Image: Sir Colin Davis

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Música

Sir Colin Davis

"Me siento viejo para seguir batallando por la ópera"

16 mayo, 2001 02:00

Sir Colin Davis es uno de los directores de orquesta más respetados del panorama internacional. El maestro
inglés, nacido en Weybridge en 1927 y Comandante del Imperio Británico desde 1980, no ha necesitado para imponerse acudir a escándalos ni a cuestiones extramusicales. Al frente de la Orquesta Sinfónica de Londres, a la que ha estado intermitentemente unido desde hace más de tres décadas y de la que es titular desde 1995, visitará España la próxima semana para actuar en el Auditorio madrileño (22 y 23 de mayo) y el Palau de Valencia (24 de mayo). En esta entrevista con EL CULTURAL, Sir Colin Davis habla de la vida musical en su país y se muestra muy crítico con la comercialización del arte y el estado actual de la ópera.

Aunque tal vez no esté rodeado por esa pátina que dan los grandes escándalos (a los que, por otra parte, es totalmente ajeno), Sir Colin Davis posee un impresionante curriculum avalado por sus brillantes etapas al frente del Covent Garden o de orquestas como la Sinfónica de la BBC o la Radio de Baviera. Durante años ha sido un reconocido batallador a favor de la apertura del repertorio. Gracias a él, Berlioz conoció su primera integral discográfica, y también ha enciquecido considerablemente la fonografía de compositores como Sibelius. Sus lecturas de autores británicos, como Britten o Tippett, son consideradas auténticos clásicos. Sin embargo, en su actual gira por España dirigirá exclusivamente a compositores checos.

-Sorprenden los programas preparados para estos conciertos, que incluyen únicamente autores como Dvorak, Smetana o Janacek, que parecían patrimonio exclusivo de las formaciones checoslovacas.

-Sí, forman parte de un ciclo que se ha diseñado en Londres, titulado Bohemian Spring (Primavera bohemia) y dedicado, precisamente, a la música checa. Antes los conciertos se programaban sin línea, sin una distinción clara. Ahora hay que hacer cosas como ésta porque permite tocar obras que de otra manera no se harían. Esta serie la planteamos a resultas del gran éxito del ciclo dedicado a Berlioz. También es una forma de atraer un público diferente porque la competencia en Londres es enorme, no sólo entre las orquestas propias sino también con las que nos visitan.

-El mundo orquestal británico parece vivir un momento muy difícil que, sin embargo, a la Sinfónica de Londres no parece afectarle mucho.
-La crisis es crónica. El punto de partida viene de que, a diferencia de lo que ocurre en los demás países europeos, el estado no da dinero. Pero la situación puede aún llegar a ser peor por el colapso de las compañías discográficas y porque los conciertos no cubren los costes.

Crisis discográfica

-¿Es tan importante el problema de los discos?
-Mucho más de lo que parece, ya que afecta no sólo a la Sinfónica de Londres sino a la misma Filarmónica de Berlín, que, al grabar menos, ve cómo algunos de sus mejores músicos se le están yendo. La Sinfónica de Londres, en realidad, tiene ciertas ventajas al cooperar con la City of London Sinfonia, lo que nos facilita contar con los mismos patrocinadores. Eso nos hace sentirnos un poco más libres, aunque haya que compensarlo con las giras. En este momento, tener una orquesta completamente ocupada sólo en Londres es muy difícil.
-¿A qué se debe el poco apoyo que brindan las instituciones públicas británicas?

-Es una pregunta compleja. Quizá se deba a la falta de una tradición. Si se compara con Alemania, el planteamiento resulta muy diferente. Como allí eran principados, territorios muy pequeños, competían entre ellos en todo, incluyendo a las orquestas y teatros, apoyadas por los propios príncipes. En Gran Bretaña no hubo nada de eso. Faltó en su día el soporte aristocrático, y ahora el gobierno no tiene interés en estas cosas. Ha preferido apoyar la música pop, como si pensara que el repertorio sinfónico es algo viejo que no tiene interés. Pero está equivocado. Yo no ataco al pop, pero eso es otra cosa. No olvidemos que la música es especial, más frágil que otras artes, porque nada puede reemplazar una audición en vivo. Sin seres humanos que la transmitiesen, la música acabaría desapareciendo.

