Música

La ópera, protagonista

26 diciembre, 1999 01:00

La actividad musical en España se ha ampliado y diversificado tanto que empieza a ser problemático, por no decir casi imposible, establecer una relación de los acontecimientos más importantes del año. Haremos, no obstante, un esfuerzo para resumirlos. Dividiremos las actividades por géneros, apreciando una sustancial primacía de la ópera.

Lo más interesante del Teatro Real ha sido The Bassarids, la singular ópera de Henze, servida por un compacto equipo de cantantes, una inteligente dirección escénica de Gerd Heinz y una notable actuación en el foso de Arturo Tamayo. Puede resaltarse asimismo la entonada representación de Werther -lamentablemente sin Kraus-, con una ordenada y tradicional aunque pálida puesta en escena y una aceptable prestación vocal.

La ópera vuelve al Liceo

Del Liceo de Barcelona hay que destacar que, por fin, en un plazo razonable de tiempo, se reabriera el 7 de octubre con una Turandot que dejó bastante que desear. La altura de un teatro de la categoría del barcelonés se dio en El caso Makropulos de Janácek, en una desnuda y sugerente producción de Glyndebourne firmada por Nikolaus Lehnhoff, bien dirigida por Ros Marbà y con la presencia hipnótica de la veterana Anja Silja.

Debemos hacer mención del Barbero de Sevilla y el Così fan tutte del Festival Mozart de La Coruña, con los consiguientes éxitos de dos cantantes españolas, María José Moreno -lo mejor de unos desvaídos Puritanos de Oviedo- y María Bayo. Bilbao, con la ABAO instalada ya en el Euskalduna, fue testigo de un muy digno Oro del Rin, dirigido con aseo por Manuel Galduf. Valencia se ha lanzado, con desigual fortuna, a un ambicioso Festival Puccini. Aquiles Machado en La bohème y la sólida concertación de Gómez Martínez en Turandot se encuentran entre lo mejor. La Maestranza de Sevilla se soltó el pelo con el estreno de Alahor in Granata de Donizetti y echó la casa por la ventana en el típico trabajo lujoso de Hugo de Ana, en este caso para El Cid de Massenet. El Villamarta de Jerez, dentro de su modestia, va haciendo cosas de interés (sin ayudas de la Junta).

Volvemos a Madrid para dar cuenta del estreno en España, en el siempre inquieto Teatro de la Zarzuela, de la ópera corta de Mauricio Sotelo De amore, un sugerente intento de fundir el flamenco con la música de vanguardia. En el mismo coliseo, La vuelta de tuerca de Britten, en un bella producción turinesa suscrita por Ronconi y Ros Marbà. En Alicante, dentro del Festival de Música Contemporánea, se producía el estreno absoluto de Dulce mal, ópera electroacústica de Eduardo Polonio que es una interesante reflexión sobre el amor. Y una referencia a la Ifigenia en Tauride de Gluck a cargo de Les Musiciens du Louvre y Mark Minkowski. Una estupenda demostración de fidelidad y creatividad.

Recitales de canto

Ya es una tradición el ciclo de lied que se desarrolla desde hace unos años en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. En 1999 la cosecha ha sido especialmente fructífera. Lo más resaltable e incluso memorable estuvo de parte del barítono Matthias Goerne, la mezzo Marjana Lipovsek y la soprano Barbara Bonney. Dos de los monstruos de la actualidad hicieron historia en el Real: la soprano dramática Hildegard Behrens y la lírico-ligera coloratura Edita Gruberova. Y el recuerdo imperecedero a Alfredo Kraus, que dio su último concierto en su ciudad natal, Las Palmas, a primeros de marzo.

Grandes pianistas

Los instrumentistas han estado capitaneados por Maurizio Pollini,que ofreció soberanos recitales en Barcelona y Madrid, donde se lució con unas arrasadoras Variaciones Diabelli de Beethoven y una de las Klavierstöcke de Stockhausen. En el mismo ciclo de Scherzo dejó constancia de su arte, de un romanticismo subido, Radu Lupu. Christian Zacharias paseó su pianismo nervioso y lúcido por nuestra geografía en compañía del violinista Frank Peter Zimmermann, en unas centelleantes Sonatas de Beethoven. El clavecinista francés Pierre Hantaï desgranó, en el bien trabado Festival de Granada, una fulgurante interpretación del Libro I del Clave bien temperado de Bach.

Las mejores batutas

La verdad es que cada vez quedan menos batutas mágicas, pero aún puede localizarse algún resto. Por ejemplo, el ancianísimo (87 años) pero todavía robusto Kurt Sanderling, que ofreció con la Sinfónica, en los conciertos del Real, una espléndida recreación, medida, lírica, transparente, de la Tercera de Bruckner. Un compositor muy visitado por López Cobos, que se acercó a Madrid para dirigir a la misma orquesta una sorprendente Novena, pero antes había hecho las delicias de los sevillanos con la partitura original de la Cuarta y aún tuvo tiempo de irse a Málaga para dirigir la versión que de la inacabada Décima de Mahler ha realizado el norteamericano Remo Mazzetti.

Claro que, para muchos, la sensación del año fue la visita, a Canarias y Valencia, del huidizo Carlos Kleiber. Su Beethoven fue de una incandescencia y un nervio -no reñidos con la exactitud métrica y el cuidado estilístico- ejemplares. Puede que otros prefieran los modos más severos de un Pierre Boulez, en un ya histórico concierto en el Palau valenciano con obras de Schoenberg y Mahler.

Para cerrar esta breve selección -orillamos algunos nombres importantes como Dohnányi o Previn-, citemos al ágil y trepidante Simon Rattle, que brindó para Ibermúsica, con la Ciudad de Birmingham, la larguísima Odyssey de Nicholas Maw, una obra de excelente factura aunque de lenguaje poco actual.

Música de cámara


La música de cámara era casi siempre la cenicienta de nuestros programas, bien que la situación haya mejorado no poco gracias a iniciativas como el Liceo de Cámara que organiza la Fundación Caja Madrid. Este año se desarrollaron estupendos conciertos -con presencia en varios del pianista Andras Schiff- en torno a los nacionalismos europeos, donde nombres como los de Smetana, Dvorák y Janácek estuvieron adecuadamente servidos.

Sones antiguos y de hoy


En música antigua se están realizando grandes progresos. Señalemos dos estupendos ciclos. El uno, dependiente del ayuntamiento de Sevilla y celebrado en marzo, con La Petite Bande, el clavecinista Andreas Staier, el Hilliard Ensemble, la Academia de Música Antigua, la Capella della Pietà de’ Turchini y la Academia de St. Martin in the Fields. El otro, dependiente del Patrimonio Nacional y la Fundación Caja Madrid, acogido al epígrafe Los Siglos de Oro, dos de cuyas secciones han estado dedicadas a Francisco Guerrero y a la música medieval española, con excelentes intérpretes cuyas habilidades han podido escucharse en El Escorial y en Toledo.

Un último epígrafe para la música de nuestro siglo. Merece la cita la compositora Zulema de la Cruz, que ha estrenado varias partituras, todas tocadas de esa gracia singular característica de la creadora madrileña. El interesante ciclo De la tierra a las estrellas de ProMúsica ha contado nada menos que con la presencia, para tres sesiones consecutivas, de Karlheinz Stockhausen, uno de los más importantes compositores de este siglo.