Demuestra Harding en esta grabación las virtudes que le han colocado a los 25 años muy cerca de la cima directorial. Otorga claridad, impulso, energía y un lirismo que, aunque algo recortado, funciona, a ocho oberturas beethovenianas. El fraseo del director inglés es medido, pulcro y cargado de electricidad. Es amigo de tempi rápidos, de exposiciones algo abruptas, con metales y timbales en papel protagonista aun en instantes en los que su participación es meramente de refuerzo armónico.

Al lado de lo bueno encontramos algunos pequeños lunares: poca temperatura dramática en Coriolano, falta de control dinámico en el final de Egmont para evitar que los vientos se coman las fundamentales líneas de la cuerda, escasa amplitud y aliento un punto chato en las Leonoras... Estupendas Las criaturas de Prometeo y Las ruinas de Atenas y plausible Fidelio.

A los nostálgicos y amigos del Beethoven más romántico hay que recomendar a Karajan, Furtwängler, Klemperer, Szell o Masur. Pero conviene escuchar este disco: no está nada mal, después de todo. La orquesta, de 45 miembros, suena muy bien.