Dicen que en una ocasión la gran bailarina Alicia Alonso, en medio de un ensayo, le dijo a su encorsetado partenaire de origen ruso: “Déjeme bailar”. Quienes presenciaron la escena aseguraban que el bailarín se desquiciaba con el disfrute que la Alonso mostraba al danzar.
Danzar con una base académica sólida no está reñido con disfrutar, todo lo contrario, esta expresión artística nace del goce por el movimiento rítmico y la necesidad que tenemos los humanos de liberar endorfinas.
Por estos días en el Broadway madrileño, es decir, ese complejo de teatros que se acumulan en la Gran Vía de la capital, hemos encontrado una joya que mucho tiene que ver con ese goce por la danza al que me referí en los inicios de esta reseña.
Se trata de una compañía habanera con más de tres décadas de historia cuyo lema es la fusión. Pero la fusión con elegancia.
Vibra Cuba es un espectáculo complejo que integra excelentes bailarines —formados por la misma compañía en su escuela cantera—, músicos en directo y una espectacular voz llamada Yaima Sáez. Todo marinado con un trabajo de luces, vestuario y elementos visuales de sublime factura.
Bajo la dirección artística de la coreógrafa Lizt Alfonso, el espectáculo se nutre de los más variopintos ritmos que en la Isla Metafórica —también conocida como Cuba— se bailan. Probablemente asombre que, por aquellos lares, lo que en el mundo se conoce como salsa devenga algo más elaborado y excelso llamado casino o que el mambo, el chachachá, el rock and roll, el son, el jazz, el tango, la contradanza, los ritmos africanos y el feeling sean piezas de un todo único.
Mas vayamos por partes.
Vibra Cuba, en el teatro EPD de la Gran Vía de Madrid, comienza a lo grande mostrando un sólido trabajo coral en cuanto a sincronía, precisión y frases coreográficas, cuidando, en todo momento, hasta los más nimios detalles.
Por el escenario se sucede una pléyade continua de coreografías con un claro denominador común: la fusión. Algo que tiene el enorme peligro de arrojarnos a la árida tierra de lo incomprendido y el mal gusto, pero no ha sido el caso.
¿Cabría pensar que una sevillana podría terminar en rumba? ¿Se podría soñar con un chancleteo que culmine en una punta clásica mostrando un pie desnudo? ¿Se pueden incorporar los más reconocibles elementos de la danza académica a un baile popular? Las respuestas a cada una de estas preguntas es un sí rotundo y la culpable es Lizt Alfonso Dance Cuba.
Según Lizt Alfonso, "en Cuba la danza y la música son como el fútbol en España, lo llevamos en la sangre". Al preguntarle por cómo logra la inmensa calidad que muestra cada uno de sus bailarines nos indica que "el secreto está en una formación continua que comienza a los cuatro o cinco años de edad y nunca culmina".
Al salir del teatro, afiné el oído para escuchar las opiniones de quienes eligieron refrescar el calor que está azotando las tardes-noches madrileñas con este espectáculo. Una frase se repetía: "bailan con alegría". Y es que danzar es vibrar.