Música

Años de una aventura

Ibermúsica celebra su aniversario con los mejores nombres

24 octubre, 1999 02:00

Hace ahora tres décadas, el emprendedor Alfonso Aijón se lanzó, en un momento nada fácil, a crear una entidad organizadora de conciertos. Ciclos de piano y, paulatinamente, sinfónicos fueron animando una iniciativa que durante varios años debió de ser deficitaria. Cuando los conciertos del Real se trasladaron al Auditorio Nacional, el número de abonados había crecido ya lo suficiente como para respirar y recoger los frutos de una larga siembra. Y empezaron también los problemas para conseguir las entradas, al ser cada vez de mayor nivel la oferta.

Alfonso Aijón fue el primer empresario privado que supo articular una temporada en la que, de una manera sistemática, se podían ver y escuchar en Madrid a las mejores orquestas y directores del mundo, que hasta ese momento llegaban aquí de forma esporádica y aislada. Los planteamientos eran lógicamente eclécticos y por lo general conservadores -no olvidemos que se trata de una actividad lucrativa y se busca atraer a un público que es por definición poco amigo de experimentos o de una programación en exceso progresista-, aunque poco a poco se ha ido encontrando hueco para la novedad e incluso el estreno.

Momentos de dificultad

Importantes patrocinios -Tabacalera, Caja de Madrid- dotaron aún de mayor solidez a la empresa, que en los últimos años ha vivido momentos de cierta dificultad al quedar ayuna de ayudas, pero que ha sabido reaccionar a tiempo y mantener, pese a todo, alto el pabellón de la calidad, bien que no puedan disimularse siempre los toques de maquillaje: menos orquestas, más solistas, participación de conjuntos de irregular calidad, menos actividades... Con todo la temporada sigue siendo modélica en muchos aspectos y continúa recibiendo el apoyo del aficionado pudiente.

No es en absoluto desechable -ni realmente criticable- el contenido de la temporada que acaba de empezar el día 22 de este mes con la actuación de la Orquesta Sinfónica de la BBC dirigida por su animoso titular Andrew Davis con un programa muy inglés: obertura "Las avispas" de Vaughan Williams y "Sinfonía nº 1" de Elgar, con la trufa del "Concierto para chelo nº 1" de Shostakovich en las manos del ya muy considerado Truls Mork. Hay conciertos que poseen un atractivo innegable, bien por la confección del programa, bien por la talla de orquesta o de la batuta, o por todo a la vez. Este es el caso de los dos encomendados a Daniel Barenboim y a la Sinfónica de Chicago. Por un lado una sesión franco-española (Debussy: "Siesta de un fauno" y "El mar"; Falla: "El sombrero de tres picos", versión completa, con la ascendente Elisabete Matos) y por otro un Mahler característico y proteico: "Sinfonía nº 5", grabada por los mismos intérpretes, con resultados polémicos, para Teldec hace unos años. Siguen esta línea de evidente interés las dos actuaciones de Kurt Masur con la Filarmónica de Nueva York: "Concierto para dos violas" de Gubaidulina y "Sinfonía nº 7" de Bruckner -que el maestro germano dirigiera en Madrid a la Gewandhaus hace unas temporadas sin convencer demasiado-; selecciones de "Porgy and Bess" de Gershwin y "Romeo y Julieta" de Prokofiev y "La valse" de Ravel, un programa éste que parece un tanto insólito en los atriles del veterano Kapellmeister. Muy bella y clásica la oferta de Colin davis con la sensacional Staatskapelle de Dresde: "Sinfonías nº 1" de Schubert, "nº 88" de Haydn y "nº 36" de Mozart, en memoria de García de Paredes, arquitecto constructor del Auditorio.

Más novedosa es sin duda la propuesta del norteamericano James Conlon al frente de la Orquesta Görzenich de Colonia, con el "Concierto para violín op. 28" de Goldmark (Sarah Chang) y "La sirena", una amplia pieza orquestal de 1902-1903 de Zemlinsky, tan próximo a Mahler y a Schoenberg.