Estimulante competencia

-En España, las comunidades autónomas han actuado en los últimos años como los principados alemanes decimonónicos.
-Pero en ese aspecto la competencia que viven en España es buena, porque estimula a las regiones en el terreno musical. Ojalá se imitara en otros sitios. Hay auditorios muy buenos y se comprueba que el esfuerzo ha tenido resultados extraordinarios.

-Resultará muy difícil hacer música con intérpretes que están demasiado preocupados todos los días en si llegarán a fin de mes.
-Los músicos son conscientes de que tienen que batallar por su situación y estimularse ellos mismos y a la audiencia para que la música siga viva. Saben de su dependencia de la financiación para sobrevivir, pero no quieren abandonar y por ello se ven obligados a hacer de todo para encontrar una viabilidad. Muchas veces, en un mismo día, hay tres sesiones, una de ensayo, otra de grabación y una tercera de concierto. Sólo la BBC tiene otro régimen. El resto gana su jornal a peso, en función de lo que trabajan. Así, no es de extrañar que parezcan zombis cuando tocan, al estar tan cansados. En cierta medida la Sinfónica de Londres es una orquesta privilegiada y tiende a evitar tal acumulación. En los últimos proyectos, para compensar, hemos grabado muchas cosas en directo. Lo principal es procurar que la calidad no se resienta.

-La Sinfónica de Londres, sin embargo, ha propuesto proyectos muy ambiciosos.
-Pero no es sólo de ahora. Cuando hace veinte años se abrió el Barbican, la Sinfónica de Londres se convirtió en orquesta residente, lo que la obligó a elaborar un plan ambicioso para conseguir ayudas y con múltiples programas. Al tener un auditorio más o menos propio, empezó a tocar mejor y con la ayuda de un buen equipo de mánagers se ha creado una atmósfera muy positiva. La orquesta toca fantásticamente, con un virtuosismo excepcional. Siempre se entrega al máximo en los conciertos. Porque, a pesar de lo negativo de las dificultades cotidianas, también hay algo muy positivo, y es que los músicos se sienten muy responsables de su trabajo porque son conscientes de que la orquesta está formada por todos y depende de lo que ellos hagan. En mi caso, sólo soy su director titular y acepté con la condición de no tener ningún poder. Todo lo organizan los músicos. Mi papel es aprender la música y dirigirles, nada más.

-¿Es verdad que cada vez se ensaya menos?
-Esta cuestión ha variado. Incluso ahora se puede ensayar más, teniendo en cuenta lo que hacía esta orquesta hace 25 años. En nuestro caso, podemos incluso permitirnos perder dinero, pero la misma orquesta es consciente de que, si hace falta, hace falta. Antes era muy raro contar con más de dos ensayos, pero ahora se plantean hasta tres o cuatro. Es conocido que estos músicos estudian cualquier obra muy deprisa, pero eso no quiere decir que se asimile a similar velocidad. No olvidemos que, de la misma manera que se aprende rápido, también se olvida deprisa.

Pasión por Berlioz

Coincidiendo con la presencia en España de Sir Colin Davis, se acaba de presentar otro eslabón más en su nuevo ciclo discográfico dedicado a Berlioz con La condenación de Fausto, avalado por un reparto que encabezan Giuseppe Sabbatini, Enkelejda Shkosa y Michele Pertusi, dentro del sello LSO Live, que en España sólo se distribuye por internet. Previamente han aparecido nuevas versiones de Beatriz y Benedicto y Romeo y Julieta, para culminar con una nueva lectura de Los Troyanos con Ben Heppner que aparecerá en breve. Davis ha dedicado gran parte de su vida a la difusión de la música de Berlioz, con una primera integral para Philips que obtuvo el reconocimiento mundial y que ayudó a recuperar al genial autor francés.

