Image: El Holandés recala en el Real

Image: El "Holandés" recala en el Real

Música

El "Holandés" recala en el Real

Barenboim y la Staatsoper vuelven a protagonizar el Festival madrileño

3 julio, 2003 02:00

El Holandés errante en el montaje de harry kupfer

Vuelven las huestes de la Staatsoper de Berlín al Teatro Real, con Barenboim al frente, en el denominado Festival de Verano. El 7 de julio aterrizan, en su cuarta singladura consecutiva, con una única obra escénica, El holandés errante de Wagner, en la producción de Harry Kupfer. El programa de actuaciones se completa con dos conciertos sinfónicos y una sesión "golfa" en la que se ofrecerá Pierrot Lunaire de Schoenberg.

La visita anual de la Staatsoper se ha convertido en una cita muy esperada, porque siempre nos ofrecen cosas de muy aceptable calidad media, cuando no de altura incontrovertible -caso de Tristán e Isolda-, aunque, y esto se ha discutido, su presencia continuada vaya en perjuicio de otras alternativas.

En esta ocasión Barenboim y los suyos son menos ambiciosos y se limitan a brindarnos una sola ópera, un concierto de cámara y dos conciertos sinfónicos. El título escénico viene avalado por la interesante y conceptual propuesta del regista Harry Kupfer, cuyas tendencias, hasta cierto punto experimentales, ya conocemos. La visión de este artista penetra en los entresijos, nada transparentes, de la aventura de la soñadora Senta, enamorada románticamente de una leyenda: la del Holandés errante, que intentará su redención a través de ese amor sin barreras. No hay que echar en saco roto el reparto que se nos anuncia, capitaneado -nunca mejor dicho- por el barítono Wolfgang Brendel, una voz sólida, contundente, algo engolada, bien que no la idónea para encarnar a este dramático personaje, que pide -como Sachs o Wotan- un barítono heroico. Brendel es aseado, como ha puesto de manifiesto ya en Madrid, la última vez cantando precisamente Sachs.

Wagner lírico
Senta será interpretada por la soprano norteamericana Susan Anthony, de timbre claro y agresivo, buena servidora de estos papeles del Wagner menos dramático y excelente traductora de las partes líricas de Strauss. Peter Seiffert, un tenor lírico con apetencias superiores, es el lamentoso y cornudo Erik, mientras el interesado Daland estará en la garganta de Alexander Vinogradov. Es de esperar que esa dimensión entre religiosa y rústica, entre lírica y dramática, que caracteriza a la obra pueda ser explicada por la casi siempre efusiva batuta de Daniel Barenboim.

Es el director judío quien se sitúa al frente de la muy buena, pero no excepcional, Staatskapelle de Berlín, para gobernar esta nave fantasma (días 7, 10, 13 y 15 de julio); y quien se sube al podio en las dos sesiones sinfónicas. La primera (9) está constituida por el Concierto para piano nº 4 de Beethoven y la Sinfonía nº 2 de Schumann. Es el propio Barenboim el solista del concierto. Sorprendentemente, no es el argentino el que se sienta en el taburete para el Concierto en la menor de Schumann, programado para el día 12, sino el irregular y genialoide rumano Radu Lupu. La segunda parte de este acto aparece presidida por la tumultuosa Sinfonía nº 5 de Gustav Mahler, una partitura que no es en principio de las que pueda convenir mejor a los modos de Barenboim. Sin embargo, su aproximación discográfica, con la Orquesta Sinfónica de Chicago, y su interpretación en Madrid hace dos temporadas, nos mostraron aspectos curiosos e insólitos de la composición.

Se completa el minifestival con una sesión titulada "Una noche en el Real", en la que se podrá seguir la inquietante partitura de Schünberg Pierrot Lunaire, sobre poemas de Guiraud, una de las máximas proclamas del atonalismo. Con este acto, que se desarrollará el día 15, con la intervención del agresivo regista alemán Peter Mussbach, concluirá la última, por ahora, visita de los conjuntos berlineses.