El siempre estimulante Nikolaus Harnoncourt -estimulante incluso cuando se equivoca- se presenta de nuevo con la fenomenal Concertgebouw de Amsterdam con un repertorio que ahora cultiva con profusión: "Concierto para piano nº 1" de Brahms (con el más bien pálido Rudolf Buchbinder) y "Sinfonía del Nuevo Mundo" de Dvorák, que ya ha grabado, con buen tino, asimismo para Teldec, hace no mucho. Dos directores en continuo despegue, Riccardo Chailly y Vladimir Ashkenazy, nos ofrecen interesantes aportaciones con orquestas de primera. Aquél, con la Sinfónica de Londres y no con la suya, que es la que dirige Harnoncourt, interpreta la siempre excitante "Música para cuerda, percusión y celesta" de Bartók y la muy sobada "Primera" de Mahler; éste, con su actual formación, la histórica Filarmónica Checa, acomete nada menos que la "Séptima" del último autor, precedida de los coloristas "Frescos de Piero della Francesca" de Martinu.

La sensación de Salzburgo

Los bien asentados Zubin Mehta y Seiji Ozawa -hace poco nombrado director artístico de la ópera de Viena- presentan programas más rutinarios: respectivamente, "Scheherazade" de Rimski-Korsakov y "Sinfonía nº 5" de Shostakovich, con la Filarmónica de Israel, y "Concierto para violín" de Beethoven (con el irregular ChristianTetzlaff) y "Una vida de héroe" de Strauss, con la estupenda orquesta de jóvenes Gustav Mahler. Muy sustanciosos son los dos conciertos previstos por el imparable Mariss Jansons y su actual orquesta, la Sinfónica de Pittsburgh, que hace unas semanas causaron sensación en Salzburgo: en sus atriles el tríptico de ballets de Stravinski -"Petruchka", "El pájaro de fuego" y "La consagración de la primavera"-, "Rapsodia española" de Ravel, "Sinfonía nº 100" de Haydn, "La escala de seda" de Rossini y una cuasi novedad, "Tres interludios sinfónicos de ‘Intermezzo’ de Strauss.

El sólido y musical André Previn dirige a la prometedora Orquesta del Instituto Curtis también en dos ocasiones, con los "Conciertos nº 3" de Mozart y "nº 2" de Penderecki, que tocará la espectacular violinista alemana Anne-Sophie Mutter, y un programa que combina dos "Cuartas", la de Beethven y la de Brahms, que será curioso escuchar en manos de este camaleónico maestro. El siempre aseado Herbert Blomstedt acomete en esta ocasión, junto a la antes citada Gewandhaus de Leipzig, la "Sinfonía nº 6" de su habitual Bruckner. El programa se completa con el raro "Concierto para piano" de Clara Wieck-Schumann, con la excelente Elisabeth Leonskaja.
La Sinfónica de Toronto, al mando del eficaz Jukka-Peka Saraste, interpretará "El mandarín maravilloso" de Bartók y la socorrida "Séptima" beethoveniana, mientras la siempre pimpante Academia de St. Martin in the Fields, con el violinista Kenneth Sillito y el pianista Murray Perahia al frente, tocará un programa barroco-clásico: "Sinfonía nº 1" de Carl Philipp Emanuel Bach, "Sinfonía nº 104" de Haydn y los "Conciertos para piano BWV 1052" de Bach y "nº 21" de Mozart.

Cierra esta relación una orquesta española, la Sinfónica de Euskadi, dirigida por su titular principal Gilbert Varga, que hará el "Requiem" de Duruflé, con el Orfeón Donostiarra, y "Fiestas Romanas" de Respighi.

El capítulo de solistas está bien representado. Aparte los citados participan las virtuosas del violín Midori y Pamela Frank (Beethoven) y las pianistas Maria Joao Pires, de envidiable madurez, y Rosa Torres Pardo en permanente y positiva búsqueda de aquella cualidad.