciones. Es cierto que a veces la danza clásica puede parecer una hermosa bisutería y tiene la ingratitud de que algunas de las grandes dificultades técnicas superadas no son visibles o no producen un efecto espontáneo de recompensa por parte del público… porque sólo un auténtico gourmet puede apreciarlas. No me refiero a los obvios momentos gloriosos, sino a las finísimas partes coreográficas que requiere este arte. Por supuesto, puede haber ilusión en el acto de la danza, pero prefiero y estoy convencido de la importancia del realismo en la personificación del gesto porque entonces se muestra con naturalidad y llega al público con mayor intensidad. En el estudio trabajo con el bailarín en la apropiación del gesto bailado borrando cualquier estorbo o traba inútiles para poder ofrecerle la mayor libertad. Estoy seguro de que el cuerpo no miente y de que la autenticidad toca. Con la danza hacemos un espectáculo vivo; ese momento en el que se apagan las luces para compartir vibraciones y emociones al unísono… más aún en estos tiempos tan especiales que estamos viviendo en estos momentos.
P. Últimamente, hemos sabido de algún líder hindú que ha protestado acerca de la “insensibilidad cultural” que protagoniza el ballet La Bayadère, despertando cierta polémica acerca de cómo debemos recibir ciertas obras coreográficas del pasado. ¿Qué opina de todo esto?
R. Las representaciones estereotipadas deben ser reexaminadas y el patrimonio puede interpretarse recontextualizando una obra. Después de haber revisado, entre otras, Le Corsaire (creada en París en 1856), soy partidario de una relectura en profundidad de los clásicos, sin perder la memoria ni volverse aséptico. No podemos condenar el pasado, pero no debemos quedarnos en clichés caricaturescos de personajes y pantomimas anticuadas. En La Bayadère que el Ballet du Capitole debía presentar en 2020, decidimos que los indios no fueran maquillados con colores oscuros, y para el ballet Les Mirages discutiremos con la Fundación Serge Lifar para replantear el ‘pasaje de los negros’ con el fin de prestar atención a ciertas sensibilidades o puntos de vista, pero sin caer en lo políticamente correcto. No podemos negar que ciertas representaciones del pasado pueden ser hirientes y que pueden vender prejuicios raciales, colonialistas o sexistas. Sin embargo, debemos saber de dónde venimos y no podemos negar nuestra historia. Los derechos morales de un autor no prescriben. La solución sigue siendo la educación y la información en lugar de la negación y la censura: alertar, contextualizar, apelar a la inteligencia y al pensamiento crítico, que no es necesariamente la aceptación.
La Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu acompaña estas funciones en Barcelona, bajo la batuta de Marius Stiegorst. Anthony Rouchier colaboró con Kader Belarbi en la reestructuración de la partitura original en función de ciertas necesidades de la nueva secuencia dramática y con algunos arreglos que evocan la música mecánica, pero respeta la partitura original. “Chaikovski comprendió que la música de ballet tiene una finalidad teatral. Su música sigue viva independientemente de la existencia del ballet y la Suite se interpreta a menudo en concierto”, explica Belarbi. Enamorado de los cuentos que nos trasladan a “mundos imaginarios a través de extravagantes aventuras”, el coreógrafo recopila en este ballet tanto los recuerdos de sus lecturas de infancia y adolescencia –por ejemplo, la popular Bibliothèque rose & verte– como los cuentos que él leía a sus hijos antes de dormir, además de apoyarse en su investigación sobre la dualidad original del personaje de Drosselmeyer, “un mago hechicero por un lado, y un amigo de los niños por otro”, según explica.
“Todos los niños sueñan que, durante la noche, sus juguetes cobran vida, viviendo vidas secretas de diablura y diversión. En su inmersión por las tierras de la oscuridad y el cuento de hadas, desafían lo prohibido, persiguen miedos nocturnos.... porque en sus mundos imaginarios todo es posible: las arañas brotan del suelo, los soldaditos de juguete salen de sus envoltorios, las flores y las plantas bailan un vals, el Cascanueces se transforma en príncipe. Marie y sus cinco compañeros de juguete descubren cómo aprender sobre la vida y sobre sí mismos enfrentándose a mundos fantásticos y de cuento. Y tú, ¿has jugado alguna vez a esto?”.