-Parece que Berlioz sigue siendo una constante en su vida.
-Me sigue gustando mucho. Mi primera razón para luchar aún por él es que me parece uno de los músicos con mayor imaginación de todos los tiempos. Berlioz es el primer genio del romanticismo. La gente de la tradición anterior no podía comprender lo que hacía, a pesar de tratarse de obras maestras. El sonido de Berlioz es único. Su obra sinfónica es excepcional, porque con nadie suena la orquesta como con él.

-Sin embargo, frente a otros autores y salvo un par de obras, no es demasiado popular.
-Por sistema, la gente muestra un cierto rechazo a cualquier innovación. Es lo mismo que sucede con la música contemporánea, que, por cierto, se ha convertido en un problema muy grave. Para expresarse, Berlioz usaba una lengua diferente. Mejor dicho, usa la misma pero de otra manera. Era un gran romántico y en la vida académica se limitaban muchas ideas nuevas. Berlioz nunca tuvo demasiado éxito. Alemania era, y sigue siendo en algunos aspectos, muy conservadora. Me siento contento de que en Inglaterra se toque más que, incluso, en su propio país, aunque las preparaciones del centenario, que se cumplirá en el año 2003, ayudarán a cambiar.

-En alguna medida, los directores como usted parecen defensores de causas perdidas.
-Es posible. Por ejemplo, Sibelius se hace poco en Alemania, pero también en Francia o Italia, y hay que apoyarlo porque es un compositor magnífico. También he hecho bastante repertorio francés, cosa nada habitual en Inglaterra. Es el caso de Sansón, que, para mí, es la mejor de las óperas de Saint-Saëns. También he interpretado Faust o Manon, que, a pesar de su popularidad, si se comparan a la luz de Berlioz, se ven muy oscurecidas.

Aversión al foso

-¿Qué pasa en la ópera para que directores antes tan dedicados a ella como usted huyan ahora?
-He dejado de estar vinculado a la ópera por sistema, aunque hay algunos proyectos de envergadura como un Don Giovanni en el Covent Garden en 2002. Me siento un poco viejo para seguir batallando en este campo, porque es muy problemático. Además, creo que hay algunos títulos que otros colegas pueden servir mejor que yo. La ópera de hoy genera muchas frustraciones de todo tipo, sobre todo con los actuales montajes y con el peculiar papel que desempeña la cuestión escénica. Los directores de escena parecen convertirse en los máximos responsables y tú estás entre ellos, los cantantes y los músicos, sin comprender demasiadas cosas y presionado por todos los sitios. A veces se viven situaciones muy feas y tienes que cerrar los ojos para no sentir la tentación de abandonar el barco, sobre todo por un sentido de responsabilidad. Ahora me lo pienso mucho antes de meterme en algunos proyectos.

-Usted sigue dirigiendo mucho el repertorio clásico de Mozart y Haydn. ¿No se siente presionado ante las nuevas tendencias?
-Cuando era joven, ya la gente se preocupaba por esto con gente como Nadia Boulanger o Thurston Dart. Todos leíamos a Quantz o Leopold Mozart. Pero ahora se ha vuelto una especie de dictadura. No creo que sea imprescindible hacer Mozart con menos instrumentistas cuando él mismo se volvía loco de entusiasmo cada vez que tenía cuarenta violinistas. Frente a otros colegas que lo han abandonado, yo no. Sigo haciéndolo en Nueva York, en Londres, en Dresde... ¿y por qué no?

-Acabamos de entrar en el siglo XXI. ¿Qué tipo de director se necesitará en el futuro?
-Es difícil saberlo. Confío en que siempre habrá buenos músicos con la suficiente responsabilidad para salir adelante. Este trabajo depende cada vez más de la televisión, de la prensa. Me parecería terrible que los medios de comunicación impusieran las razones ajenas a todo lo artístico porque ésta es una labor muy artesana, donde la publicidad puede volverse muy peligrosa, sobre todo si se sustenta en cosas falsas. Lo veo demasiado serio como para banalizarlo. Por eso aspiro a que nunca falte ese sentido de la responsabilidad.