La revisión de los ballets clásicos, tan de moda, no suele ser siempre pasto de buenos resultados. Más de una vez el ansia transgresora de los nuevos coreógrafos choca estrepitosamente contra el muro de la contención racional. Muchas han sido las interpretaciones libres de los grandes ballets que mueren la misma noche de su estreno por aquello de no aportar nada nuevo al mito mil veces contado.
Sin embargo, no creo que esta sea el devenir de El Lago que nos ha traído Víctor Jiménez con su vigorosa compañía LaMov al Madrid de Semana Santa. Este coreógrafo, formado como bailarín bajo la égida de Ullate que además probó los rigores de Béjart, tiene el empeño de desestructurar todos los clásicos para destilar su esencia.
Con el más conocido de los ballets, hablo de El Lago de los Cisnes, Jiménez ha logrado purificar la tragedia para quedarse con el movimiento que sale desde las entrañas. Durante una escasa hora, el conjunto de sus magníficos bailarines desfila en armonía por un escenario circular que recuerda más que a un lago a una piscina. La historia se centra en la dualidad de cada persona y muestra, sin tapujos, las infinitas posibilidades que tiene el amor para manifestarse.
Quizá con alguna confusión argumental, algo que con suerte el tiempo pulirá, esta versión nos acerca a la esencia del baile puro que, sin necesidad de buscar la punta del clásico, logra transmitir la existencia de una base sólida para la danza. No busquemos en la versión el discurrir de princesas encantadas y príncipes enamorados; aquí nos vemos reflejados los que vivimos el hoy y el ahora.
Sobre el escenario se superponen las contradicciones que se perpetúan en nuestras vidas, los momentos blancos versus los negros que en su mezcla devienen grises y, sobre todo, un saber danzar reflejado en cada uno de los movimientos y frases coreográficas.
Sin olvidar la originalidad de un diseño de luces espléndido y la archiconocida partitura, el espectáculo tiene sus pilares en la interpretación segura de unos excelentes bailarines. En los tiempos que corren, cuando en muchas ocasiones los creadores pasan por alto que en la danza lo primordial es danzar, asistir a un programa de LaMov nos devuelve la esperanza.