Un fauno adormecido, siete ninfas y un escándalo. Con el poema orquestal de Claude Debussy, el bailarín Vaslav Nijinsky se iniciaba como coreógrafo en los Ballets Russes de Serguéi Diáguilev y vaticinaba el tinte provocador de sus futuros ballets.

El poema de Stéphane Mallarmé que inspiró la obra, tan ambiguo como la partitura, presenta a un fauno adormilado al que importunan unas ninfas juguetonas. L'Après-midi d'un faune comienza con éste descansando durante una siesta veraniega mientras toca la flauta.



Nijinsky, que ya había propiciado algún escándalo al lucir en escena trajes que revelaban en exceso su anatomía masculina, asombró al público parisino vistiendo un diseño de Léon Bakst que acentuaba de nuevo la parte inferior de su cuerpo. Sus gestos, predominantemente de perfil, son austeros y primitivos.

Ellas calzan sandalias griegas y los movimientos son tan pausados y simplificados, que parece que cualquiera podría ejecutarlos. Fauno y ninfas se empastan en el decorado y evolucionan como figuras que emergen de un friso griego. Sus posiciones deliberadamente teatrales, los colores ocres que envuelven la escena y las túnicas vaporosas de las ninfas convierten el ballet en un canto a los largos veranos de las culturas arcaicas del mediterráneo.

[Danza 'deslocalizada' y en claroscuro]



Parte del público del parisino Théatre du Chatelet de 1912 creyó ver en el último gesto de Nijinsky en escena a un fauno que alcanzaba el clímax sexual sobre el pañuelo robado a una de las ninfas. En el mismo lugar del escenario en el que se iniciaba el ballet, Nijinsky se tumbaba boca abajo sobre el pañuelo y, echando la cabeza hacia atrás, abría la boca en una mueca expresiva.

Al día siguiente, el crítico Gaston Calmette escribía ferozmente en Le Figaro acusando a Nijinsky de "bestialidad erótica". En los días siguientes, hubo un duelo de acusaciones en prensa; Diáguilev blandía las alabanzas del pintor Odilon Redon –amigo de Mallarmé– y hasta Auguste Rodin saltó a la palestra, defendiendo al coreógrafo públicamente. En agradecimiento, Nijinsky posó para él ese mismo verano.



El ballet ha inspirado a docenas de coreógrafos posteriores. Jerome Robbins, por ejemplo, situó su versión de 1953 en una sala de danza en la que un bailarín adormilado es sorprendido por una joven con la que apenas intercambia miradas a través de un espejo figurado en la cuarta pared del escenario, propiciando una complicidad mágica con el público.



Cayetano Soto creó en 2019 una versión para la Compañía Nacional de Danza que imagina el sueño que el fauno tenía antes de ser despertado por las ninfas, planteando un ingenioso conflicto entre ensoñación y realidad que enmarca un hermoso jardín vertical diseñado por el propio coreógrafo. Figuras semidesnudas, atmósferas íntimas y estancias mágicas que envuelven la atmósfera velada de las siestas estivales. 

La siesta de un fauno se puede ver en dos DVDs: Nureyev and Joffrey Ballet in a Tribute to Nijinsky (1980) y Afternoon of a Faun, con la coreografía de Jerome Robbins (2016).