Image: Festivales en clave lírica

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Música

Festivales en clave lírica

La ópera centra las programaciones de Santander y San Sebastián

31 julio, 2003 02:00

Cristina Gallardo-Dômas en el Simon Boccanegra del Festival de Santander. Foto: Mariano Dobrysz

Tanto el Festival de Santander, que se inicia el 1 de agosto, como la Quincena Musical Donostiarra son referencias absolutas de la programación de agosto, llenos de personalidades de la talla de Mehta, Wilson, Flórez o Pires. Sin embargo, ante la demanda popular, el papel de la ópera adquiere el mayor protagonismo. La capital cántabra estrena una producción propia, Simon Boccanegra de Verdi, mientras que San Sebastián se decanta por Orfeo ed Euridice de Gluck y Ariadna en Naxos de Richard Strauss.

Santander y San Sebastián pisan ya muy fuerte en el panorama internacional de festivales. Como es costumbre, el primero -del 1 al 30 de agosto- pone su pie en numerosas localidades vecinas. Es una de sus peculiaridades positivas. Allí, en esos lugares históricos, en iglesias, claustros, monasterios, palacios y jardines, se desarrolla lo que podríamos llamar la letra pequeña de un certamen veterano (edición número 52) y tradicionalmente ambicioso. La Quincena -5 de agosto-5 de septiembre-, que anda ya por la 63 edición, nos trae una amplia representación de música vocal; en sus vertientes operísticas, sinfónico-corales o simplemente líricas. Es como una constante que en este caso, más que otras veces, otorga una impronta especialmente cantabile al certamen, que sigue contando con una estructura y una disposición de elementos tan férrea como siempre. Ambos certámenes, como se comprobará, coinciden en algunos espectáculos.

Comillas, Miengo, Rasines, Cóbreces, Puente Viesgo, San Vicente de la Barquera, Suesa, Santillana del Mar, Castañeda, Cigöenza, Limpias, Suances, Noja, Liérganes, Torrelavega, San Martín de Elines, Castro Urdiales, Liendo, Escalante, Udalla y Colindres, además del Santuario de la Bien Aparecida -en el que se celebra el XXXIII ciclo de Música coral y de órgano (entre el 17 de julio y el 24 de agosto) y del Monasterio de Santo Toribio de Liébana, son los marcos en los que rotan las más diversas propuestas santanderinas, en algunos casos de alto interés.

Jazz representado
El jazz está representado por el Trío Jonas, canto gregoriano por la Capella Gregoriana Easo y por la Schola Gregoriana de Cantabria, música para cuarteto de guitarras por Entrequatre, canciones en homenaje a José Hierro por Elena Gragera y Antón Cardó, canciones varias por Montserrat Obeso y Rosa Goitia, órgano por Alberto Dossena, música renacentista por los magníficos The Scholars, música de cámara por el Cuarteto Parisii (estupenda su reciente integral dedicada a Darius Milhaud) y el Cuarteto Ars Hispanica, clasicismo por la Berlín Camerata y los Solistas de Hamburgo, barroco por Amsterdam Loeki Stardus Quartet, canciones de la España del XVI por Speculum...

Junto a esta serie de conciertos, y también como una de las señas de identidad del festival, debemos citar los estrenos, los encargos de obras nuevas. Hasta seis podemos contar este año. Se darán a conocer partituras de los españoles González Acilu, Oliver, Valent, Barroso, Martínez Espinosa y Rincón y se programan por primera vez en españa otras de Franz Danzi y Leo Krämer. Un capítulo siempre muy cuidado en Santander. Como lo ha estado generalmente el de la música sinfónica (recuérdense los históricos fastos, con Argenta o Celibidache, por poner un par de ejemplos, en la Plaza Porticada). Aunque este año la selección es un tanto desilusionante. Lo más lucido es la presencia de la Filarmónica de Israel con Mehta ( de Schubert, Canción de la tierra de Mahler) y de la Nacional Danesa con Temirkanov en un programa sobadísimo en las manos de este director: Carnaval romano de Berlioz, Petruchka de Stravinski y de Chaikovski. Interesante desde luego el elegido por Pons para su concierto con el Coro y la Orquesta Nacionales y que ya ofreciera en Madrid, con base en el Requiem de Ligeti. No muy relevante es la Orquesta Nacional de Letonia, que, de todas formas, estrena la obra de Acilu, Concierto nº 2 para piano (con Bacchetti), y recupera el Concierto para violín de Monasterio, con Leticia Muñoz.

A retener -todo, como lo anterior, en el Palacio de Festivales- el espectáculo de Hanna Schygulla sobre el tango y el de Robert Wilson, una ópera gospel sobre un texto de Flaubert, La tentación de San Antonio, ambos provenientes de Peralada. Además, recitales de la contralto Ewa Podles (si se ha recuperado de su accidente) y de los pianistas Maria Joao Pires (seguramente con Schubert y Chopin) y Guillermo González (que estrena los Estudios del citado Martínez Espinosa). Y curiosa sesión la preparada por The Swingle Singers: de Bach a los Beatles.

La ópera de esta edición es Simon Boccanegra, en una nueva producción con Niza y Wallonie firmada por Petrika Ionesco. Voces de prestigio: Frontali, Gallardo Domas, Aronica y Scandiuzzi; y una batuta fácil y práctica: Antonello Allemandi. El ballet viene representado por el de la ópera de Shangai y la Compañía Andaluza de Danza.

Gluck en San Sebastián
El Orfeo y Euridice de Gluck es la obra que abre, los días 16 y 18 de agosto, la parte esencial del festival donostiarra. Se trata de una coproducción con Peralada dirigida en lo escénico por Joan Font y en la que actúa Ewa Podles y dirige el otrora famoso sueco Arnold Oestman. Inmediatamente, el 23 de agosto, Ariadna en Naxos de Richard Strauss, obra que tiene asimismo su anclaje mitológico. Es una producción de la ópera de Halle (la patria chica de Haendel) y que se habrá representado asimismo en el festival gerundense.

Ann Murray, dentro del concierto de la Orquesta del Festival de Budapest que manda Ivan Fischer, canta los Kindertotenlieder de Mahler. Zubin Mehta, con su Filarmónica de Israel, incorpora a su concierto de 27 de agosto, un día después de que lo haya hecho en Santander, La canción de la tierra del propio Mahler, que cantan la alemana Nadja Michael y el norteamericano Thomas Moser. Jesús López Cobos se situará al frente de la Sinfónica de Galicia y del Orfeón Donostiarra para la Missa Solemnis de Beethoven, una partitura rompedora de una pujanza sensacional. Hay aceptables solistas vocales: Kaiserfeld, Braun, Treleaven, Pape. Unos días más tarde la vocalidad se centra en pleno belcantismo: Gluck, Rossini, Bellini en la voz áurea y libre del tenor lírico-ligero peruano Juan Diego Flórez, con Vincenzo Scalera al piano.

También son recitales las sesiones encomendadas a la mezzo tan en boga Daniella Barcellona, que ocupa un repertorio similar; a Itziar Martínez Galdós, que canta Debussy, Brahms y Grieg; y al navarro Iñaki Fresán, que ofrece un concierto de canción francesa. Lo vocal aparece de manera protagonista también en las actuaciones de la Compañía Musical (El barroco en las Españas), Igor Reznikoff (gran canto cristiano antiguo, siglos IV-XI), Discantus con Brigitte Lesne al frente (Mare nostrum) y The Scholars (Música en la Capilla Sixtina del siglo XVI). Todos ellos incluidos en la parcela dedicada a la Música antigua.

Estrenos absolutos
El ciclo del siglo XX, al que pertenece el recital de Fresán, incluye una sesión dedicada a Salvatore Sciarrino y a Luigi Nono por la violinista Melise Mellinger, un concierto del Cuarteto Janácek, que estrena la obra ganadora del concurso Sorozábal, y la actuación del Quinteto de viento así denominado, que toca estrenos absolutos de Jacinto, García, Echeverría, Zalba, Pérez y Extremiana.

Los grandes fastos sinfónicos de la Quincena cuentan también en esta edición con la Orquesta Sinfónica de Euskadi y su titular Gilbert Varga. Con ellos colabora, en el Concierto nº 4 de Beethoven, Maria Joao Pires. Víctor Pablo Pérez dirige al bilbaíno Asier Polo el Concierto de Saint-Saëns para chelo. La Sinfónica de Berlín, al mando del siempre eficiente Eliahu Inbal, cierra las sesiones sinfónicas del Kursaal el 2 y el 3 de septiembre con programas muy de festival: Dvorák, Messiaen, Stravinski; Mendelssohn y Mahler.

A todo ello hemos de añadir, en el ciclo Música de cámara, la presencia de Gustav Leonhardt al clave, un espectáculo montado por el terrible y temible Bieito sobre Piazzolla y una actuación del famoso cuarteto de guitarras Los Romero. Por supuesto, el habitual ciclo de órgano, que incluye un estreno absoluto de Aulestia a cargo de Azcue, y un curioso concurso de imitación de cantos de pájaros.